Érase una vez la esposa de cierto hombre rico que enfermó gravemente y como sintió que su final se acercaba llamó a su única hija y le dijo: "Mi niña, sé piadosa y buena y Dios siempre te protegerá. Yo estaré siempre mirándote desde el cielo y pensando en ti". Poco después cerró sus ojos y falleció. Cada día, la doncella iba a la tumba de su madre y lloraba sobre ella, siendo siempre buena y piadosa. Pero ocurrió que su padre se casó nuevamente con una mujer que tenía dos malvadas hijas que despojaron a la niña de sus bonitos vestidos obligándola a usar una vieja capa gris y zapatos de madera y a hacer todos los trabajos pesados de la casa desde que salía el sol hasta que anochecía, persiguiéndola a donde fuera con insultos y burlas. A la noche, cuando estaba cansada, no tenía una cama donde reposar, sino que era forzada a sentarse en las cenizas del hogar y por esto comenzaron a llamarla Cenicienta.
Un día su padre debió salir de viaje y preguntó a su familia qué deseaban que trajera a su regreso. Las hermanastras abrumaron a su padre con pedidos de vestidos y joyas, pero Cenicienta sólo pidió la primera ramita que golpease su sombrero de regreso a casa. Así es que cabalgando por un espeso bosque una rama de avellano quedó atrapada sobre el ala de su sombrero. Cuando Cenicienta recibió su ramita corrió con ella al cementerio y la plantó en la tierra bajo la cual su madre dormía. Tanto lloró Cenicienta sobre la tumba que la rama regada por sus lágrimas echó brotes rápidamente, y se convirtió en un hermoso árbol. Tres veces al día Cenicienta iba debajo del avellano a llorar y rezar; y cada vez un avecilla blanca volaba en el árbol, y si ella deseaba cualquier cosa en voz alta, el pajarito se lo arrojaba, sin importar lo que fuese. Tiempo después el rey organizó un baile que habría de durar tres días y al que todas las doncellas del país fueron invitadas para que su hijo eligiera a su futura esposa. Cuando las dos hermanastras se enteraron de esto llamaron a Cenicienta y le dijeron: -"Peina nuestro cabello, cepilla nuestros zapatos, abrocha nuestra hebillas porque vamos al baile de palacio". Cenicienta obedeció llorando, porque ella también deseaba ir, así que le pidió permiso a su madrastra pero ella replicó: "¿Tú, Cenicienta? Estás cubierta de polvo y suciedad, no tienes ropas ni zapatos y no sabes bailar"-Pero como Cenicienta insistía la madrastra finalmente le dijo: -"He vertido en las cenizas un tazón de guisantes. Si los recoges en dos horas podrás ir". Entonces la doncella abrió la puerta trasera y en el jardín gritó:-"Pichones entrenados, palomas y todas las aves del cielo, ayúdenme a juntar los guisantes buenos en el tazón, y los malos los pueden comer". Y así lo hicieron cientos de aves que ingresaron en la cocina separando los guisantes y llenando el tazón.
Entonces la doncella feliz, corrió a mostrar el recipiente a su madrastra, pero ella le dijo: "No Cenicienta, no tienes ropas y no sabes bailar, todos se reirán de ti", pero como la joven no paraba de llorar le dijo: "Si puedes recoger los dos tazones de guisantes que he arrojado entre las cenizas en una hora podrás acompañarnos". Esta vez la madrastra estaba segura de que la muchacha nunca lo lograría, pero Cenicienta repitió su pedido de ayuda y nuevamente las aves llenaron el tazón, pero nuevamente la madrastra la rechazó diciendo: "No tienes ropas y no sabes bailar. Solo nos avergonzarás". Y así dejó a la niña sola en la casa. Cenicienta corrió entonces a la tumba de su madre y debajo del avellano dijo:
Susurra y sacúdete querido arbolito
que plata y oro yo necesito
Entonces un ave le arrojó un vestido de oro y plata y zapatitos de seda ornamentados con plata. Cenicienta se vistió con alegría y fue al baile. Sus hermanastras y madrastra no la reconocieron y la tomaron por alguna princesa extranjera. El príncipe la notó y tomándola de la mano la llevó a la pista de baile y ya no bailó con nadie más en toda la noche ni le permitió a Cenicienta bailar con nadie más. Pero cuando la muchacha cansada quiso irse a su casa el príncipe le dijo: "Iré contigo para ver que llegues segura", porque quería ver a quién pertenecía la doncella, y entonces la niña huyó de él a través del palomar. Entonces la madrastra se preguntó si aquella joven no sería Cenicienta. Pero cuando volvieron a la casa la encontraron como siempre junto al fuego con sus viejas ropas sucias, porque presurosa Cenicienta había vuelto junto al avellano donde volvió a vestir sus harapos y dejó su hermoso vestido en la tumba de su madre desde donde el avecilla había vuelto a llevárselo. Al día siguiente, una vez que su madrastra y hermanastras hubieron partido, Cenicienta fue al avellano y repitió:
