domingo, 28 de marzo de 2010

COMO SER UNA MUJER INTELIGENTE

Las mujeres inteligentes saben que....
Dios creó las citas para que las mujeres puedan
descubrir las características negativas de un hombre antes de
involucrarse con él, NO DESPUES.

Las mujeres inteligentes saben que ...
Si siempre vuelves con el hombre equivocado, tal
vez no tengas la oportunidad de conocer al hombre correcto.

Las mujeres inteligentes saben que ...
Las palabras 'Te quiero' no salen con facilidad
ó rapidez de la boca de un hombre sincero.

Las mujeres inteligentes saben que ...
Aunque ella sea la mujer adecuada, el hombre
equivocado siempre será el hombre equivocado.

Las mujeres inteligentes saben que ...
Todo hombre que no sabe 'lo que quiere' no
merece lo que tiene.

Las mujeres inteligentes saben que ...
Si los hombres equivocados siempre te
encuentran, es porque das las señales equivocadas.

Las mujeres inteligentes saben que ...
A menos que tengas conexiones con la Interpol,
debes pensarlo dos veces
antes de salir con un hombre mujeriego.

Las mujeres inteligentes saben que ...
Esperar que un hombre cambie es como esperar que
uno gane la lotería.

Las mujeres inteligentes saben que ...
Algunos hombres cambian, pero cuando lo hacen
también cambian de mujer.

Las mujeres inteligentes saben que ...
No es inteligente aferrarse al dolor

MUJER RECUERDA SIEMPRE....

Luce bonita, no importa si vas sólo a tu trabajo...no sé sabe si camino
a este encontrarás a alguien que se fije en tu caminar.

Proyecta siempre que te sientes bonita. Una mujer no sólo es bonita
cuando usa ropas caras ó trae un buen maquillaje...

Una mujer refleja en la cara lo bonita que se siente si se muestra segura de sí misma al caminar!

UNA MUJER DEBE TENER....

El valor necesario para alejarse cuando no la aman.
Libertad económica suficiente para irse y rentar un lugar propio, incluso si nunca lo desea o lo necesita.
Una etapa de juventud que dejar atrás con gusto.
Un pasado suficientemente rico en experiencias, como para ser contado al llegar a una edad avanzada.
La certeza de que seguramente llegará a una edad avanzada y tener dinero guardado en el banco, suficiente para no depender de nadie.
Un equipo completo de destornilladores, taladro... y al menos un brassier negro de encaje.
Un hermoso mueble en casa, que no perteneció a nadie en la familia.
Un e-mail en donde recibir y enviar frases de aliento.
Un juego de vajilla para ocho personas, copas y la receta para una cena que haga espléndidamente a sus invitados.
Una rutina de cuidado de la piel, un plan de ejercicios y un proyecto para enfrentar aquellas facetas de la vida que no mejoran después de los 30.
Un inicio sólido en una carrera que le encanta.
Una relación satisfactoria.

TODA MUJER DEBE SABER:

-Cómo enamorarse sin dejar de ser ella misma.
-Lo que quiere con respecto a tener hijos
-Cómo: renunciar a un trabajo, terminar con un novio y confrontar a un amigo sin arruinar una amistad.
-Cuándo intentarlo todo... y cuándo alejarse.
-Cómo pasarla de maravilla en una fiesta a la que no deseaba asistir.
-Cómo pedir algo que realmente desee de manera que casi seguramente lo consiga.
-Tiene que entender que no puede modificar el ancho de sus muslos ó sus caderas, o la forma de ser de sus padres.
-Que su niñez pudo no ser perfecta... pero ya terminó.
-Lo que podría o no podría hacer por amor... ó debería o no.
-Como vivir sola... aun si le desagrada.
-Debe saber en quién confiar y en quién no.
-A dónde ir: a sentarse con su mejor amiga o a una agradable cabaña en la playa, cuando su alma necesita alimentarse y tranquilizarse.

'Señor: Aquí te presento a mi amiga para que la bendigas, la cuides y le enseñes a vivir. Tú que sabes lo que vive, lo que le preocupa, lo que siente, lo que piensa, lo que anhela, lo que le falta y lo que desea.
Tú que sabes cuándo llora, cuando ríe, cuando está en soledad. Cuídala, protégela, anímale a seguir adelante; acompáñala siempre.

NOTA: No olvides que lo ideal sería lograr tener todo, pero aunque
sólo leas la lista y te sientas identificada en algo, estas en buen camino.
Nunca pierdas la esperanza, de cada día lograr nueva conquistas.

DEBAJO DE LA CAMA

La imagen que más le había impresionado en toda su vida pertenecía a una película de la cual no recordaba ni el título. Había una niña tumbada sobre su cama. Poco más allá, a su izquierda, había un espejo, y ella podía verse dormir. La luna reflejaba su imagen, y cada noche, por aquello del miedo que atenaza a los niños, la cría se miraba en el espejo y aprovechaba para ver si debajo de su cama había algo de lo que debiera tener conocimiento. Tras ver que no había nada se quedó tranquila. Unas escenas más adelante volvió a hacer lo mismo y luego cerró los ojos. Su mano cayó hacia el suelo. En un momento dado notó una humedad viscosa en su mano lacia y abrió los ojos sin atrever a moverse un ápice. Giró la cabeza hacia la izquierda y miró el espejo. Bajo su cama había un hombre con ojos de sádico, que lamía su mano con la boca sangrienta en un rictus perverso.

Aquella escena era la que más terror le producía, pero ella no tenía un espejo al lado de la cama para mirar si estaba sola en la habitación, y por más que había pedido a sus padres que le pusieran un espejo estos siempre le habían dicho lo mismo: no hay sitio. A un lado tenía el balcón y al otro un armario y la puerta. No cabía esa posibilidad, y ponerlo enfrente no tenía sentido.

De modo que Leticia miraba debajo de su cama nada más entrar en la habitación, con las luces abiertas y la puerta del cuarto abierta, por si tenía que gritar y ser escuchada por sus padres. Una vez comprobaba que no habia nada, cerraba la puerta para asegurarse de que nadie podía entrar, y tras leer algunas páginas de un libro de la colección del Barco de Vapor, se dormía con la luz de la lamparilla encendida. Más tarde, como cada noche, entraría alguno de sus padres para darle un beso en la frente y cerrar la luz. También cerraban la puerta por expreso deseo de ella. Si antes no habían entrado, después tampoco lo harían.

Una noche entró e hizo su rutina habitual. Cuando terminó abrió el libro que estaba leyendo, sus ojos consumieron ávidamente unas páginas y cayó rendida. Su madre entró veinte minutos después, besó su frente, cerró la luz y se marchó, dejando cerrada la puerta.

Leticia no pudo ver como media hora más tarde el pomo de su puerta giraba lentamente. La puerta no chirribaba, de modo que tampoco se enteró cuando ésta se abrió lentamente y “algo” que no tenía forma ni color se deslizó por el suelo sin hacer ningún ruido. Ella permanecía inerte sumida en sueños cuando la sábana que la cubría comenzó a deslizarse hacia sus pies. Un pequeño cosquilleo producido por el movimiento de las sábanas hizo que moviera las piernas incómodamente, casi en un arranque nervioso, pero no llegó a despertarla. Cuando las sábanas terminaron en el suelo Leticia comenzó a tener una pesadilla. Sus ojos, ocultos tras los párpados cerrados, se movían rítmica y velozmente. Mientras tanto un ser invisible a la vista humana, deslizaba parte de sí por las piernas desnudas de Leticia, provocando que toda su piel se estremeciera y el bello de todo su cuerpo se erizara. Un frio glacial recorrió sus pies, sus piernas, su cintura, su pecho y sus brazos y terminó llegando hasta su rostro como un suspiro mortal. Leticia sintió que el corazón se le congelaba y abrió los ojos en un rictus de horror. Respiró hondo y comenzó a hiperventilarse mientras sus manos se agarraban fuerte a la sábana de fondo. Cuando logró aminorar la velocidad de su respiración y su corazón volvió a su número de palpitaciones habitual, Leticia parpadeó un par de veces más y se centró. Algo fallaba. No era solo la pesadilla que le había despertado, había algo más. Era un presentimiento. En un moviento tan rápido como el miedo le permitió, encendió la luz de la habitación.

Sentada aún en la cama se miró las propias piernas y encontró la respuesta a su pregunta. La sábana que cubría su cuerpo ahora no estaba. Miró a un lado y otro de la cama sin apenas mover más músculo de su cuerpo que el del cuello, y no encontró la pieza que faltaba. De un bote se puso de rodillas y se acercó hasta los pies de la cama. Allí abajo, de forma circular, estaba toda la sábana que debía haber estado cubriendo su cuerpo. Comenzó a sentir otra vez el miedo que la había hecho hiperventilarse y su respiración volvió a agitarse. De haber sido asmática ya habría sufrido un ataque. Era una suerte ser una niña sana. Si hubiera tenido setenta años probablemente aquella noche habría muerto de un ataque al corazón.

Alargó el brazo para recuperar su sábana y se la echó por encima. Todavía luchaba por recuperar también la serenidad. Tenía tanto miedo que apenas le salió un susurro de la boca cuando creyó estar gritando “mamá”. Su carne de gallina y su bello erizado no la tranquilizaba en absoluto. Tras gemir comenzó a llorar. Si las palabras no salían de su boca, tendría que ir hasta la habitación de sus padres para dejarse consolar... y aquello también le provocaba pavor. La habitación estaba dos cuartos más allá, al fondo del pasillo. Pero si quería que hubiera alguien con ella hasta que consiguiera volver a dormirse, tendría que salir de su propia habitación. Con todo el valor que una niña de doce años podría tener, Leticia localizó primero las zapatillas para ponérselas lo más rápido posible y salir corriendo de allí. Pensó que si corría llegaría antes a la habitación de sus padres y podría meterse entre ambos para recuperar la tranquilidad y el sueño. Sólo sus padres tenían esa capacidad de devolverle la paz. Ella era muy joven, no podía hacerlo todo sola. Necesitaba dos adultos a los que amaba y en los que confiaba.

Decidida, tras localizar sus zapatillas, se abrazó a la sábana, se calzó y corrió hacia la puerta de su habitación. Fue entonces, cuando al alargar el brazo para abrir el pomo, se dio cuenta de que la puerta estaba abierta. El miedo la paralizó de nuevo y sus ojos bailotearon de terror. No se atrevía a girarse y en el umbral permaneció el tiempo que a ella le pareció una eternidad. Sus pies no se atrevían a dar un paso más. Comenzó a hiperventilarse de nuevo y sintió marearse, y en un arranque último de valor extendió el brazo y abrió la luz del pasillo. ¿Iba a morir de miedo? Aquella duda consiguió que echara a correr hasta la habitación de sus padres pero fue tan rápida y torpe que se estampó contra la puerta semiabierta.

Cayó al suelo y se dañó un tobillo, pero provocó el suficiente ruido como para que su padre se despertara y abriera la luz.
- ¿Leticia?

La niña alzó su rostro poco a poco. Primero vio las baldosas del suelo, luego llegó hasta las zapatillas de su padre, y entonces miró debajo de la cama de matrimonio.

Antes de que la habitación comenzara a darle vueltas y cayera al suelo había podido ver que debajo de la cama de sus padres estaba su madre sobre un charco de sangre y un ser etéreo, como el cristal, al cual sólo se podía con los ojos de la infancia, lamía la barbilla sangrienta de su madre.

FIN.

AZUL

Al despertar en su cama se desperezó y se restregó los ojos. Sus largos y blancos dedos tocaron su frente y una alarma en su interior se disparó. ¿Un grano?. ¡Por Dios! Con treinta y tres años, un hombre hecho y derecho no podía ser víctima del acné. Instintivamente palpó de nuevo con sus yemas blandas, las yemas de un pianista, tersas y pulcras, la pequeña protuberancia que había descubierto tras un largo y reconfortante sueño.
Un incómodo malestar le arrebató la comodidad de su descanso y se levantó, casi furioso, de la cama.
Entró en el cuarto de baño para mirar el supuesto maldito grano que había llegado tarde.
- ¿Qué...?
No podía dar crédito a sus ojos. Lo que veía tenía la apariencia física de una gota. Una gota azul. Sus pupilas se dilataron mientras se miraba de frente en el espejo. Sus ojos tenían el mismo color que aquel diamante de materia desconocida que había nacido, sin previo aviso, en el centro de su frente. Parecía un tercer ojo pero... ¿de dónde había salido?
Sus largos dedos volvieron a posarse sobre la gota azul y sus yemas se deslizaron sobre ella. Rememoró la gelatina tras palpar el bultito y se dijo que aquello era muy raro. Tenía la apariencia de un diamante pero el tacto le demostraba que era una sustancia blanda. Se lavó la cara e intentó despegar al intruso que había en su frente, pero ni siquiera frotando una áspera toalla que en su día fue de suave rizo americano consiguió despegarlo o desintegrarlo. Volvió a probar con jabón pero éste solo consiguió que fuera más difícil localizarlo.
Se dio pronto por vencido y volvió a tirarse en la cama. Su cuerpo pedía cinco minutos más de sueño y no pudo evitar quedarse dormido. Cuando había despertado, justo antes de tocar aquel bultito azul, había pensado que no necesitaba más descanso porque se sentía fresco y lleno de energías. Sin embargo aquella cosa extraña que se había apoderado de su frente provocando un golpe a su vanidad le había sentado como una patada en el estómago. El concierto era importante, pero su imagen también.

El sol aún no había salido y el concierto quedaba aún muy lejos. Además, para eso estaba su madre que, atenta y predispuesta a mimar a su exitoso hijo, le despertaría suave y amablemente con una bandeja que portaría un suculento desayuno.
Soñó con su actuación y disfrutó de aplausos eufóricos. Y volvió a despertar aun antes de que su madre apareciera por su habitación.
Instintivamente se llevó la mano a la frente y arrugó el ceño. ¿Dónde estaba aquella gota azul que, juraría, apenas diez minutos antes había tocado con sus dedos y visto con sus propios ojos en el espejo del cuarto de baño?. Sin levantarse aún de la cama, supuso que habría sido un sueño y que nunca se había levantado con aquella curiosidad.
Miró el reloj. Eran las siete y cuarto de la mañana. Faltaba aún más de media hora para que su madre acudiera a él con su desayuno. Decidió, dado que estaba algo excitado y bastante despierto, levantarse y prepararse él mismo su zumo de naranja y su café con leche. Incluso podría hacerse unas tostadas. No estaba de más quitarle algún cargo a su madre y ser él quien la mimara a ella. Tener un hijo famoso era un orgullo para la madre pero seguramente le alegraría más que el concertista fuera capaz de hacer algo más que teclear el piano con gracia y agilidad. Aunque tampoco estaba tan seguro... Pero daba igual. Aquella energía tenía que aprovecharla, le gustara o no a su madre que sus dedos cogieran un cuchillo y untaran mantequilla en unas tostadas. Decidido. No la despertaría y se encargaría él mismo de prepararse algo.
Penetró en el cuarto de baño y se miró al espejo. Sus ojos azules recorrieron su rostro y observaron detenidamente su frente. Allí no había nada. Lo había soñado. Le pareció increíble que el sueño hubiese sido tan real pero no ocupó su bendito cerebro creador de fantásticas piezas en darle más vueltas a aquello.
Sentado en el retrete y pensando qué traje utilizaría en el concierto su mirada se posó vagamente sobre el suelo de gres del lavabo. Un destelleante reflejo llamó su atención y parpadeó varias veces.
¿Qué estaba viendo?

En el suelo, cerca de sus pies, donde se había posado su mirada estaba aquella extraña gotita azul que le recordaba al mar y a sus propios ojos. Se acercó a ella y la escrutó con la mirada.
Un destello del diamante de gelatina le hizo retroceder y sentir un escalofrío en su espina dorsal. No obstante continuó allí observando la gotita que un rato antes había estado pegada a su frente.
- No me gusta. -Murmuró para sí.
No era un día frío, al contrario, el boletín meteorológico del día anterior había anunciado que habría subidas importantes de temperatura en Levante y a esas horas ya debería notarse la calidez del verano si no el calor sofocante del sol. El hombre sintió otro escalofrío y se abrazó a sí mismo.
Antes de que se diera cuenta, mientras sus ojos intentaban penetrar en el misterio de aquella gota azul que yacía sobre el suelo de gres, una invasión de escalofríos se había apoderado de su cuerpo, de sus músculos, de sus huesos...
Aún en el lavabo, con los pies clavados en el suelo, un malestar ignoto se hizo con el poder de su cuerpo y de su mente. Se sentía febril y tiritaba continuamente. ¿Enfermo justo antes de empezar el concierto? ¡Eso era imposible! ¡Terrible!.
Intentó despegar sus pies descalzos del gres pero algo se lo impedía. El malestar general se estaba acentuando y el hombre comenzó a sudar. Sus ojos iban y venían e inconscientemente parecían despedirse de la vida dejándole en ocasiones sólo una mancha blanca en sus cuencas frías. Le palpitaban las sienes.
El sudor comenzó a humedecer su cuerpo que fue objeto de extraños espasmos. Su mente pensaba en lo que le estaba sucendiendo y el terror se apoderaba de su cerebro.
¿Qué me está pasando?
Sus piernas perdieron fuerza y se doblaron lenta y esforzadamente hasta quedar acurrucado en el suelo del cuarto de baño.
Abrazándose a sus piernas intentó tratar de controlar aquella extraña enfermedad de la cual desconocía el nombre y sus ojos volvieron a bajar a su posición normal.
Un sonido gutural salió de su garganta al descubrirse rodeado de gotas de sudor azules, azules como el mar, azules como la gota con la que había amanecido en su frente, azules como sus propios ojos. El azul que había heredado de su padre.
Observó temeroso e incapaz de moverse cómo sus gotas de sudor azules se estiraban, se dejaban caer, se multiplicaban, se hacían cada vez más largas...
Y gelatinosas.

