¡Tengo que escapar!! ¡¡He de huir como sea!! pensaba Kassandra, ya al borde de la extenuación. Había perdido ya el segundo zapato a unos trescientos metros de allí y los guijarros que se le clavaban en las medias rotas durante su angustiosa carrera se abrían paso en su piel, haciéndola sangrar.
Todo había comenzado apenas una hora antes, en aquella tarde de la fiesta de fin de curso. Kassandra había quedado con sus compañeros de clase para la cena de fin de carrera, luego irían a una fiesta que habían organizado en un viejo garage. La fiesta comenzaría a medianoche, y pretendían alargarla hasta que naciera el sol.
La chica salió de su casa y se dirigió tranquilamente hacia el local en el cual habían quedado todos, pero... De repente notó una presencia cercana. Alguien la seguía, lo notaba, aunque ni siquiera había vuelto la cabeza para comprobarlo. La inquietud hizo que apresurase su paso mientras intentaba tranquilizarse a sí misma.
- Bah, serán tonterías mías ¿Quién me iba a seguir sin razón?
El aliento ardiente que sintió en la nuca hizo que cambiase de idea.
Se volvió sobresaltada, mas...
- ¡¡Es imposible!! ¡¡Si no hay nadie!!
La angustia empezaba ya a anidar en su corazón, que latía cada vez más aprisa.
Comenzó a correr chocándose con la gente que transitaba por la acera. Mientras tanto, el sol moría en el horizonte... Y, al doblar una esquina, girando la cabeza, divisó por breves instantes a un horripilante ser de sádico gesto.
Aquel hombre la miraba con ojos hambrientos enormemente abiertos, era pálido como la luna y lucía ropajes fúnebres. Su pelo parecía más bien una larga greña enredada, negra y sucia.
Kassandra ahogó un grito en su garganta y continuó corriendo desesperada, mientras, sin darse cuenta, se iba adentrando en el parque. Una vez allí se escondió tras el grueso tronco de un árbol para recuperar fuerzas.
- Uf, creo que le he despistado, menos mal. ¡Qué tío tan raro, cuando se lo cuente a estos... van a flipar!
Poco a poco la chica fue calmándose. Recompuso su vestimenta y se alisó el pelo, corto y castaño claro, que se le había ondulado levemente por la tensión y el sudor de la reciente carrera.
- ¡¿Quién me mandaría a mí ponerme estos malditos tacones?!
Se quitó el zapato izquierdo, lo puso en el suelo y empezó a masajearse el dolorido pie.
El suspiro largo, caliente y profundo que entró por su oído derecho la hizo estremecerse de puro pavor. Sin tiempo para reaccionar ante el violento empujón, cayó estrepitosamente al suelo, golpeándose en ambas rodillas y en las palmas de las manos.
Procuró levantarse lo antes posible. Sus rodillas habían comenzado ya a sangrar, para colmo de males, un cristal se le clavó en una mano al caer. Gritando de dolor siguió corriendo, esta vez en dirección contraria, intentando escapar del parque, pues auguraba un trágico final para ella si seguía permaneciendo allí.
Prosiguió su huída cojeando, maltrecha, sucia, rota y sangrienta hasta alcanzar la calle principal de la ciudad, que, inexplicablemente se hallaba desierta.
- ¡¿¿Dónde está la gente??! ¡¡Que alguien me ayude!! ¡¡No quiero morir!! -gritaba la muchacha desesperadamente. Pero no encontraba respuesta a su desolación.
Se detuvo para volver el rostro, pretendiendo comprobar si aquel horrible ser aún la seguía.
- Menos mal que el garage ya está cerca, una vez que llegue... ellos me ayudarán.
Entre tanto, aquel extraño ser había exterminado a su paso a media ciudad, y aún se reservaba lo mejor para el final. Se elevó extendiendo los brazos y apareció frente a Kassandra con una sonrisa maliciosa, mostrándole unos colmillos brillantes, largos, aún sedientos a pesar de estar goteando sangre que se derramaba sobre sus negros ropajes.
Kassandra se postró a sus pies, llorando enloquecida.
- ¡¿Qué quieres?! ¡¡No me mates, por favor!! ¡¡Haré lo que tú me pidas!!
El hombre soltó una sarcástica carcajada que resonó en la calle vacía chocando contra la oscuridad.
-¿Quieres saber qué pretendo? ¿Aún no te ha quedado claro?
Agarró sus muñecas con violencia, poniéndola en pie. Kassandra estaba totalmente aterrorizada.
- Hermosa Kassandra, te quiero a ti, y lo único que pretendo es que me muestres dónde están tus amigos.
La chica, con la mente bloqueada, no se paró a pensar porqué aquel raro sujeto conocía su nombre o sabía de la existencia de sus amigos.
- Llévame donde ellos están, y te dejaré marchar. Sin rencor ni venganza -añadió con una afable sonrisa.
La chica señaló al fondo de la calle, donde se alzaba un viejo garage del que surgía una alegre música.
- Estúpidos humanos y sus inútiles diversiones - farfulló el vampiro, agarrando a Kassandra del brazo.
Ambos se dirigieron hacia el fondo de la calle.
- Están aquí -Dijo Kassandra al llegar frente a la puerta del garage- ¿Soy libre ya?
- Llámales, y cuando abran la puerta serás libre.
La chica, nerviosa y excitada, golpeó la puerta de lata para que los demás la abriesen desde dentro.
- Hasta aquí te ha llevado tu egoísmo, Kassandra.
Mientras la puerta se iba abriendo lentamente, aquel horrible ser desgarró su cuello y comenzó a tragar el tibio y rojo líquido de sus entrañas hasta dejarla sin vida.
Al abrirse del todo la puerta la cerró con fuerza tras él, y , lanzando el cadáver de Kassandra ante sus estupefactos amigos, con ojos de sádico y estentórea voz, les gritó:
- ¡¡¡¡BIENVENIDOS A LA FIESTA DE LA SANGRE!!!!
fin.
moraleja (1): No vayas tanto de fiesta...
moraleja (2): No te fies de un vampiro.
viernes, 29 de enero de 2010
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