Blanco y frío amaneció el día bajo heladas cortinas de insensible viento y siniestras brumas de evanescentes nieblas, que cubriendo el cielo con finas y artísticas bagatelas de albinos hilos, daban conocer un nuevo y fastuoso amanecer.
Apartó la niebla como quien revela el celeste cielo tras unas blancas cortinas. El bosque todavía dormitaba, sus árboles todavía albergaban la suave seda oscura con la que la noche los había sorprendido.
Las dulces gotas brotadas de aquel acaramelado cielo ambarino, florecían de las ramas y de los macizos troncos de aquellos gigantes, que ronroneaban sus últimos segundos de sueño.
Sigilosamente se acercó al Estanque Dorado, a las aguas prohibidas, cual largos y finos rayos de luz pintaban el reflejo de su pálido rostro, sus oscuras alas angelicales brillaban ante la blanca luz que pintaba aquel híbrido sentimiento de tristeza y rencor, había despertado de un largo letargo, y su mirada perdida anhelaba venganza. Recordó su vida mortal y el hedor de la oscuridad engullendo su alma; la muerte había saciado su sed con su gélida sangre, y tantas sombrías memorias parecían lejanas junto con la claridad de un nuevo día. Había abierto sus ojos de nuevo, pero el vacío que sentía en su interior era tan intenso que cegaba cualquier rayo de esperanza que pudiera confortarla. No sentía el latir de su corazón, ni el trayecto de su sangre por sus venas... aun así, desgajó todo brío de fortaleza, y desahogó sus penas ante aquellas verdosas aguas que la acechaban... Y aquellas lágrimas que recorrieron sus mejillas, se transformaron en lágrimas de sangre. Sus pálidos ojos grises miraron hacia el frente, y una extraña sombra se alzaba al otro lado del estanque...
El brillo de los ojos de aquella oscura figura, sobrecogió a aquel ángel caído, perdido en aquel remoto lugar, escondido de vida y muerte. Entonces... una helada sensación recorrió su cuerpo, algo o alguien había sorprendido aquel ser inocente, tras creer que la venganza de su muerte sería posible. Rápidamente se giró, y vio aquellos ojos, aquel rostro que antaño había visto entre pútridas rejas cubiertas de oscuro moho... el mismo rostro que había aparecido en su sinistro letargo... durante tanto tiempo....
Las temblorosas manos de aquel mortal le devolvieron aquel preciado tesoro que en vida, ella le había regalado, aquel colgante argentado, con aquella gótica gárgola de piedra...
El tiempo regresó al pasado, cuando juntos de nuevo se miraban por última vez, aquella joven de largos cabellos dorados y ojos esmeralda, regalaron el corazón de su amor obsequiando a su amante aquel arcano tesoro que había protegido sus antepasados... Pero... una sombra rozo sus cuerpos, una sombra regresó del Hades, una sombra cegó sus ojos
Y el silencio... el silencio rasgó el mortuorio desvanecimiento sucumbido, el aire evadió a través de las maléficas puertas de las tinieblas, como el aliento olvidado de hallar vida en la cripta. Asfixiados por el desgarrado y el lúgubre sentimiento de agonía, ambos entrelazaron sus esperanzas para dar fin a tal siniestra desesperación.
...Aquella lúgubre sombra los separó. Damant cayó en las aguas, parecía ahogar su vida con la negra profundidad del dolor... Y aquellas lágrimas de sangre brotaron de nuevo bajo los párpados de la inocente muchacha que a pesar del sufrimiento, se ahogó por fin aferrada a los brazos de la muerte, y como un extraño milagro, su vida inmortal nacía, como un nuevo capítulo de un antiguo y mítico libro... sus argentadas y ancestrales letras, se escribirían a lo largo de su venganza...
martes, 26 de enero de 2010
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