He decidido escribir este artículo después de recibir un curioso e-mail propagado originalmente por The Wizzard (El autor hace referencia a un email aparecido en el foro de noticias es.rec.juegos.rol que incluía un dialogo entre vampiros discutiendo sobre sexo). En este e-mail, las dudas sobre el sexo entre no-muertos sirven para mofarse simpáticamente del mundo de Vampiro y su jerga, que de sobras conoceréis y que constituye toda un mundo con su fauna autóctona dentro de la variopinta comunidad rolera. Dejando aparte las valoraciones personales sobre Vampiro, intentaré hacer una aproximación seria y científica al tema, en la línea que me caracteriza.
En primer lugar, cabe destacar que la figura del vampiro se caracteriza desde sus inicios por una manifiesta y marcada sexualidad. En términos psicoanalíticos, la muerte y el sexo están íntimamente ligados (en todos nosotros, no estamos hablando de necrofilia, que es una patología causada por una desviación de estos impulsos). El impulso sexual (Eros) y el impulso hacia la muerte (Thanatos) conforman nuestro ego. El vampiro representaría, así, una materialización de este ego que reprimimos y sublimamos a diario y que es el motor de nuestra actividad, a expensas del yo y el superyo. Eso explicaría la atracción que sentimos por este personaje mítico, objeto de culto y reverencia catapultado a lo largo del siglo veinte a través de la cultura de masas.
El original Conde Drácula está caracterizado por un aura de glamour. Ante todo, Drácula es un seductor que se cuela en la habitación de las doncellas para arrebatarles su don más preciado. Las doncellas son incapaces de resistirse al influjo libidinoso del vampiro. Tal como veis, la clásica escena de irrupción del vampiro en la habitación de la dama es plenamente simbólica. Las mujeres/vírgenes ofrecen su sangre (su virginidad) al vampiro, personaje de insultante sensualidad y magnetismo viril. Los patrones psicológicos femeninos clásicos nos sirven perfectamente para entender la simbología del vampiro (el conflicto padre/amante, el miedo a desangrarse al perder la virginidad, el amante/monstruo). En todas las adaptaciones de Drácula (ya sea encarnado por Bela Lugosi, Christopher Lee o cualquier otro), el personaje es siempre un gran seductor. Tal y como dice de forma clarividente Bela Lugosi en la película Ed Wood, de Tim Burton, “Las mujeres prefieren los monstruos tradicionales. El horror les repele y atrae a la vez, porque tienen en su inconsciente colectivo la agonía del parto, la sangre. [···] Si quiere triunfar con una mujer, llévela a ver Drácula“. El Drácula de Bram Stoker es un personaje que se mueve básicamente por amor. La fiel adaptación de Coppola nos lo recuerda desde su propia autopromoción, calificándose de “historia de amor” (incluso el tema principal de la banda sonora se titula Love Song for a Vampire). El elemento sensual del Vampiro es, más allá del terror, lo que caracteriza al personaje de Drácula en la película.
Capítulo aparte merecen las características de la vampiro femenina o vampiresa. La tradición nos demuestra que, una vez traspasada la barrera de la muerte y convertida en vampiro, la mujer se convierte en un personaje de sexualidad absolutamente exacerbada, insaciable y fuera de control. Este curioso fenómeno se explica por el lastre cultural del papel de la mujer en la sociedad desde la arraigada óptica machista (que, a todos los niveles y concretamente en el arte, reduce los roles de la mujer a dos: madre o puta). El concepto de femme fatal, la devoradora de hombres, es un icono cultural arraigado y desarrollado en diversos periodos de la historia del cine. Los Dráculas de la Hammer son un gran ejemplo en el que podremos encontrarnos con casos casi esperpénticos de vampiresas ávidas de sangre (léase sexo), en contraposición a la figura siempre controlada, elegante y carismática de su líder, el Conde Drácula. Volviendo al Drácula de Coppola, el componente de sexualidad extremo de la vampiresa es evidente y deliberado, como se observa en la escena en la que Jonathan Harker es “devorado” casi literalmente por la jauría de vampiresas que integran el harén personal del Conde con imágenes cenitales que nos recuerdan al más puro cine porno.
Las revisiones más contemporáneas del mito vampírico no sólo evidencian la conciencia de su naturaleza sensual y sexual, sino que destaca (y, en ocasiones, prima) las relaciones homosexuales entre vampiros. Al fin y al cabo, después de la muerte las funciones estrictamente reproductoras del comportamiento sexual desaparecen, quedando únicamente la vertiente erótico/lúdica, así que el conflicto homo-hetero pasa a ser una mera cuestión de formas. Por poner un par de ejemplos, basta con echar un vistazo a los escarceos amorosos de Brad Pitt, Tom Cruise y ¿Por qué ya no se me levanta?Antonio Banderas en la adaptación de la novela de Anne Rice Entrevista con el vampiro, el trio morboso entre David Bowie, Susan Sarandon y Catherine Deneuve en The Hunger, de Tony Scott, o bien a los delirios post-modernos y metafísicos de The Addiction, de Abel Ferrara, o Trouble Everyday, de Claire Denis.
Llegando al terreno estrictamente fisiológico, es necesario reflexionar sobre las implicaciones de la actividad vampírica. Por definición, un vampiro se dedica a alimentarse con la sangre de sus víctimas. Paralelamente, recordemos que la erección masculina habitual en una relación sexual ortodoxa se produce a través del riego sanguíneo: con el estímulo sexual, los cuerpos cavernosos del pene se llenan de sangre y provocan la erección propiamente dicha. En tal caso, mi duda es la siguiente: cuando un vampiro macho se alimenta de su víctima, ¿no sería lógico que eso le provocase una erección? En tal caso, el componente sexual del vampirismo se evidenciaría todavía más, si cabe. Por otra parte, teniendo en cuenta que la eternidad es muy larga, parece lógico que unos seres inmortales que disponen de todo el tiempo del mundo lo inviertan pasándolo en la mejor postura y compañía posible. En principio, y para su gozo, los vampiros están inmunizados a enfermedades de transmisión sexual. Alcanzado este punto, cabe cuestionarse qué es lo que siente la víctima humana del vampiro al ser atacada. Si consideramos el ataque como un acto sexual, ¿es posible que la víctima llegue al orgasmo máximo justo antes de morir? En fin, en resumidas cuentas, la vida sexual del vampiro se debería regir por los mismos parámetros que la de los seres humanos, es decir, que cada uno se apañe como mejor pueda.
domingo, 28 de marzo de 2010
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1 comentario:
Fijate que alguien ya me habia comentado algo parecido al vampiro y sus amorios, solo que la idea era metaforica en torno al VIH, algo raro....no se si sepas que hay unos tipos en California, que quieren ser contagiados, y al hacerlo, hacen como una fiesta de iniciacion, y con parafernalia vampiresca......la gran diferencia es muy clara: aqui la eternidad va pero pa" l panteon.
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