Sintió un nudo en la garganta y algo parecido a una bola de pelos de gato que le urgió a beber agua para no morirse atragantado o asfixiado. El miedo a morir fue más fuerte que el terror a lo que le estaba sucediendo e intentó controlarse, pero sus cuerdas vocales no le obedecían y su grito de auxilio quedó vacío en su cerebro.
Intentó movilizar su cuerpo pero parecía hecho de roca inerte. Sólo sus pupilas se empequeñecían y se agrandaban dentro de unos ojos que parecían bailar una danza lúgubre y enfermiza.
El frío lo tenía aterido y la inmovilidad, asustado.

Su mente, a pesar del miedo descontrolado, era lo único que parecía funcionar correctamente, aunque a veces tenía la sensación de estar delirando.
Intentó serenarse a pesar del manto azul y pegajoso que le estaba envolviendo y que iba cubriendo cada vez más su cuerpo.
Quería levantar la cabeza y mirar al techo para que sus ojos no fueran testigos de aquella extraña experiencia que parecía querer llevarle a la locura.
¡Dios misericordioso! ¿Qué he hecho yo para que me ocurra algo tan horrible?.
En su búsqueda por el control y la serenidad, cerró los párpados y agradeció a Dios que estos obedecieran sus órdenes mentales. Consiguió mantener los ojos cerrados y así dejar de sufrir una visión tan odiosa y terrible.
Notaba un frío inusual, ni seco ni húmedo, en sus piernas, en sus brazos, en sus pies y en sus manos. El frío se había apoderado de su estómago y de su espalda, de su pecho y de su garganta... Curiosamente, haciendo balance y analizando aquella situación, se percató de que su cabeza era la única que permanecía aislada del frío.
¡El cerebro!.
El cerebro puede con esa maldita cosa. El calor, la energía del cerebro, es poder.
Hizo un esfuerzo supremo por controlar algo más que su cerebro. Sus músculos estaban tensos, parecían cables de alta tensión, duros y fuertes, inamovibles.
Lanzó mensajes de lucha a su masa gris esperando solucionar así parte del problema y recurrió a todo su poder de concentración para ganar la batalla que estaba lidiando con aquella enfermedad azul.
Inconscientemente, no se le había ocurrido que aquello pudiera no ser una enfermedad. Él se había dedicado a la música, a la belleza de los sonidos que ágilmente creaban sus dedos sobre las teclas del piano. Jamás había estado convalenciente a menos que fuera un resfriado lo que le había mantenido con apenas unas décimas de más de fiebre, pero hasta eso había podido solucionarlo con un simple analgésico.
El hombre que permanecía acurrucado en el suelo del cuarto de baño rodeado de un manto azul cada vez más espeso que surgía con cada gota de sudor provocado por el delirio febril, un cúmulo de gotas gelatinosas azules que sólo dejaba libre su cabeza, nunca había estudiado Medicina. Jamás había leído un artículo, un libro o un reportaje sobre Medicina. Era un inculto en ese sentido. La música era su vida.
Y no sabía que su poder, la posibilidad de luchar contra aquella gota azul, estaba en recordar por qué había ido en su busca. ¿Qué podía haber pasado para que le hubiera elegido a él.? La respuesta era su única salvación pero él, no sólo no la tenía, sino que no le preocupaba llegar hasta ella porque estaba enfrascado en su propio miedo y en su ignorancia acerca de las enfermedades humanas. Además, aún tenía una prueba que superar de la que él no era todavía consciente y, llegado el momento, quizá no pudiera con ella.

Mentalmente pidió varias veces auxilio a una madre que aún permanecía acostada soñando con su difunto marido, feliz de rememorarlo como ella deseaba aunque fuese en sueños.
La ineficacia de sus peticiones mentales le hizo sentirse aún más débil y tuvo que pasar unos minutos de abandono para que se diera cuenta que él era el único que podía vencer ese mal.
Volvió a recurrir a su esfuerzo mental, pero esta vez no para avisar a su madre de que algo fatídico estaba sucediendo a su hijo, sino para movilizar su cuerpo y luchar contra la masa de gotas gelatinosas azules que le recordaban demasiado al azul de sus ojos.
En un esfuerzo supremo, un nuevo sonido gutural salió de su garganta. Pero no fue lo suficientemente subido de tono como para llamar la atención de su amorosa madre.
El agua le llamaba subliminalmente desde el grifo del lavabo, como si le hablara telepáticamente y le recordara lo sediento que estaba, y el hombre puso toda su pasión en llegar hasta ella. Haciendo acopio de toda su fuerza intentó mover un brazo y despegarlo de sus piernas.
El esfuerzo no fue todavía suficiente y comenzó a sentirse el hombre más inútil del mundo. Estaba demasiado mimado. Nunca había hecho nada por él porque consideraba que eso formaba parte del trabajo de su madre, mujer que había dedicado por entero su vida a la estrella del piano desde antes incluso de que quedara viuda con sólo treinta años. Así había sido educado y así creía que era la vida.
La inutilidad de la que se sentía presa le hizo rememorar, aún acurrucado y abrazado a sus piernas inmóviles, tiempos pasados en los que su madre había hecho todo cuanto había podido por librarle de la fealdad del mundo exterior.
De ese modo había convertido a su hijo en una fantasía del mismo modo en que le había despojado incluso de su virilidad y de su fuerza vital. Jamás le había permitido que se estropeara sus largos dedos de pianista y para ello había hecho cuanto estaba a su alcance para que su hijo utilizara sus manos lo menos posible.
Él había nacido para crear música. Eso decía su madre. Sus notas musicales surgían del piano volátiles, mezclándose con el viento y con las moléculas invisibles del aire, y con su música había llegado a los corazones de los seres humanos e incluso de los animales.
¿Por qué, entonces, estaba pensando que había hecho algo malo como para merecer tal ofensa?. Él era un genio. Su inmovilidad le sugirió la imposibilidad de golpear suavemente las teclas del piano y sintió como se hundía en la miseria.
¿Para qué otra cosa servía él.?

La necesidad de dejar de torturarse con el hijo inútil que había creado su madre hizo que mirara fijamente la gota azul que había en el suelo, justo enfrente de su cuerpo.
Un escalofrío mental le puso en guardia.
Eso se estaba riendo de él.

Quiso llorar al sentirse tan atrapado y antes de que se diera cuenta sus ojos comenzaron a dejar resbalar gotas azules de sus ojos.
¡Dios mío!.
Un hombre de su edad no debería llorar como un niño asustadizo pero esas lágrimas eran exactamente iguales que las gotas de sudor que se habían apoderado como una carcasa de su cuerpo y que ahora le mantenían inmóviles.
Caían pesadamente sobre sus mejillas y resbalaban hacia su pecho dejándose caer lenta y gelatinosamente hasta su estómago. Algunas de ellas se desviaban y cubrían sus brazos para llegar a sus piernas y, poco a poco, las lágrimas azules de materia desconocida llegaron a sus pies convirtiendo su cuerpo en una gruesa capa azul gelatinosa que lo envolvía completamente.
Quería dejar de llorar porque estaba empeorándolo todo sin embargo la situación era lo suficientemente terrible como para dejarse llevar por el desasosiego y la desazón.
Mamá, ¿qué me está pasando?.
Su estado febril le hizo evocar a su madre y la recordó de joven. Él tendría siete años y su madre treinta y tres. Su padre había muerto tres años antes pero había dejado un legado en el hogar y en sus vidas: su medio hermana Clara.
Recordar a Clara le hizo sentirse aún más enfermo.
Algo en su interior le decía que Clara tenía mucho que ver con aquella extraña enfermedad. Clara, y los maravillosos y vacíos ojos azules que también había heredado de su padre.
Hubiera deseado querer a Clara, amarla como a una verdadera hermana, pero su madre le había inculcado el pensamiento de que la niña no era más que un estorbo en sus vidas.
Su nombre melodioso podría haber hecho que pareciera dulce, y si se esforzaba un poco, su mente febril podía recordar que así era, pues Clara era una niña tierna y amistosa, sin embargo el poder que tenía su madre sobre él, el futuro pianista de renombre, la estrella de los conciertos de piano, hizo que el egoismo pudiera con el pensamiento infantil.
Todo hijo único deseaba tener un hermanito pero cuando llegó Clara a sus vidas tras la muerte de su padre, él sintió que su vida cambiaría a peor. Las atenciones de su madre estarían entonces repartidas y él tendría que conformarse con la mitad de su cariño.
Clara se dio cuenta de que aquello no ocurría ni a medida que pasaba el tiempo y aun así no rechistó. Era una niña en casa ajena. Ni siquiera sabía que su padre biológico estuviera casado y tuviera un hijo mayor que ella. Saber muerta a su madre la hundió en la desesperación pero su padre le había prometido que le daría otra familia, una familia maravillosa que la querría y la cuidaría eternamente.
Al menos hasta que seas mayor de edad y puedas valerte por ti misma, le había dicho él.
Clara había sonreído entonces y se había hecho ilusiones. Pero la familia nunca llegaba y su padre cada vez venía menos a verla. El colegio infantil en el que estaba interna se ocupaba de ella y de sus necesidades, pero Clara se conformaba con poco.
Un día, en cambio, apareció un hombre que según una de sus profesoras iba trajeado y era abogado, y se hizo cargo de ella. Le ayudó a hacer su maleta y se la llevó en coche a la ciudad, donde le esperaba su nueva familia. Hacía tiempo que su padre no iba a verla y creía que la había abandonado pero aquella voz masculina prometiéndole una familia le dio un motivo para sonreir.
Clara viajó soñando con las dulces manos de su padre que, a pesar de ser camionero, las lucía como un concertista de piano. Durante el camino se preguntó adónde viviría y con quién y, sobre todo, por qué no había venido su padre a recogerla. Pero no se atrevió a hacer ninguna pregunta.
El abogado condujo a la niña hasta su nuevo hogar y allí habló con una mujer de treinta años. Clara pudo notar en el tono de su voz que estaba dolida y confusa. Pero no sabía por qué. ¿Y dónde estaba su padre?.
Cuando el hombre se fue un niño le sonrió, pero Clara no le vio.
- ¡Es ciega!. -Exclamó el niño.
- Lo que faltaba. -Murmuró la mujer.

El hombre recordó a su madre tres años después, bella y solícita, acariciando sus cabellos y contándole bonitas historias sobre su futuro. Él se había decantado por la música a los cuatro años y ya llevaba tres y medio asistiendo a clases particulares. Clara tenía entonces seis y no iba a la escuela. Su madre decía que mientras nadie lo supiera no habría motivos de alarma. Para ello, llevaban ya tres años permitiéndole a Clara salir de la casa los fines de semana para que la vieran los vecinos pero durante el resto de la semana permanecía encerrada con la orden de no hacer ruido ni molestar. Clara se había convertido en un mueble de lunes a viernes y en una huérfana recogida por la bella viuda de sábado a domingo.
Clara se acostumbró a permanecer inmóvil en una silla y a dedicar su tiempo a pensar en lo que había perdido. Nadie hablaba apenas con ella y la falta de afecto la debilitó más que si no hubiera comido en una semana o estuviera necesitada de vitaminas.
El niño se dejaba mimar por su madre y apenas le dirigía la palabra a su medio hermana. Además, a su madre no le gustaba demasiado recordar que su marido le había sido infiel, por lo tanto, la pequeña Clara no era sino la prueba de su infidelidad y un tormento para la mujer.
Tras una semana en la casa de aquella mujer y el chico, Clara se había atrevido a preguntar dónde estaba su padre, y entonces una voz cínica le informó de que estaba bajo tierra.

En el lavabo, el hombre rememoraba momentos dulces con su madre, pero de vez en cuando, sin quererlo, venían a su mente imágenes de Clara.
Clara sentada, inmóvil, con la mirada perdida al frente y apenas viva. Sin una débil sonrisa que anunciara que era feliz.
En el tiempo en que el hombre fue niño jamás pensó que Clara no pudiera ser feliz. La niña tenía una casa, comida y televisión para entretenerse. ¡Ah, claro! Cuando no había nadie en la casa y ella se quedaba sola no podía encender la televisión por si llamaba la atención, pero el resto del tiempo.... Además, Clara no tenía nada más ¿no?. Debía estar agradecida de que su madre no se hubiese deshecho de ella.
O al menos eso pensaba mientras fue niño.
Ahora se sentía un miserable.

¿Tenía Clara algo que ver con lo que le estaba sucediendo?
¿Era posible que Clara hubiese vuelto para vengarse?
¡Qué estupidez! En aquella casa comprada con sus ganancias sólo vivían él y su madre, su afectiva y devota madre. Aún era bella y mantenía su porte altivo y orgulloso. Le acompañaba a todos los conciertos y siempre, siempre, le besaba en las mejillas y le decía aquello de eres el mejor que tanta fuerza y valor en sí mismo aportaba al hombre.
Jamás se había parado a pensar que aún estuviese soltero por culpa de su madre, entre otras cosas porque ambos pensaban igual.
La soltería, recorriendo imágenes fugaces en su mente, le hicieron recordar que ya tenía treinta y tres años, la edad que tenía su madre cuando murió Clara.

Su garganta estaba extremadamente seca y sólo la extraña sensación de humedad que recorría su cuerpo le hacía sentirse mejor. Alargó la lengua para recoger sus azules lágrimas y se introdujo una ínfima parte de aquel extraño material gelatinoso en su garganta.
Un extraño frescor bajando por su garganta le produjo ánimo y decidió que tenía que volver a intentar mover su cuerpo.
Con toda la fuerza de que era capaz empujó sus brazos hacia el aire y más gotas de sudor cubrieron su cuerpo y perlaron su frente. Sin embargo lo consiguió.
Al sentirse libre hizo otro ardoroso esfuerzo por erguirse y levantarse y, como gelatina dura, sus piernas se estiraron.
Anduvo unos pasos hasta el espejo y se miró.
No sabía definir cómo se sentía. Una mezcla de sentimientos rugían en su cerebro y en su propia alma. Estaba confuso. Sabía que estaba enfadado e irritado pero también se sabía feliz y libre.
Entonces, ¿qué hizo que se preguntase por qué odiaba tanto el color de sus ojos?
Su mirada, inyectada en sangre, se postró sobre el espejo y lo atravesó. Quería ver a través de él. Ni siquiera dedicó un minuto de su tiempo a desembarazarse de aquella carcasa azul que lo envolvía desde hacía... ¿cuánto tiempo?.
Los músculos de su garganta se tensaron.
Los músculos de sus manos y sus piernas se tensaron.
Miró sus ojos sin papadear. Eran los ojos de su padre, los ojos de Clara.
- Os odio. -Logró articular.

La mujer se levantó y, al mirar el reloj despertador y comprobar que se había dormido, saltó de la cama y salió rápidamente de su habitación. Ni siquiera se puso el salto de cama que su hijo le había comprado en Viena tras un concierto multitudinario que le aportó más fama y beneficios económicos.
Corrió descalza hasta la cocina y se preguntó si no sería mejor despertar a su hijo primero. El desayuno lo haría mientras el chico se duchaba y se vestía.
Caminó por el pasillo hasta la habitación del hombre y entreabrió la puerta. La cama estaba deshecha. Dio unos pasos hacia el interior y se acercó hasta el lavabo.
La puerta del cuarto de baño estaba entreabierta y no se oían ruidos del interior. Si no se estaba duchando ¿dónde estaba?.
- ¿Cariño?. -Llamó.
Al no obtener respuesta se acercó más y tocó con los nudillos en la puerta. Finalmente, tras una espera sin contestación, decidió entrar.