Susurra y sacúdete querido arbolito
que plata y oro yo necesito
Entonces el ave le arrojó un vestido aún más espléndido que el anterior y cuando la doncella apareció en el baile todos quedaron maravillados por su belleza. El príncipe, que la había estado esperando, tomó su mano y no se separó de ella en toda la noche. Pero cuando la joven quiso partir, huyó nuevamente del príncipe y trepando un peral dejó el castillo, depositando nuevamente sus ricos vestidos en la tumba de su madre de forma tal que cuando la madrastra y sus hijas volvieron a la casa la encontraron como siempre junto a las cenizas. Al tercer día Cenicienta fue al avellano y nuevamente dijo:
Susurra y sacúdete querido arbolito
que plata y oro yo necesito
Entonces el ave le trajo un vestido que era mucho más espléndido y brillante que ninguno de los que hubiera tenido antes, y los zapatitos eran de oro puro. Cuando llegó al baile todos enmudecieron de admiración, y el príncipe una vez más estuvo con ella toda la noche, pero nuevamente Cenicienta huyó de su lado transcurrida la fiesta. Esta vez el príncipe había urdido un plan. Todo el camino fue regado con alquitrán, de modo tal que en la huída Cenicienta perdió uno de sus zapatos. Al recobrarlo el príncipe lo tomó y vio que era de oro puro, pequeño y delicado. Así que la mañana siguiente fue con él a ver a su padre y le dijo: "Mi esposa será aquella a quien esta zapatilla dorada le quede".Las hermanastras se alegraron con esta noticia porque tenían pies hermosos, y la mayor tomó el zapato para probárselo en su recámara. Sin embargo no pudo meter su gran dedo gordo a lo que su madre tomando un cuchillo dijo: "Córtate el dedo, porque si eres reina ya no necesitarás caminar". Así lo hizo y metió su pié en el zapato bajando a enseñárselo al príncipe. Entonces él la subió a su caballo como a su futura esposa, pero cuando pasaron por la tumba dos palomitas que se posaron en el avellano comenzaron a cantar:
Vuelve a mirar, vuelve a mirar
la zapatilla está sangrando
la zapatilla le va apretando
la novia de verdad está aún en el hogar
Así el príncipe miró detrás y vio la sangre brotando, así que devolvió a la falsa novia de regreso a su casa. Le llegó entonces el turno a la segunda hermanastra. Ésta llevó el zapato a su recámara pero el talón era demasiado grande. Entonces, su madre, alcanzándole un cuchillo le dijo: "Córtate el talón, porque cuando seas reina ya no necesitarás andar a pie". Y así lo hizo la codiciosa hermanastra, pero una vez más el engaño no surtió efecto, porque cuando llegó con el príncipe cerca de la tumba las aves nuevamente entonaron:
Vuelve a mirar, vuelve a mirar
la zapatilla está sangrando
la zapatilla le va apretando
la novia de verdad está aún en el hogar
Y al ver la sangre brotar del pie de la falsa novia, el príncipe la retorno con su madre diciendo: "Esta tampoco es la doncella correcta. ¿No tiene otra hija?".-"No"-Contestó el padre-excepto la pequeña Cenicienta, hija de mi primer esposa, quien no podría ser su prometida. Pero el príncipe insistía y no tuvieron más remedio que hacer venir a la muchacha. Cenicienta se sentó en un taburete y sacándose sus pesados zapatos de madera se puso la zapatilla que le calzó a la perfección y mientras se paraba el príncipe la miró a los ojos reconociendo a la hermosa doncella con la que había bailado. "¡Esta es mi verdadera novia!"-exclamó. La madrastra y sus dos hijas estaban asombradísimas y blancas de ira, pero el príncipe subió a Cenicienta a su caballo y cabalgó con ella hacia el castillo. Cuando pasaron por el avellano, las palomas cantaron:
Vuelve a mirar, vuelve a mirar
la zapatilla no ha vuelto a sangrar
le sienta tan bien, a ella que es
la verdadera novia para usted
Y mientras terminaban su canto volaron posándose en el hombro de Cenicienta. Se celebró la boda con gran celebración y las dos hermanastras fueron castigadas con la ceguera como castigo a sus maldades.
lunes, 1 de febrero de 2010
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