viernes, 5 de febrero de 2010

CURRICULUM MORTAE

Llevaba ya quince años trabajando en aquella empresa de trabajo temporal y cada cierto tiempo que recogía algunos curriculums, podía sentír cómo aquellos folios iban descargando en mi cuerpo una extraña energía permitiéndome ver el futuro de aquel posible trabajador. Tan claro, con tanta nitidez, que aquello inequívocamente no podía ser algo distinto a la realidad.

Síiii, era una sensación indescriptible que ineludiblemente me conducía al callejón de la paranoia. Desde aquel justo momento en que sentía todas aquellas sensaciones empezaba mi verdadero trabajo.

Su nombre era Marta, aquella tarde, cuando me entregó el curriculum con una amplia sonrisa que dejaba levemente al descubierto sus blancos y minúsculos dientes, supe, sólo con rozar la portada que me extendía con su mano, cuál iba a ser su destino laboral. Ella encontraría un trabajo rápidamente y ascendería, subiría todos los escalones en el menor tiempo posible, y ganaría dinero, mucho dinero, sería respetada, y colmaría todas sus aspiraciones profesionales.

Y yo estaría aquí, como siempre... estancado.

Cuando la llamé para decirle que una empresa estaba interesada en sus servicios profesionales empecé a seguir su trayectoria laboral durante todo un año y no me equivoqué. Los primeros dos meses ella contestaba al teléfono, yo, al reconocer su voz colgaba. Pero al tercer mes me empezó a contestar una voz masculina. Me hice pasar por un amigo de ella y el ingenuo telefonista me dijo que estaba asistiendo a un cursillo...

Al cuarto mes, el mismo telefonista me había informado de que ahora estaba en el departamento de administración.

Al sexto en el departamento de contabilidad

Al octavo...

Subía, subía alto y rápido como un cohete.

Eran las doce de la noche y ella estaba trabajando en la oficina. Veía la luz de su despacho encendida sentado desde mi coche mientras fumaba un cigarrillo. De pronto se apagó la luz. Unos minutos más tarde ella salía de la empresa con las manos llenas de carpetas, dirigiéndose al estacionamiento a buscar su coche.

Me acerqué por la espalda y con una sonrisa le dije:
- Hola, vengo a hacerte el finiquito.
Y le asesté diez puñaladas con mi cuchillo que simpáticamente había bautizado como "finiquito" cuando lo compré.
Al día siguiente estaba en la oficina leyendo en el periódico lo siguiente:

"...los compañeros de trabajo la encontraron tendida en el suelo con su curriculum vitae ensangrentado apoyado sobre su pecho. Era el tercer caso en quince años que el asesino del curricu...

Mi jefe interrumpió mi plácida lectura y me invitó a su despacho.
- Esto no puede seguir así, cuando no faltas injustificadamente, siempre estás leyendo el periódico y los datos en el ordenador siempre están erroneos y...
bla, bla, bla.
- Si esto sigue así, no me quedará otra opción -me dijo- que despedirte.
- Sí, -le contesté- prepáreme el finiquito, yo le prepararé el mío.