Cuando vio el cuerpo semi desnudo de su hijo tirado en el suelo de gres que habían elegido juntos cuando decidieron cambiar de piso, le dio una pequeña taquicardia.
El hijo estaba tumbado de espaldas a ella.
Se tiró hacia él con la mirada desorbitada.
En su locura, sus ojos no vieron la sangre hasta que le dio la vuelta al cadáver.
Un estremecimiento recorrió su cuerpo y su corazón galopó con prisa, con demasiada prisa.
- Levántate, ¿me oyes?.
La mujer veía las cuencas vacías de los ojos de su hijo pero se negaba a admitirlo. La sangre había emanado de ellas y ahora no había sino una masa sanguinolenta de carne.
Se puso una mano en el corazón y le gritó mentalmente que parase aquella loca velocidad porque no iba a ser capaz de soportar un ataque al corazón y ayudar a su hijo a vestirse y a acompañarlo al concierto a un mismo tiempo.
Por un momento creyó morir sin embargo su fuerza era superior de lo que imaginaba. Era una mujer luchadora, por eso, precisamente por eso, había conseguido que su hijo llegase tan lejos.
No miró las manos ensangrentadas de su hijo que aferraban fuertemente los ojos azules que un día la habían mirado con amor y gratitud.
Se desesperó mirando a un lado y otro del cuarto de baño, pensando qué podía hacer para llegar a tiempo al concierto con su hijo en buenas condiciones.
Entonces, en mitad de su locura, vio una imagen en el espejo y un vuelco al corazón la sobresaltó.
- Clara.
En el espejo, una imagen antigua, cuando ella tenía treinta y tres años y Clara no era más que una cría. Un estorbo, había pensado.
La niña yacía en el suelo del cuarto de baño de la casa antigua, con las cuencas de sus ojos ciegos vacías. Inerte tras un derrame incontrolado, como su hijo.
La mujer lloró a su pesar.
No había querido recordar aquello sin embargo alguien le había puesto esa imagen en el espejo y la lucidez le advirtió de lo que le había ocurrido a su hijo.
El hijo estaba muerto, desangrado. Pero antes se había quitado los ojos, como Clara.
Lágrimas verdes recorrieron sus mejillas pálidas y su mente febril se preguntó por qué aquellas gotas tenían el mismo color de sus ojos. Verde como los bosques, verde como el césped, verde como sus propios ojos.
Y gelatinosos.

CUENTOS VICTORIANOS PARA LOS NIÑOS

Los victorianos tenían la costumbre de leer en voz alta cada noche un capítulo de un libro a sus hijos. Ello explica, entre otras cosas, por qué la cultura anglosajona ha producido algunos de los más brillantes ejemplos de literatura infantil; libros que han educado a generaciones de pequeños lectores en el aprecio por la novela y la poesía, que han hecho soñar a muchas mentes infantiles y que han inspirado numerosas obras cinematográficas y de animación.

Paradójicamente, el éxito masivo en las pantallas de las adaptaciones de obras infantiles clásicas ha relegado en algunos países a un lugar secundario a los libros que les dieron origen. ¿Recuerda la última que vez que se sentó a leer a sus hijos algo más que un cuento de cinco páginas? Aquí tiene diez clásicos para redescubrir capítulo a capítulo el placer de la lectura compartida.

1. El viento en los sauces (Kenneth Grahame). El pequeño Alistair, hijo del autor, eligió a los cuatro años los animales que protagonizan esta deliciosa novela repleta de humor y poesía. Publicada en 1908, Grahame compuso el libro para su hijo y gracias al éxito que logró se retiró a vivir al campo. 'Pocas veces se ha retratado tan bien la amistad como en esta historia, algo que subraya C. S. Lewis en su ensayo Los cuatro amores', señala Luis Daniel Rodríguez, crítico especializado en literatura infantil y juvenil. Protagonizada por un Sapo, una Rata, un Topo y un Tejón, el argumento de El viento en los sauces es sencillo, pero su encanto reside en el lirismo y la chispa de sus diálogos, llenos de humor, ironía y lecciones sobre valores como la cortesía, la lealtad y la amistad. 'La independencia está muy bien' -le dice, por ejemplo, el Tejón a su amigo el Sapo- 'pero nosotros los animales no permitimos que nuestros amigos hagan el ridículo más allá de ciertos límites y tú has llegado a ese límite'.

2. Jardín de versos para niños (Robert Louis Stevenson). Publicado en 1895, los poemas y las canciones del Jardín de Versos para niños han sido memorizados por varias generaciones de lectores. Stevenson, que dedicó el libro a su antigua niñera, plasmó su universo infantil en estos 64 poemas. Enfermedades de la infancia -El país de la colcha-, juegos, fantasías, animales y paisajes desfilan por las páginas del libro, todo un manual para enseñar a los más pequeños la musicalidad de la poesía.

3. Alicia en el país de las maravillas (Lewis Carroll). 'Nunca imagines ser diferente de lo que a los demás pudieras parecer o hubieses parecido ser si les hubiera parecido que no fueses lo que eres' le dice la Duquesa a una aturdida Alicia. La brillante y absurda lógica que agita los dos relatos de Carroll -Alicia en el País de las Maravillas y Alicia a través del espejo- seduce desde la primera línea. Considerados la cumbre del subgénero inglés del nonsense, suponen el inicio de la literatura infantil moderna. Diácono anglicano y profesor de Matemáticas de Oxford, Carroll dedicó el primer libro a la pequeña Alice Liddell, hija del decano de su universidad. Sin embargo, sus inteligentes y disparatados diálogos hacen de él mucho más que un libro infantil. 'La genialidad de Carroll para los juegos de palabras, lógicos y psicológicos, con un uso sobresaliente del monólogo interior, ha hecho que se le considere un predecesor de Kafka o Joyce, y que Alicia haya desbordado su inicial clasificación como cuento infantil', explica Luis Daniel Rodríguez.

4. El jardín secreto (Frances H. Burnett). La pequeña y malcriada Mary Lennox, educada en la India, irrumpe en la vida de su enfermizo primo Colin. El descubrimiento de un misterioso y romántico jardín abandonado y la bondad de las personas que les rodean cambiarán la vida de los niños. 'Éste es un libro que gusta mucho porque plantea secretos familiares, habla de la importancia de la amistad y del poder curativo de la naturaleza, tiene un final feliz y, sobre todo, unos personajes niños encantadores', apunta Rodríguez.

Fue el propio Henry James el que aconsejó a Frances Hodgson Burnett la posibilidad de dedicarse a la literatura infantil. 'Sólo muy de vez en cuando se puede estar seguro de que se va a vivir para siempre jamás, y ésa es una de las curiosidades de la vida. A veces sucede cuando uno se levanta al amanecer, ese momento de meliflua solemnidad, y se sale al jardín y se queda uno allí quieto y solo', se puede leer en El jardín secreto.

5. Peter Pan y wendy (J. M. Barrie). Todo el mundo conoce la historia de Peter Pan, pero no todo el mundo ha leído la deliciosa novela que contiene esa historia. Las aventuras del niño que no quiso crecer y Wendy, John y Michael en el País de Nunca Jamás han encandilado a generaciones y traspasado con creces las fronteras de la literatura anglosajona. Publicada en 1911, la historia creada por J. M. Barrie se ha convertido en un símbolo de la nostalgia de la niñez, los contradictorios deseos infantiles de aventura y seguridad y el inexorable paso del tiempo, con un lenguaje poético e irónico. 'A lo único que piensan los niños que tienen derecho cuando se le acercan a uno de buena fe es a un trato justo. Después de que uno haya sido injusto con ellos seguirán queriéndolo, pero nunca volverán a ser los mismos. Nadie supera la primera injusticia: nadie salvo Peter'. Como señala el crítico Luis Daniel Rodríguez, parte del enorme éxito de Peter Pan radica en que refleja el sueño adulto de obviar las responsabilidades.

6. Cuentos (Beatrix Potter). El cuento de Perico, el conejo travieso (The tale of Peter Rabitt) se publicó en color en 1902, a partir de una serie de dibujos realizados por Beatrix Potter en 1893 para los hijos de su antigua institutriz. Después de esa fecha, la autora publicó dos cuentos por año hasta 1910. Los relatos, protagonizados por un universo de conejos, ratones, cerditos, zorros, abejas o arañas, mezclan con maestría fantasía y realidad e incluyen unas inolvidables ilustraciones, deudoras de Bewik y Caldecott. 'Los animales humanizados se habían usado antes en las fábulas, en algunos cuentos de hadas, y en la sátira política de los periódicos, pero Potter dio un paso más al contar historias en las que los niños se pueden ver retratados. La autora era una ilustradora formidable que sabía combinar muy bien textos e imágenes', explica Rodríguez.

7. Winnie the Pooh (A. A. Milne ). El protagonismo de los relatos de Winnie de Pooh, escritos en la década de los veinte, corre a cargo de Cristopher Robin, el hijo de Milne, y de sus animales de trapo. El autor se inspiró en el niño y en el modo en que éste se relacionaba con sus juguetes. 'Yo más que inventarlos, los describí' confesaría. Como en otros clásicos infantiles, su valor literario supera la barrera de la infancia. Así, hay quien incluye algunas de sus historias entre los textos con más calidad literaria que se han escrito en lengua inglesa.

8. Mary Poppins (P. L. Travers). El almíbar que Julie Christie destila en la versión cinematográfica musical de Disney poco tiene que ver con el personaje creado por la escritora P. L. Travers en 1934, 'aunque ambas sean protagonistas de unos relatos a caballo entre los cuentos de hadas y los relatos de nonsense, en la tradición de Alicia o El maravilloso Mago de Oz', comenta Luis Daniel Rodríguez. Travers quedó tan descontenta de la adaptación al cine de su extravagante niñera que denegó los derechos para llevar a la pantalla los libros que continuaron la saga.

9. La princesa y los trasgos (George MacDonald). Amigo de Carroll -sus hijos fueron los primeros niños que leyeron el manuscrito de Alicia- George MacDonald es considerado el padre de la fantasía moderna. La princesa y los trasgos, su mejor obra, es un libro de aventuras ameno que tuvo gran importancia en la literatura fantástica posterior. 'Tolkien y C. S. Lewis no habrían escrito sus libros si no lo hubieran conocido en su infancia', señala Rodríguez. Dotada de un ritmo de novela policiaca, con cambios de escenarios y diálogos repletos de inteligencia y humor, la historia de la princesa Irene y el minero Curdie contiene sutilezas y distinciones como ésta: 'Ver no es creer' -le dice Irene al hada- 'es solamente ver'.

10. Bambi. Historia de una vida en el bosque (Felix Salten). 'El libro de Salten no debería ser ignorado a causa de la película: es excelente y trata con delicadeza y con claridad temas duros en la vida de un niño', asevera Luis Daniel Rodríguez. No hay nada de lacrimógeno en la historia de Bambi, una verdadera novela de aprendizaje, llena de fuerza y poesía y dotada de una gran calidad literaria.

LOS FAMOSOS Y SU CONOCIMIENTO CIENTIFICO

En Inglaterra han formado la Sense About Science bajo el lema “Seguir algunos de los consejos de nutrición y salud de las estrellas puede ser el camino más corto al cementerio”. Su objetivo es combatir las afirmaciones pseudocientíficas y las meteduras de patas de algunos famosos.

Aquí les presentamos algunas de las mejores frases dichas por las estrellas.

En 2007 la modelo Heather Mills (ex mujer de Paul McCartney), en una alocución realizada en 2007 en Hyde Park (Londres) propuso beber leche de rata para luchar contra el cambio climático. “Los animales criados para lácteos son una de las grandes amenazas para el medio ambiente”, dijo. “Debemos beber leche de rata. Y a quien le resulte demasiado asqueroso, que pruebe con la de perros y gatos”. La propuesta era tan extravagante que en este caso ningún científico se molestó en replicar.

La actriz Carol Alt en un debate del programa Politically Incorrect, de la cadena estadounidense ABC, confesó que solo comía alimentos crudos. ¿La razón?: “Al cocinar se produce la transhidrogenización de las grasas. Por eso, el cuerpo no puede leer su composición molecular y no las digiere. Eso hace que se solidifiquen y a nuestro metabolismo le cueste tanto eliminarlas”. El físico Dean Cliver, tuvo que aclararle que: “El organismo humano ha asimilado grasas cocinadas desde tiempos inmemoriales. Además, si no pu­diéramos digerirlas, tampoco asi­milaríamos sus calorías. Lo que desafortunadamente no ocurre”.

Tom Cruise, en una entrevista concedida en 2005 al programa Today de la NBC, afirmó que: “La psiquiatría no sirve de nada. Cuando estudias sus efectos, descubres que es un crimen contra la humanidad”. Sus palabras (dictadas por su fe en la Cienciología) despertaron las iras de Simon Wessley, psiquiatra del King’s College de Londres, quien mandó una carta para censurar las declaraciones del actor: “El verdadero crimen contra la hu­manidad es permanecer impasible ante los estragos que la enfermedad mental causa en todo el globo, y acentuar sus efectos con tratamientos equivocados”.

Kelly Osbourne, cantante hija del rockero Ozzy, aseguró en una entrevista a la cadena británica ITN: “Todo indica que el cáncer de colon de mi madre está causado por la píldora. Por eso yo no la tomo”. La chica no podía estar más desorientada, ya que varias investigaciones, como la realizada en 2007 por la Universidad de Aberdeen, han demostrado que to­mar la píldora reduce en un 60 por ciento el riesgo de padecer cáncer de ovario, y un 20 por ciento el de colon.

Arnold Schwarzenegger, también fue tachado de alarmista cuando pidió prohibir los ftalatos, compuestos químicos presentes en algunos juguetes. “Están amenazando la salud de nuestros hijos y pueden tener graves consecuencias para su desarrollo físico”, afirmó el protagonista de Terminator. Sus palabras hicieron que un grupo de expertos, encabezados por el químico Peter Guengerich, le aclarasen que, aunque algún tipo de ftalatos puede ser nocivo, los que se usan industrialmente son inocuos, tal y como demostraron varias investigaciones, entre ellas la realizada en 2006 por la Oficina Química Europea. “Los ftalatos se utilizan hasta para fabricar material médico, como los catéteres”, añadió Guengerich.

El futbolista chileno Héctor Puebla, cuando le preguntaron: “¿Pero tú cuantos pulmones tienes para correr tanto?”, respondió con candor: “Pues uno, como todos”.

Mariah Carey, quien bautizó su nuevo disco con la ecuación de Einstein: E = mc2. ¿Por qué? La cantante explicó que: “La fórmula significa que Emancipación es igual a Mariah Carey por dos”, dijo la artista. Pero le salió un científico respondón, el ma­temático David Leslie, quien usó sus elevados conocimientos para explicar algo tan básico como que para multiplicar tiene que existir el signo x: “Mariah se equivoca al creer que mc se multiplica por dos. En realidad, significa al cuadrado, por lo que el título debería ser Emancipación es igual a Mariah Carey Carey.”

Paris Hilton, quien, al apuntarse como aspirante a turista espacial en el viaje que va a organizar Virgin Galactic, dijo: “¿Qué pasa si con eso de los años luz regreso dentro de 10 mil años y la gente que conozco ha muerto? Tendría que empezar de nuevo”.

Ana Obregón, quien en una entrevista concedida en 2004 a Semana aseguró ufana: “Como bióloga afirmo que mi hijo tiene genes de Borbón, y eso se le nota en la forma de andar”.

Madonna afirmó en The Times que: “La energía nuclear es un problema. Por eso estoy apoyando a una asociación científica que ha creado un método para neutralizar las radiaciones”. Varios investigadores le replicaron que muy científica no sería la asociación, ya que las radiaciones no pueden neutralizarse. Claro, que todo se entendió mejor cuando se supo que era un grupo cabalista, que había desarrollado una solución química que supuestamente limpió de radiaciones toda Ucrania.

La gobernadora de Alaska, Sarah Palin, quien durante un discurso en Pittsburgh, dijo: “El dinero de las subvenciones se va en investigaciones que no sirven para nada. Como esos estudios con la mosca de la fruta”. Sus palabras hicieron que muchos científicos le recordasen que la Drosophila melanogaster está siendo usada como sujeto de experimentación en varios laboratorios que investigan sobre temas “tan poco útiles” como el autismo y el alzhéimer.

Miroslaw Orzechowski, mi­nistro de Educación de Polonia, pidió prohibir enseñar la teoría de la evolución. “Es una mentira”, dijo. “Mejor sería inculcar la verdad de la creación, que no ha podido ser cuestionada”.

Demi Moore confesó en una entrevista de David Letterman que sigue un tratamiento con sanguijuelas: “Te desintoxican por dentro, por una enzima que vuelcan en tu sangre. Pero no sirve cualquier sanguijuela. Tienen que estar médicamente entrenadas.”

BELLE GUNNESS LA VIUDA NEGRA

La mañana del 28 de abril de 1908 la granja de Belle Gunness comenzó a ser devorada por las llamas de un fuego intencionado. En ella se encontraban Belle, de 48 años, y sus tres hijos: Myrtle y Lucy, que eran adoptadas y tenían 11 y 9 años, respectivamente, y Phillip, de 5 años, que era su hijo biológico.

El peón agrícola Joe Maxson trató de salvar a la madre y a sus hijos, pero no los encontró ni respondieron a sus gritos. Dos vecinos, Clifford y Humphrey, acudieron a ayudarlo. Humphrey encontró una escalera cerca del granero y la colocó contra las paredes exteriores. Subió por ella y miró detenidamente en varias ventanas, pero no vio señales de vida. La puerta de entrada estaba cerrada y no podían abrirla. Los vecinos fueron acudiendo e intentando ayudar hasta que se hizo evidente que nadie podía permanecer con vida dentro de la bola de fuego en la que se había convertido el hogar de los Gunness.

Los vecinos de La Porte, Indiana, se compadecieron del triste final de la pobre viuda, una mujer de origen noruego que se había ganado el respeto de la comunidad por lo que creían frecuentes y fortuitas desgracias personales. Admiraban su fortaleza de espíritu, su amabilidad y su aspecto. Belle tenía el pelo rubio, unos bonitos ojos azules y, aunque le sobraba algo de peso (tenía 1.83 m. de altura y pesaba 91 kilos), su apretado corsé la proporcionaba una figura muy atractiva. Los hombres volvían la cabeza para observar a aquella mujer diferente a las demás que personificaba el glamour y el sex-appeal.

Los periódicos Herald y Argus cubrieron extensamente la noticia. Lo más asombroso era que el cadáver de Bella apareció sin cabeza. Para todo el mundo, el sherif Smutzer, los tribunales e incluso los pobladores, no había duda de que se trataba de un asesinato y que la víctima era la pobre viuda y sus pequeños hijos.

Sin embargo, la explicación de lo ocurrido no iba a ser tan sencilla. Belle Gunness encerraba muchos secretos: una terrible vida llena de los crímenes más despiadados. Como muchos otros psicópatas, sabía mostrarse como una mujer amable y encantadora, alguien aparentemente inofensivo que, sin embargo, podía matar sin piedad y sin remordimientos a todos aquellos que se interpusieran en sus planes o que tuviesen algo que ella deseaba.

Belle Gunness junto a sus hijos Lucy, Myrtle y Phillip

Bella Poulsdatter nació en 1859 en Trondhjeim, Noruega. Con 24 años decidió seguir los pasos de su hermana Anna, que vivía en Estados Unidos, y buscar una vida mejor embarcando hacia el Nuevo Mundo. En Chicago conoció a su primer marido, Mads Sorenson, un hombre conservador, deseoso de formar una familia. No pudieron concebir hijos de modo que decidieron adoptar tres niñas: Jennie, Myrtle y Lucy.

Los vecinos consideraban a los Sorenson una familia feliz. Belle era una mujer discreta y callada. Lo único llamativo es que tuvieron la mala suerte de que su casa y su pequeño negocio se quemasen, quedando milagrosamente sus residentes a salvo. La tienda, que sólo ocasionaba pérdidas, proporcionó una buena ganancia cuando se cobró el seguro.

En 1900 murió de repente Mads. El certificado de defunción determinó que el fallecimiento se había debido a un ataque al corazón. Belle cobró dos pólizas de seguro de vida, por la muerte de Mads, de casi 8.000 dólares, una enorme suma en aquellos tiempos.

Belle se trasladó a La Porte, Indiana. Empleó el dinero del seguro en una granja. Se trataba de una casa de mala reputación que había caído en el abandono desde que su madame, Mattie Altie, falleciese. El edificio, de ladrillo rojo, tenía seis dormitorios y dos plantas de altura, con un huerto en un lado y un pantano y bosques, por el otro. Los vecinos acogieron muy bien a aquella mujer que transformó el odiado negocio en un confortable hogar para ella y sus hijas.

Al poco tiempo, Belle contrajo un nuevo matrimonio. Su marido, Peter Gunness, era alto y bien parecido. En el invierno de 1900, la hija de Belle, Jennie, oyó a su madre gritar. Corrió a su habitación, en el piso superior, y encontró a su padrastro Peter gravemente herido. Su madre, llorando y gritando, le comentó que el gran triturador de carne de hierro se había caído en la cabeza de Peter. Murió antes de la salida del sol.

Emil Greening, hijo de un vecino, comenzó a interesarse por Jennie, que se había convertido en una jovencita muy atractiva. De repente, la chica desapareció, sin despedirse de él. Belle le dijo que se fue a estudiar a la Universidad en San Francisco.

Después apareció en la vida de Belle un hombre llamado Ray Lamphere. Era un carpintero de 30 años que Belle decidió contratar para que le ayudase en la granja en la primavera de 1907. Fue a vivir a la granja y pronto se convirtió en su amante. Lamphere presumía ante sus amigos de que la había seducido y mostraba con orgullo los regalos que ella le había dado: el reloj, el chaleco, el sombrero de castor o las botas de cuero.

Belle una auténtica viuda negra.

Sin embargo, en las Navidades de 1907, Belle apareció en La Porte con un nuevo hombre que, como la mayoría de las anteriores parejas, parecía surgir de la nada. Todos los vecinos, y sobre todo Lamphere, se soprendieron cuando se enteraron de que pensaban contraer matrimonio.

Los pobladores lo definían como “un gran sueco”. Se llamaba Andrew Helgelein, un hombre feliz, amable y simpático, que se detuvo en el banco de la ciudad para retirar la totalidad de sus fondos de otro banco en Dakota del Sur. Comentó a la cajera que él y Belle iban a casarse.

Esa noche, Belle ordenó a Ray Lamphere que abandonase la granja. Lamphere se marchó llenó de ira.

Jennie, hija adoptiva de Belle Gunness.

Una semana después, Helgelein había desaparecido. Belle lloró y se desahogó con sus vecinos diciéndoles que no sabía cuándo iba a aprender: “¿Qué hago mal para que todos estos hombres se aprovechen de mí?”. Lamphere se negó a volver y ayudarla en la granja.

Para ayudarla con la cosecha de primavera, Belle contrató a Joe Maxson. Parece que con este empleado no mantuvo relaciones sexuales. Cuando terminaba su trabajo, mucho después de la puesta del sol, Maxson disfrutaba de la acogedora sala de estar de Belle, leía el periódico y tocaba su violín. Con esta música entretenía a los niños de la viuda.

Hubo una época tranquila en la vida de Belle pero pronto el celoso amante Lamphere comenzó a amenazarla, lo que la obligó a denunciarlo. Fue detenido una y otra vez, pero Lamphere seguía acosándola a distancia.

El 27 de abril de 1908, Belle visitó un abogado para hacer su testamento. Le dijo al abogado que ella temía que Lamphere acabara con su vida y, en concreto, creía que podía una noche quemar su casa. Decidió dejar sus propiedades a sus hijos o, en caso de su muerte, al orfanato Orphan’s Home. El abogado le indicó que ese no era el nombre oficial del orfanato y que necesitaba un día o dos para conseguir el verdadero nombre.

Sin embargo, Belle le dijo con desesperación: “¡No hay tiempo para esperar!”. Con un suspiro, el abogado consintió hacer el testamento y colocó su nombre en la parte inferior del documento junto a la de Belle.

Tras el incendio, Ray Lamphere, que fue encontrado cerca de la granja, admitió que vio el fuego pero que no se había sentido obligado para advertir a nadie. Se convirtió en el principal sospechoso y fue detenido.

Durante el juicio empezaron a surgir muchas preguntas: ¿Por qué tantos pretendientes de Belle habían llegado a la ciudad y habían desaparecido dejando atrás sus pertenencias personales? ¿Dónde estaba Jennie, la hija? ¿Por qué en el colegio en el que se supone que había asistido en San Francisco no tenían constancia de ella? ¿Cómo no había aparecido para reclamar su herencia?

Para encontrar las respuestas se comenzó a excavar en los escombros de la granja. Los resultados fueron sorprendentes y terribles. Apareció una caja torácica humana; un brazo esquelético; un esqueleto completo, varios relojes de hombre… El sherif Al Smutzer intentó que no trascendieran estas noticias para que no se perturbase la paz y la tranquilidad de su ciudad y contrató a Joe Maxson y Daniel Hutson para que cavasen con discreción.

Sin embargo, todo el mundo estaba interesado en las excavaciones y resultaba imposible ocultar lo que estaba ocurriendo.

En mayo, el hermano de Andrew Helgelein, el “gran sueco” de Dakota del Sur, se presentó en la oficina del juez. Este hombre, llamado Asle Helgelein, había sabido que Andrew llegó a La Porte en enero de 1908 a retirar sus ahorros del Banco de Dakota del Sur “con Belle a su lado”. Cuando leyó en los periódicos el suceso de Belle Gunness decidió que debía investigar qué había ocurrido con su hermano.

Explicó que su hermano Andrew contactó con Belle a través de la columna de El Skandinaven, donde las mujeres inmigrantes escribían para encontrar marido. En sus cartas, Belle se presentó como “una buena mujer noruega” que deseaba un fiel marido, amante y proveedor para ella y su familia. Su preocupación por la cuestión monetaria no ofrecía ninguna duda. Ella escribió en una de sus cartas que no enviase dinero en efectivo a través de un banco sino que llevase sus fondos cosidos en el interior de su ropa interior y que no comentase a nadie nada, “ni siquiera a su pariente más próximo. Que esto sea un secreto entre nosotros dos y nadie más. Probablemente habrá otros muchos más secretos, ¿no le parece?”

El sherif Smutzer creyó que Asle exageraba. Sin embargo, éste, enterado de que se estaba excavando en la granja y que habían aparecido relojes y otros objetos, quiso averiguar si alguno pertenecía a su hermano.

Asle se presentó a Joe Maxson y Daniel Hutson y se ofreció a ayudarlos a cavar. Fueron extrayendo botas, cajas de basura y otros objetos, pero llegó un momento en que el olor se hizo extremadamente nauseabundo. De repente vieron un brazo humano y después los restos de lo que había sido una vez un hombre. Asle dijo: “Ese es mi hermano!”. El cuerpo se encontraba troceado. Se habían cortado las piernas, los brazos, la cabeza…

Ray Lamphere cabeza de turco en el proceso hasta que se demostrase que la mujer sin cabeza no era Belle.

Antes de que terminase el día se desenterraron otros cuatro cuerpos: dos hombres y dos mujeres. De las dos mujeres, una era, obviamente, Jennie. La pobre chica no se fue a estudiar, como Belle había difundido, sino que fue asesinada por su madre.

Los habitantes de La Porte no podían creer que la amable Belle Gunness, de la que todos se compadecían, fuese una fría asesina. El sherif Smutzer ya no podía ocultar la verdad y la tranquila ciudad se convirtió, de la noche a la mañana, en un lugar repleto de medios de comunicación y de curiosos.

Pronto comenzó a asociarse a Belle la desaparición de hombres que habían contactado con ella. Por ejemplo, Ole Budsberg, que, acompañado de Belle, sacó del banco 1.800 dólares, el 26 de abril de 1907. Después, nadie volvió a verlo.

Un vecino de Belle recordó que un tal Henry Gurholt trabajaba para Belle en la granja en la primavera de 1905 y que en agosto la viuda le pidió ayuda porque Henry la había abandonado para ir con un comerciante de caballos.

Los cuerpos de estos dos desaparecidos se encontraron en la granja y otros muchos más. Todos los cadáveres se encontraban desmembrados. Aparecieron también los zapatos de una mujer y un bolso, que debieron pertenecer a la mujer no identificada que se descubrió anteriormente. Resultó especialmente duro el descubrimiento de los restos mortales de un niño de corta edad.

Andrew Helgelein.

Comenzó a cuestionarse que los dos maridos de Belle muriesen de forma natural. Un médico llamado J. B. Miller de Chicago afirmó que Mads mostró todas las señales de envenenamiento por estricnina. Sin embargo, los superiores de Miller quisieron ahorrarle a la viuda un dolor innecesario, ya que era un caso perdido, y, después de todo, se trataba de un hombre que estaba sometido a un tratamiento para una enfermedad del corazón. Sin embargo, el Dr. Miller pensó que, en aquel momento, no se tuvo en cuenta las dos pólizas de seguros que beneficiaban a su mujer. También le resultó sospecho que Belle, que se mostró muy llorosa y afligida, estuviera absolutamente en contra de realizar la autopsia a su marido.

Tampoco se investigó la muerte de su segundo marido, Peter Gunness. A pesar de que resultaba inexplicable la forma en la que el triturador de carne se cayó sobre su cabeza, en la audiencia, Belle representó su papel de mártir y todos la creyeron. El sheriff no estaba satisfecho y preguntó a la hija, Jennie acerca de cómo era la relación entre su madre y su padrastro. Sus respuestas indicaban que era más probable el asesinato que la muerte accidental. Sin embargo, ésta fue la que finalmente se sostuvo. Una vez más, Belle salía indemne de sus crímenes.

Incluso la pequeña Myrtle, sólo una semana antes de que la familia muriese en el incendio, susurró a una compañera del colegio que su papá había muerto porque su mamá le había golpeado en la cabeza, y añadió: “No se lo digas a un alma”.

Pero, después del incendio, en mayo de 1908, los secretos de Belle comenzaron a desvelarse. No obstante, había muchas cuestiones que no era fácil resolver.

Ray Lamphere fue, sin duda el cabeza de turco del proceso. Había sido un amante celoso, que la intimidó y amanazó. Pero la defensa de Lamphere se basaba en que hasta que no se demostrara que la mujer sin cabeza era Belle, podía plantearse como algo creíble que esta mujer sin escrúpulos matara a sus hijos, dejase el cuerpo de otra en su lugar, cortándole la cabeza para que no pudiera identificarse, y escapara de allí.

La cabeza no apareció. Sin embargo, el dentista de Gunness, Ira Norton, ofreció una valiosa información. Dijo que si encontrasen entre los escombros la dentadura postiza de Belle él podía identificarla. Le había hecho, el otoño pasado, un juego de seis dientes de porcelana apoyados en oro.

El domingo, 12 de mayo, localizaron la dentadura de Belle. Se creyó que este hallazgo demostraba la muerte de la mujer (aunque, realmente, pudo ella dejarla intencionadamente allí) y, el 22 de mayo, el jurado de acusación procesó a Ray Lamphere de incendio intencionado y de asesinato de la familia Gunness.

Sin embargo, muchos creían que Belle seguía viva. Entre ellos se encontraba Joe Maxson, su último peón agrícola. Maxson le comentó a su hermana que estaba seguro de la noche del incendio Belle entró en su dormitorio. La encontró de pie, al lado de su cama, mirándolo. Él se incorporó alarmado y ella le dijo: “Sólo quería ver si usted estaba dormido”. Ella salió silenciosamente de su cuarto pero, a pesar de estar casi dormido, le pareció ver un martillo ocultado en los pliegues de su falda. Parece que Maxson escapó de la muerte por muy poco.

El abogado defensor de Ray Lamphere fue Wirt Worden, la acusación estuvo representada por Ralph Smith.

Worden demostró que Belle el sábado por la tarde antes del incendio fue vista conduciendo su coche con una extraña mujer, no tan robusta como la viuda. La descripción de esta misteriosa mujer apoyaba el testimonio del forense, el Doctor Gray, que, durante la autopsia, estimó que la víctima decapitada había pesado, antes del encogimiento de fuego, unos 36 kilos menos que la noruega.

Joe Maxson.

La defensa también se apoyó en el testimonio de un vecino que vio el 9 de julio a Belle con un hombre. Belle tenía un sombrero amplio, con un velo negro que le llegaba hasta la barbilla y un velo blanco sobre éste. Cuando vieron que este vecino había reparado en ellos, escaparon de él. También las hijas del testigo vieron a la pareja. Cuando Belle vio que los observaban, volvió la cabeza. Sin duda, este hombre podía ser un cómplice de la viuda, que ella quería ocultar de la vista de los curiosos.

Worden, a través de sus testigos y de su brillante defensa, logró convencer a los miembros del jurado de que existían dudas razonables acerca de la culpabilidad de Lamphere respecto de los crímenes. Sólo fue declarado “culpable de incendio intencionado”. El abogado consiguió que en lugar de la horca fuese condenado a prisión.

Para Worden, Belle se asustó cuando tuvo noticias del hermano de Helgelein, que iba a visitarla para preguntar por Andrew. Durante la tarde antes del asesinato, Belle compró una cantidad grande de queroseno y el contenedor que ella tenía fue encontrado en el sótano y no en el lugar habitual donde ella lo guardaba. También el método empleado para acabar con la vida de sus tres hijos y de la mujer decapitada era el que Belle solía emplear. Se encontraron restos de estricnina en los estómagos de, al menos, tres de los cuerpos quemados en el fuego. Worden demostró que no sólo ella tenía un motivo para asesinar sino que siguió su método acostumbrado. Por otra parte, no había ninguna indicación de que Belle tuviera un carácter suicida.

Ray Lamphere fue condenado a 5.000 dólares de multa y a prisión (de 2 a 21 años) en la cárcel estatal de Michigan. Pero, su permanencia allí fue breve. Contrajo tuberculosis y murió un año más tarde, el 30 de diciembre de 1909. Falleció, ictérico, débil y obsesionado con Belle Gunness. También Ray fue una víctima de la viuda.

Harry Myers, su compañero de celda, comentó que Ray repetía el nombre de Belle a diario y que estaba seguro de que había escapado. Le dijo que ella tenía una cicatriz grande sobre su muslo izquierdo pero que aquel cuerpo que fue quemado no la tenía. Además afirmó que conocía a Belle y que sabía que no había muerto.

Belle se convirtió en una leyenda durante décadas y muchos afirmaron haberla visto en diferentes ciudades como San Francisco, Chicago, Nueva York o Los Ángeles. En algunas fuentes consultadas se sostiene que finalmente llegó a demostrarse que el cuerpo calcinado y decapitado pertenecía a Belle. Otras, sin embargo, mantienen que no existen pruebas concluyentes para afirmarlo.

En 1931 una anciana, conocida como Esther Carlson, fue detenida en Los Ángeles por envenenar a un hombre para conseguir su dinero. Dos personas que conocían a Belle sostuvieron que se trataba sin duda de ella, pero existieron dudas acerca de la veracidad de esas identificaciones. Esther Carlson murió esperando que se celebrase el juicio.

SEXO VAMPIRICO

He decidido escribir este artículo después de recibir un curioso e-mail propagado originalmente por The Wizzard (El autor hace referencia a un email aparecido en el foro de noticias es.rec.juegos.rol que incluía un dialogo entre vampiros discutiendo sobre sexo). En este e-mail, las dudas sobre el sexo entre no-muertos sirven para mofarse simpáticamente del mundo de Vampiro y su jerga, que de sobras conoceréis y que constituye toda un mundo con su fauna autóctona dentro de la variopinta comunidad rolera. Dejando aparte las valoraciones personales sobre Vampiro, intentaré hacer una aproximación seria y científica al tema, en la línea que me caracteriza.

En primer lugar, cabe destacar que la figura del vampiro se caracteriza desde sus inicios por una manifiesta y marcada sexualidad. En términos psicoanalíticos, la muerte y el sexo están íntimamente ligados (en todos nosotros, no estamos hablando de necrofilia, que es una patología causada por una desviación de estos impulsos). El impulso sexual (Eros) y el impulso hacia la muerte (Thanatos) conforman nuestro ego. El vampiro representaría, así, una materialización de este ego que reprimimos y sublimamos a diario y que es el motor de nuestra actividad, a expensas del yo y el superyo. Eso explicaría la atracción que sentimos por este personaje mítico, objeto de culto y reverencia catapultado a lo largo del siglo veinte a través de la cultura de masas.

El original Conde Drácula está caracterizado por un aura de glamour. Ante todo, Drácula es un seductor que se cuela en la habitación de las doncellas para arrebatarles su don más preciado. Las doncellas son incapaces de resistirse al influjo libidinoso del vampiro. Tal como veis, la clásica escena de irrupción del vampiro en la habitación de la dama es plenamente simbólica. Las mujeres/vírgenes ofrecen su sangre (su virginidad) al vampiro, personaje de insultante sensualidad y magnetismo viril. Los patrones psicológicos femeninos clásicos nos sirven perfectamente para entender la simbología del vampiro (el conflicto padre/amante, el miedo a desangrarse al perder la virginidad, el amante/monstruo). En todas las adaptaciones de Drácula (ya sea encarnado por Bela Lugosi, Christopher Lee o cualquier otro), el personaje es siempre un gran seductor. Tal y como dice de forma clarividente Bela Lugosi en la película Ed Wood, de Tim Burton, “Las mujeres prefieren los monstruos tradicionales. El horror les repele y atrae a la vez, porque tienen en su inconsciente colectivo la agonía del parto, la sangre. [···] Si quiere triunfar con una mujer, llévela a ver Drácula“. El Drácula de Bram Stoker es un personaje que se mueve básicamente por amor. La fiel adaptación de Coppola nos lo recuerda desde su propia autopromoción, calificándose de “historia de amor” (incluso el tema principal de la banda sonora se titula Love Song for a Vampire). El elemento sensual del Vampiro es, más allá del terror, lo que caracteriza al personaje de Drácula en la película.

Capítulo aparte merecen las características de la vampiro femenina o vampiresa. La tradición nos demuestra que, una vez traspasada la barrera de la muerte y convertida en vampiro, la mujer se convierte en un personaje de sexualidad absolutamente exacerbada, insaciable y fuera de control. Este curioso fenómeno se explica por el lastre cultural del papel de la mujer en la sociedad desde la arraigada óptica machista (que, a todos los niveles y concretamente en el arte, reduce los roles de la mujer a dos: madre o puta). El concepto de femme fatal, la devoradora de hombres, es un icono cultural arraigado y desarrollado en diversos periodos de la historia del cine. Los Dráculas de la Hammer son un gran ejemplo en el que podremos encontrarnos con casos casi esperpénticos de vampiresas ávidas de sangre (léase sexo), en contraposición a la figura siempre controlada, elegante y carismática de su líder, el Conde Drácula. Volviendo al Drácula de Coppola, el componente de sexualidad extremo de la vampiresa es evidente y deliberado, como se observa en la escena en la que Jonathan Harker es “devorado” casi literalmente por la jauría de vampiresas que integran el harén personal del Conde con imágenes cenitales que nos recuerdan al más puro cine porno.

Las revisiones más contemporáneas del mito vampírico no sólo evidencian la conciencia de su naturaleza sensual y sexual, sino que destaca (y, en ocasiones, prima) las relaciones homosexuales entre vampiros. Al fin y al cabo, después de la muerte las funciones estrictamente reproductoras del comportamiento sexual desaparecen, quedando únicamente la vertiente erótico/lúdica, así que el conflicto homo-hetero pasa a ser una mera cuestión de formas. Por poner un par de ejemplos, basta con echar un vistazo a los escarceos amorosos de Brad Pitt, Tom Cruise y ¿Por qué ya no se me levanta?Antonio Banderas en la adaptación de la novela de Anne Rice Entrevista con el vampiro, el trio morboso entre David Bowie, Susan Sarandon y Catherine Deneuve en The Hunger, de Tony Scott, o bien a los delirios post-modernos y metafísicos de The Addiction, de Abel Ferrara, o Trouble Everyday, de Claire Denis.

Llegando al terreno estrictamente fisiológico, es necesario reflexionar sobre las implicaciones de la actividad vampírica. Por definición, un vampiro se dedica a alimentarse con la sangre de sus víctimas. Paralelamente, recordemos que la erección masculina habitual en una relación sexual ortodoxa se produce a través del riego sanguíneo: con el estímulo sexual, los cuerpos cavernosos del pene se llenan de sangre y provocan la erección propiamente dicha. En tal caso, mi duda es la siguiente: cuando un vampiro macho se alimenta de su víctima, ¿no sería lógico que eso le provocase una erección? En tal caso, el componente sexual del vampirismo se evidenciaría todavía más, si cabe. Por otra parte, teniendo en cuenta que la eternidad es muy larga, parece lógico que unos seres inmortales que disponen de todo el tiempo del mundo lo inviertan pasándolo en la mejor postura y compañía posible. En principio, y para su gozo, los vampiros están inmunizados a enfermedades de transmisión sexual. Alcanzado este punto, cabe cuestionarse qué es lo que siente la víctima humana del vampiro al ser atacada. Si consideramos el ataque como un acto sexual, ¿es posible que la víctima llegue al orgasmo máximo justo antes de morir? En fin, en resumidas cuentas, la vida sexual del vampiro se debería regir por los mismos parámetros que la de los seres humanos, es decir, que cada uno se apañe como mejor pueda.

10 PUNTOS PARA HACKEAR EL CUERPO HUMANO

1. Si te pica la garganta, rascate el oido: Aunque pueda parecer estúpido, funciona. Al tocar los nervios del oído, se produce un reflejo en la garganta que causa que los musculo sufran un espasmo, así aliviando el picor.

2. Experiencia un oído supersonico: Si te cuesta entender lo que esta diciendo tu acompañante en la discoteca, girate y usa solamente el oído derecho. Es mejor para seguir los ritmos de la conversación. Por otro lado, el oído derecho es mejor para distinguir canciones que suenan en la lejanía o muy bajas.

3. Supera tu urgencia mas primaria: Si tu vejiga esta a punto de reventar y no hay un baño cerca, piensa en Jessica Simpson (o quienquiera que sea la chica de tus sueños). Pensar en sexo entretiene tu cerebro y elimina el estres de estar aguantando la orina.

4. Inyecciones sin dolor: Investigadores alemanes han descubierto que toser mientras te estan vacunando reduce el dolor. Al toser, aumenta la presion en el pecho y en la espina dorsal, inhibiendo los conductores de dolor de la medula.

5. Limpia tu nariz taponada: Olvidate de otros metodos. Con la lengua, presiona el paladar fuertemente de un lado a otro, y con un dedo presiona la parte superior de la nariz, por debajo del entrecejo. Esto causa que el moco que te impide respirar se mueva de adelante hacia atrás.

6. Combate los ardores sin agua: Si quieres aliviarte de los ardores de estomago nocturnos, duerme sobre tu lado izquierdo. Asi se crea un angulo entre el estomago y el esófago de tal modo que los ácidos no pueden pasar del estomago a tu garganta por pura acción de la gravedad.

7. Cura tu dolor de muelas sin abrir la boca: Tan simple como tomar un hielo y frotarlo por la zona con forma de V que esta entre el dedo pulgar y el indice, por la parte contraria a la palma. Esta demostrado que reduce el dolor en un 50% ya que esa zona esta conectada con los receptores de dolor de manos y cara.

8. Consigue que desaparezcan las quemaduras: No, lo ideal no es aplicar hielo o agua fria a la quemadura. Una vez te quemes, limpia inmediatamente la zona dolorida y aplica una ligera presión con un dedo de la mano contraria. Conseguirás que vuelva a la temperatura inicial y evitaras que aparezca la ampolla.

9. Evita que el mundo gire cuando estas borracho: Cuando bebes mas de la cuenta, el alcohol diluye la sangre de la cúpula (en tu oído, responsable del equilibrio) y hace que flote. Esto causa que tu cerebro empiece a estar confuso y pierdas el equilibrio y todo gire. Para evitarlo, coloca tu mano sobre algo completamente estable (el suelo, una mesa, la pared) para darle una “segunda opinión” al cerebro y evitar la perdida de equilibrio.

10. Evita el picor en los laterales del pecho al correr: Cuando corremos solemos respirar justo al apoyar el pie derecho, lo cual causa una presión sobre el hígado que se encuentra en la parte derecha del cuerpo. Esto crea un característico picor. El remedio, lo imagináis: respira al apoyar el pie izquierdo.

11. Alivia el sangrado por la nariz con un solo dedo: Apretar tu nariz y echar la cabeza para atrás es un buen remedio para evitar sangrar por la nariz si lo que quieres es ahogarte en tu propia sangre. El mejor remedio es colocar un trapo o algodón en la punta de la nariz y apretar contra el cartílago. La mayoría de sangrados comienzan ahí, y con un solo dedo podrás reducir el daño.

12. Haz que tu corazón pare: Cuando estas en tu primera cita o antes de un evento importante, tu corazón no parara de latir. Para aliviar esto, coloca tu pulgar en tu boca y sopla. El nervio que controla la frecuencia de latidos del corazón se puede controlar con la respiración.

13. Descongela tu cerebro: Cuando bebes agua muy fría o mucho helado de golpe, tu paladar alcanza una temperatura muy baja y tu cerebro lo interpreta como que el mismo se esta congelando también (estupideces del cuerpo humano), con lo que suele causar dolores de cabeza terribles. Para aliviarlo, coloca tu lengua contra el paladar, cubriendo el mayor espacio posible, para volverlo a su temperatura normal y aliviar el dolor de cabeza.

14. Previene la falta de vision en distancias cortas: Si estas poniendo tu vista en un punto cercano durante mucho tiempo (ie. la pantalla de tu ordenador) esto produce un estrés en tus ojos que hace que tu vista falle en distintas distancias. Para aliviarlo, cierra tus ojos, contrae todo tu cuerpo y sostén la respiración. Después de un rato, suelta la respiración y relaja tus músculos todo a la vez. Esto causara que otros músculos involuntariamente también se relajen, entre ellos los ojos.

15. Despierta a tus manos y pies dormidos: Muchas veces nos ha pasado que nuestras manos o pies se “duermen”, y generalmente no sabemos que hacer a parte de esperar. Pues ahora, cada vez que te ocurra, mueve tu cabeza de lado a lado, y se aliviara en menos de un minuto. Los brazos y manos dormidos son causados por presión en el cuello, con lo que moviendo la cabeza los nervios del cuello se soltaran. Para “despertar” tus piernas y pies, solo has de caminar unos segundos.

16. Impresiona a tus amigos: Este es quizá el mas interesante. Estando con tus amigos, pídele a uno que extienda un brazo lateralmente haciendo 90 grados con su costado. Coloca tus dedos sobre su muñeca y empuja hacia abajo, pidiéndole que aguante. Aguantara sin problemas. Ahora coloca una caja o un montón de revistas debajo del pie del mismo lado en que esta levantando el brazo, creando un desnivel entre ambos pies. Presiona ahora su brazo para abajo y no opondrá resistencia. ¿Que ha pasado? Has desviado su espina dorsal, y el cuerpo ha interpretado que es vulnerable. Cuando esto ocurre, nos rendimos y abandonamos cualquier tipo de resistencia.

17. Respira bajo el agua: Si te esta costando alcanzar ese peso al fondo de la piscina, antes de sumergirte haz varias respiraciones fuertes y rápidas, es decir, hiperventilate. Esto causara que el ácido de la sangre desaparezca, y ese es el principal causante de la sensación de ahogo, ya que el dióxido de carbono genera acidez. Este truco te dará unos cuantos segundos vitales.

18. Mejora tu memoria antes de un discurso: Si vas a dar un discurso mañana, léelo esta noche. Cualquier cosa que memorices antes del sueño se consolidara como un recuerdo de larga duración. Y esto también se aplica para los exámenes.

LAS 43 MENTIRAS DE LA HISTORIA QUE TODOS NOS CREIMOS

Pues leí en la Revista Quo, las 43 Historicas que todos nos comimos

Como que Napoleon era un enano, o que Adan y Eva no comieron ninguna manzana, no eran 3 carabelas las que tenia Colón y que Arturo en realidad nunca fue Rey... y Muchas mas bastante interesantes... Animense y leanlo...

Sin mas preambulo, ahí les va...

1. BIN LADEN no fue el primero en atacar a EEUU en su propio territorio nacional. El “merito” le corresponde a Pancho Villa, quien en 1916 cruzo Río Grande y atacó la ciudad de Columbus, en Nuevo México, donde mató a siete personas. La invasión duró menos de diez horas.

2. LAS TRES CARABELAS DE COLON SOLO FUERON DOS. La pinta y la Niña. Por que la tercera nave que participó en el descubrimiento de América era una nao, otro tipo de barco de mayor tamaño. Se llamaba Maria Galante, pero Colón la rebautizó Santa María.

3. LAS BRUJAS DE SALEM NO FUERON QUEMADAS EN LA HOGUERA. Pero que nadie piense que las indultaron. En realidad fueron ahorcadas, que era la pena que las comunidades protestantes y calvinistas solían dictar para los casos de hechicería.

4. NAPOLEON NO ERA TAN BAJITO. De hecho, media 1,68 cm., una estatura aceptable para su época, e incluso superaba por 4cm al duque de Wellington, su gran enemigo.

5. EN CASABLANCA, Bogart nunca pronuncia la frase: “Tócala otra vez, Sam”. En realidad, la frase exacta es: “Tócala Sam, Toca As time goes by”, y la recita Ingrid Bergman. Para acabar de arruinar el mito, el actor que hacia de Sam (Dooley Wilson) solo cantaba, ya que no sabia tocar el piano. El acompañamiento se incorporó en el estudio.

6. LOS VIKINGOS NO LLEVABAN CASCOS CON CUERNOS. Fue una invención del pintor sueco Gustav Malstrom en las ilustraciones que realizó en 1820 para el poema épico Frithiof`s Saga. El propósito de estos cuernos irreales era retratar a los feroces guerreros del Norte como seres casi demoníacos.

7. LA GUERRA DE LOS CIEN AÑOS, realmente duró 116, de 1337 a 1453, año en que los reyes de Inglaterra y Francia (los países en conflicto) pusieron fin a las hostilidades.

8. EL ESTRANGULADOR DE BOSTON, Albert de Salvo, no estrangulaba a sus victimas. Al menos, no a todas. Únicamente asesino de ese modo a la primera; en cambio a las otras doce las mato a golpes o puñaladas.

9. GEORGE WASHINGTON no fue el primer presidente de EE.UU. Al estallar la revolución americana en 1714, una comisión de notables eligió a Peyton Randolph, de manera provisión, para ese cargo. Tras su dimisión, ocho personas actuaron como presidentes en funciones hasta 1789, año en que por fin se aprobó la Constitución americana y se celebraron las primeras elecciones al cargo, en las que Washington fue finalmente elegido.

10. WALT DISNEY NO SABÍA DIBUJAR y nunca diseño ninguno de sus famosos personajes. Durante muchos años se dijo que Mickey Mouse había sido creado por el, pero ahora sabemos que fue obra exclusiva del dibujante Ub Wickers quien le dejo a Disney compartir la autoría para devolverle un favor.

11. LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE FUE EN NOVIEMBRE. Realmente (y según el actual calendario gregoriano), comenzó el 7 de Noviembre, cuando Lenin se sublevo en Petrogrado contra el gobierno de Kerensky. Lo que ocurre es que Rusia se regia aun por el llamado calendario Juliano (obsoleto en el resto del mundo occidental desde el año 1582). Según el cual, la fecha correspondía al 25 de octubre.

12. HERNÁN CORTÉS NUNCA QUEMÓ SUS NAVES. Según el relato de Bernal Diaz del Castillo, el cronista que acompaño a la expedición durante la conquista de México, lo que hizo fue embarrancarlas y barrenarlas, para abrir vías de agua. Además, Cortes dejo una intacta, para que fuera a Cuba a solicitar el envió de mas víveres y tropas.

13. LOS HARLEM GLOBETROTTERS Harlem Globetrotters no eran de Harlem sino de Chicago. Ciudad en la que se fundo el equipo en el año 1926, pero se pusieron New Cork Globetrotters para parecer mas cosmopolitas. Finalmente, en 1932 adoptaron Harlem como denominación de origen.

14. SHERLOCK HOLMES nunca dijo: “Elemental querido Watson”. En las novelas de Conan Doyle, el famoso detective si pronuncia la palabra “elemental”, pero nunca acompañada por la muletilla. La frase, tal y como la conocemos, fue escrita para el guión de una película protagonizada por Basil Rathbone en 1939.

15. LA GUILLOTINA no es un invento francés, y su creador no fue el doctor Ígnace Guillotin. EL revolucionario lo único que hizo fue proponerla como método oficial de ejecución. Los romanos ya conocían y usaban la guillotina, y algunos historiadores creen que fue inventada por el cónsul Titus Manlius, quien paradójicamente, acabo siendo ejecutado con ella.

16. VAN GOGH no se corto una oreja; solo un pedacito del lóbulo izquierdo.

17. MARIA ANTONIETA jamás pronunció la infame frase: “Si no tienen pan, que coman pastel”, cuando un consejero le comentó las penalidades que pasaba el pueblo de París. La historiadora Antonia Fraser ha descubierto que es un bulo: quien dijo esa barbaridad fue una cortesana, madame de Montespan. Así lo recogió Jean- Jacques Rousseau en su obra Confesiones, escrita en 1768, precisamente dos años antes de que Maria Antonieta llegara a Francia

18. LA MARCHA DE LAS MUJERES ESTABA FORMADA POR HOMBRES Precisamente, la subida del precio del pan provoco en 1789 una sublevación popular en Paris. 6.000 mujeres armadas con cuchillos y hoces marcharon en señal de protesta hacia el palacio de Versalles, dirigidas por Theroigne de Mericourt. Aunque en realidad las mujeres no llegaban al centenar, y el resto eran varones disfrazados con ropas femeninas.

19. EN LA BASTILLA NO HABIAN PRESOS POLÍTICOS. Para acabar con la Revolución Francesa, hay que decir que en la mítica prisión parisina no estaba preso ningún disidente. No había más que siete cautivos. Todos aristócratas (entre ellos el marques de Sate), encarcelados por los llamados “delitos de nombre”: no pagar deudas, matar a un rival en un duelo….

20. BRUCE LEE NO FUE EL REY DEL KÁRATE. De hecho, jamás practico esa modalidad de las artes marciales. El suyo era un estilo de lucha diferente conocido como jun fan gung fu. La enseñanza del Jeet Kune Do comienza con una base técnica. Esta base técnica es lo que Bruce enseñaba hace más de 30 años a sus alumnos, algo a lo que llamó Jun Fan Gung Fu.

21. JUANA DE ARCO NO ERA FRANCESA. La verdad es que la santa y heroína nació en Bar, una localidad de ducado de Lorena que por aquel entonces era independiente.

22. CIRCULAR POR LA DERECHA NO SIEMPRE HA SIDO LO NORMAL. De hecho, en el imperio romano se circulaba por la izquierda, una costumbre que se mantuvo en toda Europa hasta la Revolución Francesa. El nuevo régimen instauro la norma de hacerlo por la derecha, y napoleón la impuso en el resto de Europa, salvo en Inglaterra, Suecia y los países que no pudo conquistar

23. JOHN FORD NO ERA TUERTO. EL parche se lo puso ocasionalmente en 1934 para poder recuperarse de la operación de cataratas. A partir de entonces, acostumbró a llevarlo en público como excentricidad, aunque solía cambiárselo de ojo.

24. ARTURO NUNCA FUE REY. En realidad, fue un general romano llamado Lucio Artorius Casto, nombrado prefecto para defender Berta de los bárbaros.

25. NUNCA HUBO 11.000 VIRGENES. En una lápida de una iglesia de colonia esta cincelada la leyenda de 11.000 doncellas asesinadas por los hunos de Atila en el año 449. Jardiel Pocenla ya se cuestionó en una de sus obras que la auténtica cifra de vírgenes fuera tan elevada; y tenia razón, ya que hoy sabemos que solo fueron once las jóvenes martirizadas hasta la muerte por los bárbaros.

26. MARCO POLO NO INTRODUJO LA PASTA EN EUROPA. Fueron los árabes, durante la invasión de Sicilia en el año 669 (600 años antes del nacimiento del famoso viajero). EL historiador musulmán Al-Idri relató que los árabes instalados en la isla comían los itriyah, unos fideos secos.

27. EL GENERAL CUSTER nunca dijo aquello de: “El único indio bueno es el indio muerto”. El verdadero autor de tan espantosa afirmación fue el general Philip O. Sheridan.

28. ROBIN HOOD NO ERA UN BANDIDO GENEROSO, ni robaba a los ricos para dárselo a los pobres. En realidad era un nombre llamado Robert Hood, que se sublevó contra el rey Ricardo II (y no contra Juan “Sin Tierra”) para no pagar impuestos

29. CATALINA DE RUSIA no murió practicando el sexo con un caballo. La soberana falleció de un infarto, pero la leyenda negra surgió a raíz del descubrimiento de su colección privada de piezas eróticas, en las que no faltaban escenas de zoofilia.

30. LOS PIRATAS NO ENTERRABAN SUS TESOROS. O lo hacían demasiado bien, por que nunca han aparecido ninguno. Lo normal era que dilapidaran el botín en sus pillajes en las tabernas, los burdeles y las casas de juego de la isla de la Tortuga.

31. ADÁN Y EVA NUNCA COMIERON UNA MANZANA. Ya sabemos que solo es un mito, pero aun así, en el Génesis no se menciona de que fruto se trataba; únicamente se lee: “…pero del fruto del Árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de el”. El mito de la manzana probablemente se deba a los pintores renacentistas.

32. MARLON BRANDO no rechazó el Oscar que ganó por El Padrino (1972). Pero mandó a recogerlo en su lugar a una falsa india (en realidad era una mexicana disfrazada), quien hizo un alegato a favor de los derechos de los indígenas.

33. EL CABALLO BLANCO DE SANTIAGO, al final, ¡no era tan blanco! en el techo de la catedral de Compostela esta representada la imagen del santo a lomos de un ejemplar de piel castaña con manchas negras.

34. NO EXISTEN LOS CEMENTERIOS DE ELEFANTES. La aparición de un gran número de osamentas de paquidermos en un mismo lugar hizo que en un mítico lugar al que los elefantes se dirigían voluntariamente para morir. El misterio lo aclaro el biólogo Rupert Sheldrake, quien explicó que lo que realmente ocurría es que los ejemplares ancianos o enfermos de una misma manada se quedaban a vivir cerca de los manantiales de agua y morían allí.

35. “SI LA MONTAÑA NO VA A MAHOMA, MAHOMA IRÁ A LA MONTAÑA” Este proverbio no pertenece a ningún texto sagrado islámico. Forma parte de una parábola inventada por el filósofo británico Francis Bacon.

36. CORTAR CABELLERAS no era costumbre natural de los pieles rojas. La copiaron de los franceses, que exigían a sus mercenarios presentar el cuero cabelludo de cada indio muerto para poder cobrar la recompensa.

37. LOS REYES MAGOS NO ERAN TRES. El Evangelio según San Mateo solo menciona la visita de unos magos de Oriente, pero no especifica su número, y ni siquiera dice que fueran reyes.

38. “Y SIN EMBARGO, SE MUEVE” No existe ninguna prueba que demuestre que Galileo realmente murmurara esa frase al verse obligado a abjurar de sus teorías científicas en 1633, tras ser juzgado por la Inquisición. Actualmente , los historiales creen que se la inventó el escritor y editor turinés Giusepe Baretti en un fantasioso libro titulado Biblioteca italiana (1757)

39. LOS EMPERADORES ROMANOS no levantaban ni bajaban el pulgar para decretar la muerte o el indulto de un gladiador. Mostrar el puño cerrado era señal de clemencia: pero si sacaba el pulgar hacia un lado, estaba ordenando la ejecución del perdedor.

40. AL CAPONE ODIABA LOS ESPAGUETIS y, por extensión, casi todas las variedades de la pasta italiana. Lo contó en su biografía el actor George Raft, especializado en papeles de gángster y a quien Capone (gran admirador suyo) invito una vez a cenar. ¡Y le sorprendió con un menú de comida china!

41. EL MOTÍN DEL BOUNTY no fue una revuelta contra la tiranía del capitán Blight. El motivo fue menos noble: el oficial Fletche Christian, de origen aristocrático, enemistó a la tripulación contra el capitán porque no soportaba que este le reclamara constantemente un dinero que le había prestado.

42. JULIO CÉSAR NO NACIÓ POR CESÁREA. Los historiadores creen que no fue así, porque su madre murió cuando él ya había cumplido los 30, en una época en la que las mujeres no solían sobrevivir a esta operación. Lo que si es cierto es que dicha intervención debe su nombre a una ley promulgada por César para que los bebés fueran extraídos de los vientres de sus madres si estas fallecían a partir del séptimo mes de gestación.

43. LAS ORGÍAS DE TIBERIO SONUN MITO. Suetonio relata que el emperador fijó su residencia en Capri para huir de la corrupción de la nobleza romana.

Si conocen alguna otra, podemos añadirla, o bien si no estas de acuerdo con algo pues da tu opinion
Saludos

GARY GILMORE " LA CANCION DEL VERDUGO "

“Soy muy afortunado. Voy a morir y sé exactamente cuándo. Me han dado tiempo para poner mis asuntos en orden, oportunidad de la que muchos carecen. Piensen, por ejemplo, en mis víctimas”.
Gary Gilmore


Gary Gilmore nació el 4 de diciembre de 1940, en McCamey, Texas (Estados Unidos). Su padre, Frank Gilmore, tenía cuarenta y siete años, era bebedor y mujeriego, y se había casado seis o siete veces. En su juventud trabajó en un circo y como actor de comedia. Su padre, el abuelo de Gary Gilmore, era el artista Harold Weiss, mundialmente conocido como el mago Harry Houdini. Houdini nació en 1874 y, aunque comenzó a ser conocido como ilusionista, su verdadera fama provino de la espectacularidad y publicidad de sus proezas como “El Rey del Escapismo”. Una de sus especialidades consistía en escapar de jaulas en las que entraba esposado y salía utilizando una sabia combinación de herramientas ocultas y un extraordinario control muscular. Solía demostrar su poder ante la audiencia invitando al público a golpear los flexibles músculos de su estómago. Un día, un muchacho le pilló desprevenido: un golpe con un bate de baseball le produjo graves lesiones internas, de las que murió el 3 de octubre de 1926.



Harry Houdini, abuelo de Gary Gilmore


En la época en que Frank Gilmore conoció a Bessie, la madre de Gary, ya tenía cuarenta años y se dedicaba a viajar por el Oeste utilizando nombres falsos y vendiendo espacios publicitarios, muchos de ellos en revistas inexistentes. Constantemente lo detenían y pasaba cortas temporadas en prisión. Bessie Gilmore, casi veinte años más joven que él, era una de las diez hijas de un granjero mormón de Provo, Utah. Conoció a su marido en uno de los viajes que éste hizo a Salt Lake City. Bessie tuvo cuatro hijos, todos varones.



Gary Gilmore con su madre Bessie, cuando era un bebé


Gary Gilmore pasó gran parte de su infancia viajando de hotel en hotel por las pequeñas ciudades del Oeste. Cuando tenía nueve años, la familia se estableció en Portland, Oregón, ciudad en la que su padre comenzó a realizar negocios legales. El joven adoraba a su madre. Frank, su padre, era una persona distante y reservada. La única lección que enseñó a su hijo fue la de que nunca debería admitir nada ante un policía. Ese fue el inicio de los problemas de Gary con las figuras de autoridad. Gilmore fue un niño solitario. Aunque ante los adultos se mostrara silencioso y educado, era malintencionado e intransigente. Al menos, así lo creyeron las monjas del colegio Nuestra Señora del Dolor, quienes le pegaron y castigaron en más de una ocasión.



Gary Gilmore cuando era niño


Su vida criminal comenzó cuando tenía diez años. Al repartir el periódico entraba en las casas de la vecindad en busca de dinero y armas. Así, poco a poco, nació su ambición de ser miembro de una banda para poder intimidar a la gente. Esperaba que los delincuentes adultos le aceptaran entre ellos si les proporcionaba alguna que otra pistola. A los catorce años lo detuvieron en un coche robado y lo enviaron al colegio McLaren, una correccional de Woodburn, Oregón, en el que nada más ingresar dos de sus compañeros lo violaron. Durante la época que pasó en Woodburn recibió una completa educación criminal y quince meses después, cuando salió de allí, se había convertido en un delincuente juvenil. A los cuatro meses fue arrestado de nuevo. Su destino estaba tras las rejas. A lo largo de su vida, el mayor período que pasó fuera de prisión fue de ocho meses.



Correccional McLaren


En 1962 le sentenciaron a quince años en la penitenciaría estatal por atracar una tienda. En poco tiempo se convirtió en un convicto duro con un código personal muy peligroso. La violencia era el cáncer de las cárceles estadounidenses y Gilmore no se libró de él, a pesar de que su pretensión de haber asesinado a un negro asestándole cincuenta y siete puñaladas fuera sólo una bravuconada. Se enfrentaba constantemente con las autoridades de la prisión, por lo que le castigaban con palizas y fuertes dosis de drogas antipsicóticas, como el Prolixin. El Prolixin, un poderoso sedante, fue muy utilizado en las prisiones estadounidenses durante los años sesenta y setenta para controlar a los presos violentos y como castigo. Su uso se vio particularmente favorecido por el hecho de que sus efectos son muy duraderos. Dos dosis de 50 mg. por semana son suficientes para convertir al paciente más violento en una persona sumamente dócil. Sus efectos secundarios, hinchazón de pies y manos, malestar físico y dificultad para andar y hablar, también tardan mucho tiempo en desaparecer.



El joven Gilmore


En 1969, suministraron a Gilmore grandes dosis de Prolixin, dos veces por semana, durante los cuatro meses que siguieron a un escandaloso motín. Perdió veintitrés kilos y quedó físicamente incapacitado, hasta el extremo de no poder cuidar de sí mismo. Mucha gente se dio cuenta de que su personalidad se iba deteriorando como resultado directo del tratamiento. Pasó además largos períodos de incomunicación en celdas de castigo. Una vez estuvo dieciocho meses en una de ellas. Algunas veces sus períodos de soledad eran voluntarios. Buscaba la paz y el silencio. Sus oídos eran muy sensibles y el ruido constante de la prisión (el crujir de las puertas de las celdas, el murmullo de la televisión y las conversaciones a gritos entre los presos) se le hacía insoportable.



Gary Gilmore con su madre, Bessie


Su padre murió en 1961 y su madre se fue endeudando cada vez más. Trabajó como camarera para mantener a su familia, pero sus peticiones de asistencia económica a la iglesia mormona fueron ignoradas y tuvo que vender todo para mudarse a vivir a una casita. Mientras tanto, su hijo se convertía en un experto en las reglas de la prisión. Durante los motines de 1968 hizo de portavoz de otros convictos, habló con la prensa y apareció por televisión. Se sentía muy orgulloso de su coeficiente intelectual, cerca de ciento treinta, lo cual no es de extrañar teniendo en cuenta que su carrera criminal impidió que pudiera recibir una educación normal. Se había convertido en un autodidacta. En 1972 encontró plaza en una escuela de arte en Eugene, Oregón. Desde pequeño demostró tener un talento especial para el arte. Sin embargo, nunca fue a clase. Unos meses después lo detuvieron por asalto a mano armada en una tienda. El robo sólo le reportó unos cuantos dólares y tuvo que cumplir una sentencia de nueve años en prisión por ello.



Brenda Nichol perdió el contacto con su primo Gary Gilmore cuando su familia se marchó de Utah. No le había visto desde hacía treinta años. Empezó a escribirle en 1974, poco después de que lo trasladaran desde la Prisión Estatal de Oregón a la Penitenciaría Federal de Marion, Illinois. Gilmore ilustraba sus cartas con sus propios dibujos, lo cual hacía que fueran más tristes y muy elocuentes. En una de ellas le pidió a Brenda que le ayudara a conseguir la libertad condicional. Cuando ella accedió, él le escribió lo siguiente: “Un lugar donde vivir y un trabajo garantizado no significan nada, sin embargo, el hecho de que alguien se preocupe por mí es mucho más importante para la oficina de libertad condicional. Hasta ahora, siempre he estado más o menos solo”.



Brenda Nichol, la prima de Gilmore


El 9 de abril de 1976, recién puesto en libertad, se propuso coger un autobús desde Illinois hasta Utah, pero cuando llegó a San Luis cambió su billete por dinero y decidió hacer el resto del trayecto en avión. Brenda y su marido, Johnny, fueron a recogerle al aeropuerto a las 02:00 horas. Llevaba un pequeño envoltorio que contenía, entre otras cosas, todos sus dibujos y escritos, y vestía de forma estrafalaria y un tanto pasada de moda. Además, se había emborrachado un poco en el avión. Acordaron que se quedaría de lunes a viernes en casa de los padres de su prima, Vern e Ida Damico, en el pueblo de Provo, cien kilómetros al sur de Salt Lake City. Los fines de semana podría visitar a Brenda y a Johnny en Orem. Su tía estaba encantada con la idea de tenerle con ella, ya que su madre era su hermana favorita.



El Estado de Utah (click en la imagen para ampliar)


Para acelerar los trámites de su libertad condicional, Vern le proporcionó trabajo en su tienda de reparación de calzado. Gary se hizo muy amigo de Sterling Baker, otro ayudante de la tienda, y comenzaron a salir juntos a beber cervezas y fumar marihuana. Como siempre, se entendía mejor con la gente joven. Sus tíos, mientras tanto, ponían gran empeño en fomentar su vida social concertándole citas con mujeres de su edad, pero sus modales de presidiario y su falta de roce social las hacía huir rápidamente. Tenía el mismo problema cuando salía en busca de muchachas más jóvenes con el primo de Sterling, un chico de veintitrés años llamado Rikki Baker. A principios de mayo, Brenda le presentó a Spencer McGrath, quien le dio trabajo en su fábrica de aislamientos a catorce kilómetros de la ciudad. Gilmore hacía autoestop o caminaba hasta allí a diario, con cualquier tipo de clima. Su jefe, profundamente impresionado, le presentó a Van Conlin, un comerciante de coches usados que le vendió a plazos un Mustang blanco de diez años. El automóvil le proporcionó un nuevo tipo de libertad.



Spencer McGrath (click en la imagen para ampliar)


El jueves, 13 de mayo, estaba en casa de Sterling cuando la hermana de Rikki, Nicole, apareció con sus dos hijos y una amiga. “Vaya, yo te conozco”, dijo Gilmore. “Sí, puede ser”, respondió ella sonriendo. Era una mujer muy hermosa. Poco después, mientras iban a una tienda juntos, se dieron cuenta de que el Mustang azul de la joven era del mismo año que el de Gary, hecho que interpretaron como un presagio de que estaban destinados el uno para el otro. Nicole llevó a su amiga a su casa y volvió para estar con Gilmore. Hablaron de la reencarnación, de si se conocían ya de alguna vida anterior, conversación que Gary interrumpió, al excusarse explicando que llevaba todo el día bebiendo y tomando Fiorinal, un fármaco sedante que tomaba contra el dolor de cabeza. Siempre parecía tener una fuerte jaqueca. Al día siguiente, cuando ella volvió de trabajar, él estaba esperándola en su casa, en Spanish Fork, una población a quince kilómetros al sur de Provo. Una semana más tarde se había ido a vivir con ella y poco después la joven dejaba su trabajo.



Nicole Baker


Uno de los problemas que más los perjudicaba era la costumbre que Gilmore tenía de robar en las tiendas. Aunque, al principio, lo único que a ella le preocupaba era la temeridad e imprudencia con que lo hacía. El alardeaba de su técnica, que en realidad no consistía sino en entrar, coger lo apetecido, normalmente unas cervezas, y volver a salir de la tienda plenamente orgulloso del botín conseguido gratuitamente y de la apariencia amenazadora que era capaz de fingir para salir airoso sin problemas. Cuando se sentía deprimido o había discutido con Nicole, salía a robar algo para animarse. Una vez regresó a casa con un par de esquís acuáticos valorados en cien dólares, hecho que convertía el hurto en delito mayor que, con sus antecedentes, le habría supuesto una larga condena en la cárcel. Sin embargo, los esquís resultaron ser prácticamente invendibles. Había arriesgado su vida y su relación con Nicole sin obtener nada a cambio.



Nicole con su bebé


Un día de junio volvió a casa con nueve pistolas que había robado en una tienda de Spanish Fork. Regaló algunas, pero guardó en casa el resto, hasta que un día le dijo a su compañera que había encontrado un comprador para las armas y que tenía que acompañarle al lugar en que se efectuaría la supuesta transacción para servirle de tapadera. Si la policía le detenía con un arma significaría terminar de cumplir el resto de su sentencia en prisión por violación de la libertad condicional; sin embargo, jamás sospecharían de un sujeto que pasea en coche con una mujer y unos niños. Gary llevó el coche de Nicole por parecerle más serio y digno de confianza que el suyo.



El arma de Gary Gilmore


El comprador no apareció y él se puso tan furioso que regresó conduciendo como un loco. Los niños gritaron asustados hasta que, completamente histérico, comenzó a pegarles. Ella reaccionó rápidamente e intentó impedir que les levantara la mano, pero, antes de darse cuenta, estaban luchando entre ellos. La joven, en plena pelea, consiguió sacar a sus hijos del coche y se puso a caminar por la autopista hasta que, afortunadamente, unos amigos suyos la vieron, pararon y se los llevaron de allí sin perder un minuto. Frustrado por su fracaso, Gary Gilmore se dirigió a una tienda de la zona e intentó robar un magnetófono, pero le sorprendieron y tuvo que huir precipitadamente. Dejó el coche aparcado junto a un bar cercano, escondió las pistolas y se deshizo de las llaves. Cuando llegó la policía confiscó el Mustang y tuvo que llamar a un amigo para que fuera a recogerle.



La casa de Gary y Nicole


Al día siguiente, después del trabajo, fue a ver a Nicole a casa de su madre llevando consigo cigarrillos, una rosa, una carta y muy buenas intenciones. Ella no pudo resistirse y volvió a su casa con él. Fue entonces cuando Brenda, el oficial encargado de su libertad condicional, y su propia compañera, le convencieron para que fuera a la policía, con lo que, por lo menos, recuperaría el coche. Tras declararse culpable de un cargo menor, se le notificó que tendría que volver al juzgado el 24 de julio para escuchar la sentencia. Por aquel entonces, Nicole empezó a salir con otros conocidos. Cuanto más irritable y celoso se ponía Gary, menos le gustaba estar con él. Además, su costumbre de beber en exceso y de tomar drogas impedían que se comportara normalmente. Un día, ella le levantó la voz y él la golpeó.



Retrato de Nicole hecho por Gary Gilmore


Día a día, las discusiones fueron siendo más frecuentes y cada vez más violentas hasta que el 13 de julio, Gary la echó de su propia casa. Cuando al día siguiente fue a buscarla, como siempre, a casa de su madre, se sorprendió mucho de no encontrarla allí. Nicole se ocultaba en un apartamento alquilado por Jim Barret, su ex marido. Mientras Gilmore trabajaba, su compañera se llevó todos los muebles. Esto le enloqueció de tal manera que comenzó a obsesionarse con la idea de encontrarla. Unos días después aparcó el coche cerca de la casa y aguardó escondido con la esperanza de verla. Ella regresó para recoger la aspiradora que Gary le había regalado con una de sus primeras pagas. Entonces, apareció él. Ella le explicó que no podía seguir viviendo con él y, acto seguido, intentó huir en el coche, pero él se agarró con fuerza a la puerta y consiguió detenerla. Nicole sacó su pistola, una Derringer que él le había regalado, con la intención de asustarle. Sin embargo, él la desafió mirándola fijamente a los ojos y la animó a disparar. Ella, confusa y aterrada, se limitó a dar marcha atrás y se fue de allí a toda prisa. Aquella misma noche, cuando Gary charlaba con Brenda, le dijo que iba a matar a su compañera.



Al día siguiente, 19 de julio, fue a ver a Van Conlin para convencerlo de que se quedara con el Mustang y le vendiera una camioneta blanca que valía mil setecientos dólares. Van exigía que alguien le avalara el crédito, pero como Gary no logró convencer a nadie de que el riesgo valía la pena, se mostró benevolente y accedió a que se la llevara a cambio del coche y de dos pagos posteriores: uno de cuatrocientos dólares para el 21 de julio y otro de seiscientos para el 4 de agosto. Poco después de la puesta de sol fue a visitar a la madre de Nicole. Ella se apresuró a decir que desconocía el paradero de su hija, pero, esta vez, él no iba buscando a la joven, sino la pistola que le había regalado. La señora Baker nunca quiso tener el arma cerca, pero se la quedó, conmovida por la insistencia de Gary. Ahora, en cambio, él actuaba de forma tan extraña que se negó a devolvérsela. No estaba borracho, o al menos no se le notaba, pero era evidente que estaba muy tenso y terriblemente enfadado. Cuando él le aseguró que no se metería en líos con la pistola, se dio cuenta de que no tenía sentido resistirse por más tiempo. Le entregó el arma e intentó razonar con él.



La casa de la madre de Nichole


Mientras hablaban, April, la hermana de Nicole, salió de la casa. Gary se ofreció a llevarla al supermercado K-Mart y la señora Barker se negó rotundamente, pero antes de que se diera cuenta, su hija de dieciocho años se marchaba con él. No fueron a la tienda, se limitaron a dar un paseo en coche mientras charlaban amistosamente. La conversación de la muchacha carecía de sentido. Mezclaba fantasías paranoicas y alucinaciones con la trivialidad de las inquietudes cotidianas. De repente, le dijo que necesitaba algunas cosas de la farmacia. Gary entró en el establecimiento y cogió lo que necesitaba sin que nadie se diera cuenta. Cuando regresó con el botín, April le contó que quería pasar la noche fuera y él estuvo de acuerdo. Después llamaron a un compañero de trabajo de Gilmore para recuperar otra de las pistolas robadas, una Browning automática. Una vez hecho esto, siguieron paseando, esta vez buscando a Nicole. Estaba convencido de que su hermana sabría dónde encontrarla. Pero no fue así. Alrededor de las diez de la noche aparcó el coche en una calle poco transitada y le dijo a April que iba a llamar por teléfono. La dejó escuchando la radio, dobló la esquina y se dirigió hacia la gasolinera Sinclair, en North Street.



La gasolinera Sinclair


La única persona que había por allí era Max Jensen, el empleado de la gasolinera. Gilmore se dirigió hacia él empuñando, a escondidas, su pistola Browning automática. Cuando se acercó lo suficiente, sacó el arma y, apuntándole a la altura del hombro, ordenó al sorprendido Jensen que entrara en la oficina. Una vez allí, le quitó el dinero que llevaba encima, unos ciento veinticinco dólares. El joven no se resistió. Después lo llevó al sanitario que había en la parte trasera y lo obligó a tumbarse en el suelo con las manos bajo el cuerpo. Se sentó encima de él, se inclinó hacia adelante y puso la pistola en la nuca del muchacho. Después, sin razón alguna, apretó dos veces el gatillo mientras decía: “Esta es por mí” y “Esta es por Nicole”.



Max Jensen (click en la imagen para ampliar)


Gary Gilmore se colocó la pistola en el cinturón y volvió a la camioneta. Llevó a April a un autocinema para tener una coartada y poder cambiarse la ropa manchada de sangre. La película que proyectaban aquella noche era Atrapado sin salida. Para Garyl tenía un significado muy especial porque había pasado una temporada en la institución en la que fue rodada. Para April, que tenía pésimos recuerdos de las instituciones psiquiátricas, la impresión fue demasiado fuerte y, cuando no pudo más, le pidió que se fueran. Gilmore condujo en silencio hasta la casa de Brenda. Su prima se dio cuenta, por su humor, que tenía problemas y encontró a April un tanto extraña. Se comportaba incoherentemente y no era fácil hablar con ella, así que no los animó a que se quedaran.



Pasearon durante un rato sin propósito fijo y se quedaron sin gasolina en los alrededores de Provo. Dejó a la joven en la camioneta, escondió la pistola en la cuneta y empezó a caminar hasta que encontró, en una tienda, a una pareja que accedió a llevarle hasta una gasolinera a cambio de cinco dólares. Cuando regresaron, uno de los muchachos llenó el depósito con una lata e intentó hacer un poco de conversación con April. Mientras lo hacía, vio cómo Gilmore recogía el arma de entre los arbustos, la cargaba y la metía después bajo el asiento del conductor. Cuando estuvieron solos, él dijo que estaba harto de dar vueltas. Se registró con su propio nombre en el Holiday Inn y ocuparon una habitación con dos camas. Fumaron un poco de marihuana, pero April seguía con la desagradable sensación paranoica que la película había despertado en ella. Estaba convencida de que el FBI los estaba vigilando, que alguien veía lo que hacían a través de la pantalla del televisor.



April Baker (click en la imagen para ampliar)


Estuvieron bromeando un rato antes de que Gary intentara seducirla. Ella primero lo rechazó por lealtad hacia su hermana y porque creía que, por muchos problemas que tuvieran, estaban hechos el uno para el otro. Sin embargo, terminó cediendo, y Gary y su cuñada hicieron el amor dos veces aquella noche. A las siete de la mañana la llevó a su casa. Kathryne Baker había salido, así que simplemente la dejó allí y se marchó a trabajar. Sus compañeros notaron que estaba un poco nervioso pero no les pareció extraño porque estaba así desde que terminó con Nicole. Spencer McGrath le dio la tarde libre para que buscara un apartamento.



Los titulares sobre el crimen de la gasolinera


Gary llamó a Conlin e intentó venderle los esquís acuáticos robados, pero éste rechazó la oferta y aprovechó la ocasión para recordarle que si no le pagaba al día siguiente los cuatrocientos dólares que le debía, tendría que volver a ir caminando a la fábrica. Mientras tanto, el asesinato del joven Jensen se había convertido en una noticia de grandes titulares. Conlin estaba exasperado por el suceso. No podía comprender cómo un atracador podía matar a sangre fría a quien le había entregado todo su dinero. Gilmore, que estaba bebiendo una cerveza durante la conversación, comentó al respecto: “Bueno, quizá merecía que le asesinaran”. Más tarde fue a hacer su visita semanal al oficial encargado de supervisar su libertad condicional. Le habló de lo importante que era para él que volviera Nicole y le dijo que sabía que para conseguirlo tenía que empezar por dejar de beber. Después, volvió a Provo y deambuló por las calles buscándola como loco.



Nicole, por su parte, pasó el día con Roger Eaton, un joven de aspecto impecable y, por aquel entonces, respetablemente casado. Había estado mucho tiempo observándola discretamente, aprovechando que unos amigos suyos vivían cerca de ella en Spanish Fork, totalmente fascinado por su estilo de vida libre y sin problemas, antes de reunir el valor suficiente para pedirle una cita y confesarle que quería tener una aventura amorosa con ella. Ese mismo día, el 20 de julio, fue el primero que pasaron juntos. También fue la última vez que se vieron. Cuando Eaton le habló sobre el crimen de la gasolinera, ella supo, con toda seguridad, que había sido Gary Gilmore quien lo había cometido y así se lo dijo. También le contó que el domingo anterior se había visto obligada a amenazar a su compañero con una pistola. El joven se dio cuenta de que estaba involucrado en una situación delicada y muy peligrosa y, atemorizado por la naturaleza violenta de Gilmore, decidió poner fin a su aventura con Nicole y ella se fue a pasar la noche a casa de su madre.



Caricatura de Gilmore


Esa misma tarde, Gary Gilmore acudió al garaje donde trabajaba su amigo Martin Ontiveros e intentó que el dueño, Fulmer (el tío de Martin), le prestara los cuatrocientos dólares que necesitaba. Pero, como allí no tenían esa cantidad en efectivo, tuvo que seguir buscando. La camioneta empezó a darle problemas, no arrancaba bien y el motor se calentaba. Se la dejó a Norman Fulmer, quien se ofreció a cambiar el termostato en tan sólo veinte minutos, y le dijo que, mientras tanto, iría a visitar a su tío Vern, quien vivía cerca de allí.



Vern Damico (click en la imagen para ampliar)


Benny Bushnell estaba en la oficina del motel City Center, cerca de la casa de Vern Damico, viendo por televisión la final olímpica de halterofilia. Su esposa, que estaba en las habitaciones de la parte trasera, oyó voces y un ruido que interpretó como el estallido de un globo. Cuando se asomó a comprobar qué sucedía, vio a un hombre alto salir de la oficina. Después, se dirigió a donde estaba su marido mientras el desconocido daba la vuelta y caminaba hacia ella. Había algo en él que la asustó, así que permaneció quieta y en silencio durante unos segundos. Poco después, observó por la ventana cómo se alejaba y fue entonces, al darse la vuelta, cuando vio a su marido. Estaba tumbado boca abajo en el suelo, cerca del mostrador. Sufría convulsiones en todo el cuerpo y la sangre salía a borbotones de una herida en la cabeza. Intentó cortar la hemorragia mientras trataba de conseguir ayuda por teléfono. En ese momento apareció el individuo diciendo que había visto salir de allí a un hombre armado. Se hizo cargo del teléfono pero, como no pudo encontrar una ambulancia, llamó a la policía.



El motel City Center


El individuo en cuestión era Peter Arroyo. Acababa de volver con su familia de un restaurante cercano. Al llegar, echó un vistazo a la oficina y vio a un tipo salir de detrás del mostrador con una caja de dinero en una mano y una pistola en la otra. Rápidamente, se llevó de allí a su familia para ponerla a salvo. Cuando regresó, vio salir andando al intruso y se decidió a entrar en la oficina. Allí encontró al gerente del motel desangrándose y a su mujer desesperada, luchando por ayudarle. El asesino se marchó caminando lentamente, reprimiendo las ganas de salir corriendo; se guardó el dinero robado en un bolsillo, unos ciento veinticinco dólares, y tiró la caja que lo contenía en unos arbustos. Sabía que tenía que deshacerse de la pistola. La cogió por el cañón con su mano izquierda y la escondió en lo más profundo de un seto que había en la cuneta pero, cuando ya iba a soltarla, una rama se metió en el gatillo y la pistola se disparó agujereándole la membrana que separa el dedo índice del pulgar. Volvió al taller de reparaciones y entró directamente en el cuarto de baño, dejando tras de sí un rastro de sangre. Mientras tanto, Martin y Fulmer oyeron un comunicado, sobre el asesinato del motel, sintonizando la frecuencia de la policía, que oían para entretenerse de vez en cuando en lugar de las emisoras comerciales normales. Al escuchar lo sucedido cruzaron una mirada.



