Darío dijo:
- Papa ¿estás ahí?
- Sí.
- Quiero saber tu nombre, mamá nunca me lo dijo.
- ¿Quieres saberlo?
- Sí.
- Antes debes saber quién eres tú.
Y el vaso dejó de moverse. Después de una hora decidimos marcharnos porque ya no se movía. Darío fue a preguntar a su madre que por qué nunca hablaba de su padre ni nunca le había contado cómo se conocieron ni nada. Ella le contestó:
- Te lo voy a contar.
- Quiero saber quién soy yo.
- Eres el hijo del demonio. Todo ocurrió cuando hice una sesión de espiritismo y quedamos todas las chicas, incluso yo, en trance y al despertar estabas tú en medio de nosotras. Nadie quiso hacerse cargo de ti y yo decidí cuidarte.
Al día siguiente volvimos a juntarnos todos los chicos (Tamara, Darío, Justo y Anabel) para volver a contactar el padre. Volvimos al mismo lugar para hacer la ouija y volvimos a contactar.
Darío dijo:
- Papa ¿estás ahí?
- Sí, ya estás listo para tu momento.
- ¿Qué momento?
- El de tu muerte.
Darío en ese momento murió y los otros niños dejamos la sesión abierta y salimos corriendo a nuestras casas.
Pero todos fueron muriendo poco a poco. Primero Tamara murió una noche que estaba sola en su casa por el mismo hijo del demonio (Darío). A Anabel la mataron cortándole las manos y los pies a trozos y después la ahogaron; Justo murió ahorcado, sin ojos ni dedos de las manos ni de los pies.
Y ahora nos dedicamos a matar a los niños que se ríen del espiritismo como nosotros nos reíamos. Pensar quién ha escrito esta historia, si están todos muertos y nadie sabe cómo morimos.
- Tú eres el siguiente.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario