miércoles, 3 de marzo de 2010

"Los Niños Asesinos de Liverpool"

 
“¿Quién puede matar a un niño?”
Narciso Ibáñez Serrador


Nacidos en Liverpool, Gran Bretaña, en 1983, los niños Robert Thompson y Jon Venables tenían diez años de edad y un historial problemático en la escuela. Provenían además de familias disfuncionales. Eran chicos que siempre reprobaban en el colegio, con dramas de alcoholismo, violencia familiar y divorcios en sus casas. Robert Thompson era un niño que había aprendido a desconectarse emocionalmente por los traumas que había sufrido desde pequeño, sobre todo el abandono de su padre, que les dejó cuando tenía seis años, y la violencia que había visto en casa antes y después de eso.



Robert Thompson en la escuela


Los paralelismos con Jon Venables resultaban evidentes: ambos tenían problemas en su casa, un entorno violento donde se abusaba del alcohol, graves conflictos entre sus padres, hermanos con dificultades de aprendizaje y, además, sufrían el acoso de sus compañeros. Por eso se hicieron tan amigos.



Jon Venables en una foto familiar


Unos días antes, habían visto juntos la tercera película de Chucky, el Muñeco Diabólico. Esa cinta, según declararían meses después, los inspiró para cometer la acción que emprenderían poco después.



El 12 de febrero de 1993, Robert Thompson y Jon Venables faltaron a la escuela. Días antes habían intentado robarse a un niño, pero la madre había regresado pronto y no lo habían conseguido. Ese día lo intentarían de nuevo. Habían estado dando vueltas por los alrededores del Centro Comercial Strand, de Bootle, Merseyside (Liverpool), en Inglaterra.



La entrada al Centro Comercial Strand



El interior del shopping mall


Tiempo después, una anciana recordó que ese día los chicos se burlaron de ella por caminar encorvada. Una empleada afirmó que los echó de la oficina hipotecaria donde trabajaba, después de que entraran gritando y revolvieran los folletos de información. Uno de ellos fue visto también en la librería del centro comercial, hojeando un cómic; cuando la dependienta le preguntó si quería algo, "tiró el cómic y salió huyendo".



Jon Venables y Robert Thompson al acecho, momentos antes del secuestro


Mientras tanto, Denise Bulger y su hijo de dos años, James Patrick Bulger (nacido el 16 de marzo de 1990), estaban haciendo compras. Para las 15:37 horas, el pequeño James y su madre entraban en una carnicería. Las cámaras de vigilancia del centro comercial registraban todo, paso a paso, con la hora sobrepuesta a las imágenes. Una documentación en video del itinerario fatal de esa mañana invernal.



James Bulger, la víctima


Cerca de allí, los dos niños vigilaban. A las 15:38, el pequeño estaba junto a la puerta de la tienda, esperando a que su madre terminara. A las 15:39, cuando Thompson y Venables le tendieron la mano, el niño, curioso y de naturaleza jovial, no lo pensó dos veces. A las 15:40, Denise salía de la tienda y buscaba a James. A las 15:41, James reaparecía en otra cámara: caminaba por la galería principal del centro en compañía de dos niños mayores que él. A las 15:42, James se acercaba a la puerta del recinto, dando la mano a uno de sus acompañantes. A las 15:43, el trío abandonaba el centro. Esa fue la última imagen de James Bulger con vida. La madre lanzó la alarma de inmediato, pero ya era tarde: James se había alejado con sus asesinos por una salida secundaria, como mostraron luego las cámaras del circuito cerrado de televisión.



La imagen que dio la vuelta al mundo: el instante del secuestro


Las últimas horas de James Bulger consistieron en una larga y terrorífica caminata desde el Centro Comercial hasta un descampado junto a una vía férrea, cerca de un río. En el trayecto, treinta y ocho testigos los vieron pasar. Fueron cuatro kilómetros de marcha agotadora, durante los cuales James Bulger lloró casi ininterrumpidamente. Varios testigos recordaban a James lloroso y con magulladuras en la cara.



Una mujer dijo haber visto cómo los otros dos niños cogían a James de las manos, uno a cada lado, y lo balanceaban hacia delante y detrás "subiéndole hasta la altura de sus cabezas". El niño parecía muy asustado, explicaría tiempo después.



Otro testigo dijo haber visto cómo los acusados "cogían al más pequeño por los brazos y le arrastraban". "Me pareció que el más pequeño quería huir", señaló. Treinta y ocho testigos admitieron ver a los chicos maltratando a James Bulger durante el trayecto que hicieron, pero ninguno intervino ni lo defendió.



Eso apenas fue el comienzo de una larga agonía. Cuando llegaron a una vía férrea del paraje de Walton, Robert Thompson y Jon Venables no mostraron piedad alguna. Primero lo pintaron de verde. Luego le arrojaron ladrillos encima al pequeño y lo golpearon repetidas veces con una barra de metal. Thompson le dio una patada tan fuerte en la cara que le dejó la huella marcada en la piel. Le rompieron las manos y los dedos pisoteándoselos. De allí le quitaron los pantalones y los pañales y lo torturaron con baterías eléctricas, mismas que terminaron introduciéndole por el recto como parte del abuso sexual que cometieron con él. Se pararon luego sobre el niño y le brincaron encima de su estómago y pecho. Después lo patearon en el vientre hasta reventarlo. Ya muerto, colocaron el cadáver sobre las vías férreas, para que el tren lo destrozara y simular un accidente. Se alejaron riendo y burlándose de algunos detalles, de regreso a sus respectivas casas.



Los escenarios del crimen




Mapa del área


El secuestro desató una cacería humana sin precedentes: Scotland Yard movilizó a cientos de agentes por toda Gran Bretaña. El cadáver del niño fue hallado el 16 de febrero, tras cuatro días de búsqueda nacional: el tren lo había cortado en dos.



El hallazgo del cadáver


Los investigadores examinaron las cintas de los videos de seguridad una y otra vez antes de darse cuenta de lo que había ocurrido en realidad y lo que observaron los dejó atónitos: James había sido sacado por otros dos niños. Al principio se pensó que se trataba de dos chicos enviados por el verdadero secuestrador, pero la realidad de lo ocurrido horrorizó a la opinión pública.



Cartel pidiendo información sobre los asesinos


Robert Thompson y Jon Venables fueron arrestados en una movilización policíaca digna de una película de acción. Por decisión expresa del gobierno, fueron juzgados como adultos; los ingleses deseaban darle una lección al mundo.



Robert Thompson y Jon Venables tras su arresto



Durante el juicio, los dos acusados asistieron impasibles a la reconstrucción efectuada por el fiscal en los juzgados de Preston, a unos treinta kilómetros del solar donde James fue muerto a golpes y pedradas. El jurado examinó las imágenes grabadas por la cámara de seguridad del Centro Comercial Strand, donde los dos acusados secuestraron al pequeño. Con la hora sobreimpresa en las imágenes, resultó sencillo ordenar la secuencia de los hechos.



En el juicio, los niños asesinos nunca tuvieron la menor oportunidad de defenderse: la prensa y la opinión pública siempre los trató como adultos. Jon Venables aprendió a desconectarse de lo que se decía en la sala, para concentrarse en sus zapatos o en jugar con las manos. El juicio se convirtió en un acto de histeria colectiva donde la gran perdedora fue la infancia británica.



El juicio de Robert Thompson y Jon Venables


Venables y Thompson jamás fueron vistos como si fueran niños durante el juicio pero los demás chicos británicos perdieron su libertad, su derecho a hacer mandados, a jugar a la pelota en su barrio con sus amigos o simplemente andar en bicicleta en la vereda, su derecho a la infancia. La filosofía de que los niños no estaban seguros en ninguna parte se impuso. No se podía dejar a los hijos con nadie a cargo: miles de mujeres abandonaron sus empleos para ocuparse solamente de sus chicos ante el síndrome y el miedo al secuestro. Nada volvió a ser como antes.




Varios psicólogos de la defensa sostuvieron que los asesinos pensaban que sólo era un juego. Pero ese argumento no sirvió de nada: al final, fueron condenados a cadena perpetua. Los tabloides británicos glorificaron la condena a perpetuidad. A los jueces británicos les bastó que los chicos diferenciaran "el Bien del Mal" para aplicarles la condena. La máxima concesión que los acusados recibieron fue que sus nombres no se conocieran, pero los tabloides violaron las reglas.



Los titulares sobre el crimen y el juicio


Jon Venables y Robert Thompson pasaron ocho años y cuatro meses en prisión. Aunque en prisión estuvieron separados, las vidas de Jon Venables y Robert Thompson no fueron muy diferentes. Ambos estuvieron rodeados de fortísimas medidas de seguridad y de una legión de especialistas. El gobierno británico gastó en su rehabilitación tres millones de libras esterlinas (cuatro millones de dólares). A pesar de que los niños se pasaron durante años la pelota de la responsabilidad por la muerte de Bulger, ambos terminaron por asumir su culpabilidad. Su horario en prisión, sin embargo, no era tan estricto: entre semana, se levantaban a las 7:00. A las 9:15 horas comenzaba su jornada educativa, hasta las 15:15 horas. Por la tarde permanecían encerrados en su celda hasta que, a las 22:00 horas, las luces se apagaban. Los fines de semana tenían permiso para quedarse en cama hasta las 11:00 horas. En sus cumpleaños, recibían diez libras. Incluso, Venables y Thompson realizaron varias salidas supervisadas al exterior, muchas de ellas al teatro.



El funeral de James Bulger


A quien más le costó adaptarse a la vida en la cárcel fue a Jon Venables, quien en prisión siguió evadiéndose de la realidad. Pero en noviembre de 1997, la psiquiatra Susan Bailey informaba que lo había asumido todo. En prisión, Venables estudió duro, terminó la escuela primaria y varias asignaturas de la secundaria. Sus educadores afirmaron que podría ir a la universidad. Durante su largo proceso de recuperación, el niño de los dientes separados contó siempre con el apoyo de su madre. Todos los fines de semana recibió la visita de su progenitora, Susan, y de su padrastro, Neil.



Jon Venables: el inadaptado


Robert Thompson, a quien le costó trabajo superar el bachillerato elemental, se reveló como un artista. Al poco de ingresar en prisión, le hizo a su madre una mesa de café. Luego diseñó un vestido de novia que él mismo realizó con la ayuda de una aguja y un dedal. Sus dotes artísticas se pueden apreciar en la sala de visitas de la prisión, donde hay colgados varios de sus cuadros.



Otro escándalo ocurrió cuando, en el juego electrónico basado en la serie de televisión La Ley y el Orden, se incluyó la imagen del secuestro en uno de los escenarios. La madre del pequeño James protestó públicamente por este hecho y la imagen fue retirada.



El videojuego: la imagen del secuestro se nota al fondo


En 2001, una comisión independiente dirigida por el Ministerio del Interior decidió, tras cuatro días de debate, que los dos muchachos estaban rehabilitados. El Ministro del Interior, David Blunkett, comunicó la decisión de la Comisión, presidida por un juez de la Alta Corte, con una respuesta escrita a una interrogación parlamentaria. Subrayó que "nadie podrá jamás olvidar el caso de James y el dolor de su familia. El asesinato del niño James Bulger fue un suceso terrible para su familia y para toda la nación, pero no sería de interés público perseguir a los responsables ahora que la junta de libertad bajo palabra ha decidido que ya no es necesario para la seguridad del público que estén confinados", afirmó.



Las protestas por la liberación de los homicidas


Pero en Gran Bretaña, donde nadie pudo olvidar la historia de la sádica ejecución del pequeño James Bulger, la noticia provocó furia. La ferocidad de la acción de los niños homicidas asombró al mundo. Cuando se enteraron de la decisión de liberarlos, la madre y el padre del pequeño James, ya divorciados, se dijeron "profundamente doloridos y conmocionados" por la decisión. "Estoy disgustada, tanto por el Gobierno como por la Comisión", subrayó la madre, Denise. "La vida de mi hijo fue robada de una manera inimaginable. Ahora tengo miedo. No me atrevo a mandar a mi hijo a la escuela. ¿Quién me puede asegurar que estos dos no estén al acecho?", se preguntó.



Denise Bulger tras la noticia de la liberación de los asesinos de su hijo


Por eso, la justicia estimó que los asesinos no podían pisar la calle con su verdadera identidad. Como espías, fueron entonces instruidos en el arte del engaño. Los más astutos cerebros del Ministerio de Interior se afanaron en darles nombres y apellidos falsos, un pasado falso, una historia falsa. Así lo ordenó la jueza Elisabeth Butler-Sloss, quien aseguró: “Existe la posibilidad real de que encuentren la muerte a manos de miembros de la familia Bulger o de individuos vengativos”. Esto a raíz de la amenaza lanzada por el padre de James, Ralph Bulger: “No pararé hasta dar con ellos”. Nadie, excepto un círculo pequeño, sabe qué caras tienen en este momento. Ni siquiera si son gordos o flacos, altos o bajos. El fallo judicial prohíbe que se difunda cualquier detalle sobre ellos.



Ralph Bulger: el padre sediento de venganza


Venables y Thompson recibieron una nueva identidad y una casa segura: una operación que le costó al gobierno británico más de cuatro millones de euros. La justicia británica ordenó que las nuevas identidades de los asesinos nunca sean publicadas. No podrán estar en contacto entre sí, ni con la familia de su víctima, y tienen prohibido acercarse a Meyerside, su localidad natal y donde cometieron el crimen.



Supuesto retrato de Robert Thompson en su nueva identidad de "Sean Walsh"



Pero los especialistas descreen de la posibilidad de una "nueva vida" para los asesinos. Sostienen que la avidez de los medios y el repudio de la sociedad harán que tarde o temprano se los encuentre. Poco después de su reubicación, salieron a la circulación dos versiones con supuestas fotografías recientes de Robert Thompson, lo que desató en el gobierno el temor de que su identidad pueda llegar a conocerse.



Supuesto retrato de Robert Thompson en su nueva identidad de "Arthur"



Según Harry Fletcher, presidente de la Asociación de Funcionarios Supervisores de Presos en Libertad Provisional, las posibilidades de que algún día se conozca la verdadera identidad de los dos homicidas es muy alta. "¿Qué pasa si comienzan una relación con una chica? ¿Qué pasa si alguno de los dos es detenido por la policía, o queda ingresado en un hospital, y la policía comprueba sus antecedentes?", se preguntó. "Habrá un número importante de gente que sepa sus identidades reales, y casi con toda seguridad se filtrarán", afirmó.



¿Dónde comenzaron su nueva vida? En un primer momento, las autoridades pensaron trasladarlos al extranjero. Australia, Canadá, Nueva Zelanda... pero estos países se negaron a recibir a los famosos asesinos. Además, fuera del Reino Unido, era mucho más difícil monitorear a los jóvenes criminales. Porque aún en libertad, la policía decidió seguirlos de cerca para asegurarse de que su proceso de rehabilitación no se tuerza, pero también para protegerlos del peligro de que alguien averigüe su identidad y decida hacer justicia por mano propia. Todas las habitaciones de las casas de Thompson y Venables cuentan con alarmas conectadas con la policía, que acudirá ante cualquier emergencia.



Las vidas de Venables y Thompson recomenzaron en alguna ciudad del norte de Inglaterra, donde su acento de Liverpool pasaría desapercibido. Viven en un centro urbano por aquello del anonimato de las ciudades y, por supuesto, ambos tienen sus domicilios en localidades diferentes. Dada la combinación fatal que forman, nunca, jamás, podrán encontrarse. De hecho, hace ya ocho largos años que no se ven las caras. La última vez fue el 24 de noviembre de 1993. Tenían once años y estaban sentados en el banquillo de los acusados, escuchando la sentencia.



Denise y Ralph Bulger, los padres del pequeño James, tras el asesinato de su hijo



Para evitar riesgos, los miembros del Ministerio del Interior británico procuran que su nueva historia familiar sea lo más parecida posible a la auténtica. ¿Cómo saldrán del paso si, después de decir que han estudiado en tal o cual colegio, alguien les dice que no los recuerda? La idea preocupa a los asesinos. Susan, la madre de Jon Venables, fue una de las primeras en ensayar la "vida de mentira". Por seguridad, adoptó un nombre falso y dejó atrás Merseyside, donde era conocida como “la madre del monstruo”. La madre de Robert Thompson, Ann, quien tiene otros siete hijos, también cambió de nombre y se mudó varias veces para evitar la ira de los vecinos.



Otro problema es la prensa. Los tabloides británicos y la prensa sensacionalista están al acecho y la prohibición de publicar detalles que puedan desenmascararlos sólo rige en Inglaterra y Gales. La madre del pequeño James Bulger, Denise, sedienta de venganza, recordó que la difusión en Internet de detalles e incluso fotos de los asesinos sería legal.



Los titulares sobre la liberación de los niños asesinos



“Cada minuto que pase, deberán vigilar sus espaldas. Aunque se vayan a vivir en el fin del mundo, nunca podrán estar tranquilos”, declaró. También ha predicho que algún día alguien los matará y que ella apoyará a sus asesinos en caso de que se celebre un juicio", declaró Denise Bulger.



La indignada madre de James


En una entrevista que publicó el Daily Mail, Denise (ahora apellidada Fergus) comenta: “No hablo de la pena de muerte, pero creo que van a morir porque hay personas que van a matarlos”. La madre de James Bulger, que se declara todavía “llena de odio, ira y miedo” años después de la muerte de su hijo, cree que Jon Venables y Robert Thompson acabarán por ser encontrados a pesar de la nueva identidad de la que disponen y de la protección de su anonimato.



“Y si alguien los mata, yo estaré a su lado en el tribunal para decir: ‘El responsable es el Gobierno porque sólo apoya a los asesinos’. Un día, una pistola apuntará hacia ellos, aunque no sea yo quien la sostenga”. Ya no son Jon Venables y Robert Thompson, pero, en el fondo, siguen siendo y serán por siempre los asesinos de James Bulger.


3 comentarios:

malaschambas dijo...

Diez años es mucho tiempo.....hay que ver a los psicopatas de 8,9, como maltratan y denigran a sus pares en las escuelas, autenticos hijos de Angra Mainyu.

Anónimo dijo...

Tienes una foto,cuyo titulo es Jon Beneables en una foto familiar,que tiene nada que ver con la noticia,ya que estas ensuciando la imagén de una criatura inocente por no contrastar la info que pones o por hacer copia y pega,ese es un niño inglés que murio por un disparo siendo inocente,te recomiendo lo 1ro que quites la foto y lo 2do que contrastes la info que pones,para no acusar a quién no debes,porque no es logico que yo ponga el nombre de un psicopata en "google"y me salga loa cara de ese chaval....

Escrito con Sangre dijo...

Hola, soy el creador del website "Escrito con Sangre" (www.escritoconsangre.com.mx). Este post ha sido copiado textualmente del que se publicó en nuestra página. Te pido que por lo menos, nos menciones como fuente. Gracias.