Benny Bushnell (click en la imagen para ampliar)


Gilmore salió del sanitario con unas toallas de papel enrolladas en la mano herida. Martin no había acabado de componer la avería de la camioneta, pero le dijo que ya estaba arreglada. Gilmore se marchó de allí a toda prisa, conduciendo de forma un tanto insegura, y al dar marcha atrás para salir chocó contra un buzón. Fulmer esperó hasta perder de vista el vehículo y llamó a la policía para contarles lo del rastro de sangre y darles una descripción completa del herido y la camioneta. La descripción encajaba perfectamente con la de Peter Arroyo. A partir de ese momento, todas las patrullas de la ciudad se pusieron a buscar una camioneta de color blanco. Los tíos del sospechoso, Vern e Ida, estuvieron viendo la televisión hasta que oyeron las sirenas, primero las de la policía y algo más tarde las de las ambulancias. Martin Ontiveros fue quien les comunicó que su sobrino era el presunto asesino. Ida llamó inmediatamente a Brenda para contarle lo sucedido y cuando terminó añadió: “Recurrirá a ti, como hace siempre”. La joven llamó a la policía para preguntar si Toby Bath, un agente del vecindario, podía ir a su casa para protegerla. Poco después de que éste llegara, Gilmore llamó por teléfono para hablar con Johnny, el marido de Brenda. Le contó que le habían disparado cuando intentaba impedir un atraco y le pidió ayuda. No podía ir a un hospital porque allí “no le creerían a un ex convicto con una herida de bala”. Llamaba desde la casa de Craig Taylor, a quien le había pedido que lo llevara al aeropuerto, pero éste se negó, así que le pidió permiso para llamar a su prima. Su amigo le pasó el auricular por la ventana porque no quería molestar a su mujer. Brenda tomó nota de la dirección y le dijo que Johnny acudiría en su ayuda con vendas y calmantes. Acto seguido llamó a la policía para advertirles de que Taylor tenía mujer e hijos y podían estar en peligro. Decidieron rodear la casa y esperar, en lugar de arrestarle allí mismo y correr el riesgo de desencadenar un tiroteo.



Al ver que Johnny no aparecía, Gilmore y Craig se turnaron para llamar a casa de Brenda por si había novedades. Ella hizo todo lo posible por ganar tiempo y retenerle allí. Entre llamada y llamada se sentaban en el porche y charlaban. Después de media hora, el herido se cansó de esperar y se marchó conduciendo muy despacio por una carretera comarcal. Los coches de policía le siguieron de cerca pero no actuaron hasta estar suficientemente alejados de la ciudad. Tres de los vehículos le adelantaron y bloquearon la carretera mientras encendían luces y sirenas. El teniente Peacock, que estaba a cargo de la operación, ordenó al conductor que detuviera la camioneta y saliera con las manos en alto. Gilmore dudó por unos instantes, pero finalmente obedeció. Los agentes pudieron ver su indecisión por segunda vez cuando le dijeron que se colocara delante de los faros con las manos bien altas. Se tumbó boca abajo en el asfalto, aceptando la derrota, mientras la camioneta, sin el freno de mano puesto, rodaba despacio hacia una zanja.



El arresto de Gary Gilmore


El sospechoso se dirigía hacia casa de Kathryne Baker cuando lo detuvieron. Nicole estaba dormida en el salón en el momento en que la policía dio el alto al conductor de la camioneta blanca. Cuando despertó pudo ver a su compañero tumbado en el suelo y a un montón de agentes apuntándole con sus armas. Gilmore asintió para demostrar que había comprendido cuando uno de ellos le leyó sus derechos. Primero lo llevaron al hospital, donde le vendaron el antebrazo y la mano herida. No llegó a la comisaría hasta las 04:00 horas. Estuvo de acuerdo en hablar con el teniente Gerard Nielsen, quien había investigado la reciente tentativa del robo del magnetófono, y comenzó contándole la misma historia que a Brenda. Afirmaba que lo habían herido al intentar impedir el robo del motel. Después, se quejó del dolor que sentía en la mano y dijo que quería ver a Nicole. Nielsen intentaría ayudarle. Más tarde, el detenido, completamente agotado, hizo algo que jamás había hecho antes: admitir algo en presencia de un policía. Reconoció ante el teniente que había llevado a cabo los dos asesinatos y, aunque sus instintos de criminal convicto no le habían abandonado aún, terminó firmando una confesión. Cuando habló con su prima por teléfono, ella le explicó por qué lo había entregado a la policía: “Cometiste un asesinato el lunes y otro el martes. No iba a esperar a ver si cometías otro el miércoles”.



Gilmore durante su detención


El 23 de julio, Nielsen llevó a Nicole a ver a Gilmore. Estaba tan emocionado que no perdió el tiempo en hacer reproches. Ella nunca le había visto tan relajado. La abstinencia forzosa de cerveza y de Fiorinal le dejó la cabeza despejada y los ojos limpios. El encuentro despertó en ella antiguos sentimientos. Hubo una vista preliminar el 3 de agosto. Craig Snyder, un abogado de oficio, se hizo cargo del caso y solicitó la ayuda de otro compañero, Mike Esplin. Durante la vista, Snyder propuso un pacto. Su cliente admitiría el homicidio en primer grado a cambio de una sentencia de cadena perpetua. El fiscal del Distrito, Noah Wootton, rechazó la oferta. Había revisado el historial penitenciario del acusado y, en vista de los numerosos episodios violentos, sus intentos de fuga y la naturaleza especialmente cruel de los asesinatos, decidió solicitar la pena de muerte.



El fiscal Noah Wootton


Mientras esperaba el comienzo del juicio en la cárcel del condado, Gilmore parecía más preocupado por ver a Nicole que por su difícil situación y su futuro inmediato. Cuando las autoridades de la prisión la eliminaron de la lista de visitantes autorizados por no pertenecer a la familia, él se negó a cooperar en todos los sentidos hasta que la volvieran a inscribir. Gilmore y Nicole se escribían a diario e incluso varias veces al día. Ella, sin embargo, seguía teniendo amoríos ocasionales. Reunió el valor suficiente y le habló de ellos en una carta, pero, poco después, recibió otra en respuesta en la que su compañero, angustiado y muy afectado, le explicaba que cuando la imaginaba junto a otro hombre sentía deseos de matar a alguien.



Homicidio en Primer Grado (click en la imagen para ampliar)


El juicio por el asesinato de Benny Bushnell comenzó el 5 de octubre en el Palacio de Justicia del condado de Provo; presidía la sala el juez Robert Bullock. El primer día se tomó juramento a los miembros del jurado. El segundo, la acusación presentó el caso con argumentos irrefutables. El casquillo que se encontró junto al cuerpo de la víctima provenía de la Browning escondida entre los arbustos. Además, el rastro de sangre que partía de allí y llegaba hasta el garaje era, sin duda, del acusado. El doctor Morrison, quien llevó a cabo la autopsia, testificó que no había quemaduras de pólvora en la cabeza de Bushnell, lo cual significaba que el cañón de la pistola estaba en contacto con la misma cuando se efectuó el disparo. Fue una ejecución a sangre fría, un homicidio en primer grado.



El juez Robert Bullock


El abogado Esplin interrumpía el caso siempre que podía, introduciendo pequeñas puntualizaciones. Los dos abogados sabían que su única oportunidad consistía en plantar la semilla de la duda en la mente de los miembros del jurado y tratar de abonar el terreno para una futura apelación. La defensa no llamó a declarar a ningún testigo, lo cual, aparentemente, sorprendió bastante a Gilmore. En realidad no esperaba mucho de sus representantes legales: al fin y al cabo, cobraban sus honorarios del Tribunal que le estaba procesando, pero tenía la esperanza de que, al menos, intentarían reducir el cargo inicial al de homicidio en segundo grado.



El Palacio de Justicia de Utah


Al comenzar el tercer día, el acusado dijo que quería subir al estrado y declarar en su propia defensa, pero cambió de opinión cuando sus abogados le advirtieron de que corría un gran riesgo. Se resignó ante el hecho de que la defensa no tenía realmente nada en qué basarse. Wootton hizo una recapitulación final muy rápida y se limitó a volver a exponer los detalles del caso. Esplin, en respuesta, hizo hincapié en uno o dos pequeños errores cometidos por el fiscal durante su discurso. Sugirió que el sensible gatillo de la Browning se había disparado accidentalmente. El jurado se retiró a deliberar a las 10:13 horas y volvió, ochenta minutos más tarde, con un veredicto de culpabilidad.



La Prisión Estatal


A las 13:30 horas comenzó la vista para decidir la sentencia. Los defensores se negaron a permitir que Gilmore subiera al estrado. Su madre Bessie no puedo acudir al juicio, pues era ya muy anciana y estaba muy débil como para hacer el viaje hasta allí. El abogado Snyder reservaba sus objeciones más enérgicas para el testimonio del detective Rex Skinner, de Orem, acerca del asesinato de Jensen.



La defensa llamó al estrado a John Wood, psiquiatra, quien expuso su opinión de que Gilmore era un psicópata, pero se vio obligado a admitir, a instancias de Wootton, que estaba legalmente cuerdo. Finalmente, el propio acusado fue el segundo y último testigo de descargo. Su abogado tenía la esperanza de que el jurado se sintiera menos inclinado a sentenciar a muerte a alguien si le conocían mejor. Testificó con voz serena e insensible y no parecía en absoluto afectado por el más mínimo remordimiento.



Colleen Jensen, Scott Ostergaard y Debbie Bushnell, durante el juicio de Gilmore


Durante el severo interrogatorio al que se vio sometido, se hizo evidente otra faceta de su personalidad. Se mostró hostil y huraño, respondió con monosílabos y se negó a discutir el “asunto personal” que supuestamente había provocado su ira asesina. De hecho, su relación con Nicole sólo se mencionó indirectamente durante el juicio. La recapitulación del fiscal Wootton se centró en las condenas anteriores del acusado y en su tremendo historial de violencia en prisión. No pidió la pena de muerte para disuadir a otros criminales, sino por el mero hecho de que Gilmore, en su opinión, era demasiado peligroso para dejarlo vivir. Cuando le preguntaron si quería dirigirse al jurado, la última oportunidad de demostrar arrepentimiento o pedir clemencia, su única respuesta fue: “Bueno, me alegro de que por fin el Jurado me preste atención”. Después le dijeron que escogiera cómo quería morir. Gracias a una norma especial del Estado de Utah, tuvo la ocasión de elegir entre la horca o un pelotón de fusilamiento. El condenado se decidió por la última opción y el juez fijó la fecha de la ejecución para el 15 de noviembre de 1976.



El sistema legal estadounidense posibilita gran cantidad de apelaciones a las máximas autoridades: a un Estado en concreto, a los Juzgados de Distrito y, por último, a la Corte Suprema de los Estados Unidos. Se puede recorrer el mismo camino varias veces basándose en pruebas y leyes diferentes en cada ocasión. El tiempo que transcurre desde el final de un juicio hasta el cumplimiento de la sentencia puede extenderse varios años. Los criminales sentenciados a muerte se mantienen aparte, alejados de los otros reclusos, en una zona de la prisión especialmente reservada para ellos, conocida coloquialmente como “El Pabellón de los Condenados” o “El Pasillo de la Muerte”. Estos presos sólo salen de allí para ser ejecutados o si se les conmuta la pena, en cuyo caso cumplen condena perpetua en prisiones de máxima seguridad.



El Pasillo de la Muerte


“El Pasillo de la Muerte" consiste, normalmente, en un corredor sin ventanas con celdas pequeñas, nunca mayores de 3 por 2.5 metros, dispuestas en dos hileras, una enfrente de la otra. Los presos están vigilados las veinticuatro horas del día para evitar que escapen del verdugo suicidándose. Las luces nunca se apagan. Los presos no pueden salir al patio como el resto de sus compañeros. El único ejercicio que les permiten hacer consiste en pasear, por turnos, durante media hora diaria, a lo largo del angosto pasillo. También es esta su única oportunidad de charlar con otros condenados, ya que normalmente sólo pueden conversar a gritos desde sus celdas. Las comidas se sirven siempre a través de los barrotes. En este lugar, las privaciones de la prisión son particularmente rigurosas.



Gary Gilmore, a pesar de los años de práctica, nunca pudo acostumbrarse a estar allí. En una ocasión comentó: “Odio la rutina, odio el ruido, odio a los guardias y odio la desesperación que me hacen sentir”. Era extremadamente sensible a! ruido. Tenía un oído tan perceptivo que los continuos sonidos metálicos y el resonar del murmullo de voces le resultaban insoportables. Una vez, colocó una toalla en los barrotes de su celda para que la luz no le diera directamente en los ojos mientras intentaba dormir y los guardias lo amenazaron con castigarle quitándole el colchón. El temor a la muerte era bastante más llevadero que la idea de pasar toda la vida en la cárcel. En una de sus entrevistas con el capellán de la prisión, una de las pocas personas que podían entrar libremente, dijo: “He estado entre rejas dieciocho años de mi vida y no estoy dispuesto a pasarme aquí otros veinte. Prefiero morir a seguir en este agujero”.



La moratoria del Tribunal Supremo sobre las ejecuciones redujo la población de “El Pasillo de la Muerte” a unas 450 personas. Sin embargo, con la creciente aceptación de la pena capital en los Estados Unidos, esto comenzó a cambiar. Para 1985 había ya 2100 presos en el citado lugar. Desde entonces, cada año se suman a esta cantidad cuatrocientos condenados más.



Lo llevaron a la Penitenciaría Estatal de Utah y allí declaró que no quería recurrir al uso de las tácticas de aplazamiento implícitas en el sistema legal estadounidense. Al principio nadie le tomó demasiado en serio. Esplin y Snyder apelaron su sentencia y se fijó la vista para el 1 de noviembre. Mientras le explicaban su delicada situación (los dos abogados estaban seguros de poder conseguir una revisión del caso), Gilmore sólo pensaba en una cosa y tan sólo preguntó: “¿Puedo despedirlos?” Durante la vista de apelación retiró la propuesta de un nuevo juicio y, por primera vez, hizo públicas sus opiniones: “Me han sentenciado a morir. A menos que todo haya sido una broma pesada o algo así, quiero llegar hasta el final y acabar de una vez”. Sin embargo, sus abogados no le hicieron caso, siguieron adelante y presentaron una apelación ante la Corte Suprema de Utah, pensando que era su deber. El 3 de noviembre, Gary Gilmore los despidió.



Abogados de Oficio (click en la imagen para ampliar)


Dos grupos de presión nacional anunciaron su intención de luchar en contra de la ejecución. La ACLU (Asociación para la Defensa de las Libertades Civiles Estadounidenses) se oponía a la pena máxima por principio, y la Asociación Nacional para el Progreso de Personas de Color hacía, además, hincapié en el hecho de que un número desproporcionado de presos del “Pasillo de la Muerte” eran negros. Gilmore decidió que necesitaba ayuda en su lucha por enfrentarse cuanto antes al pelotón de fusilamiento. Había recibido una carta de Dennis Boaz, un abogado radical que en aquel momento intentaba ganarse la vida como escritor independiente. En su misiva manifestaba un profundo respeto hacia su postura y la intención de escribir su historia.



Moratorias (click en la imagen para ampliar)


Las autoridades de la prisión mantenían a los medios de comunicación alejados del reo, pero no podían impedir que viera a un abogado. Boaz consiguió entrevistarse con él. Durante aquella corta visita acordaron que este nuevo aliado no sólo le representaría legalmente, sino que escribiría y vendería su historia para dividir después los beneficios en partes iguales. Aunque hacía varios años que no ejercía la abogacía, el 10 de noviembre Boaz presentó el caso con mucha elocuencia ante el Tribunal Supremo de Utah y éste apoyó el derecho del acusado a retirar su apelación por una mayoría de cuatro a uno. La ejecución se llevaría a cabo en la fecha fijada.



El abogado Dennis Boaz


El caso ocupó todos los titulares de prensa de los Estados Unidos y, con él, la polémica de la pena capital volvió a ser un tema fundamental en la agenda de todos los políticos. El gobernador de Utah, Calvin Rampton, se unió al debate cuando declaró que el Caso Gilmore era digno de un análisis más profundo. El 11 de noviembre ordenó un aplazamiento para que la Comisión de Indultos pudiera revisar el caso en cuestión.



Gary Gilmore, desesperado, comenzó a pensar en el suicidio como remedio a tan prolongada agonía. Pidió a Boaz que le proporcionara somníferos suficientes, pero éste, después de pensarlo detenidamente, decidió que no podía hacerlo. Sin embargo, él no era el único a quien recurrir: siempre quedaba Nicole. Algunas veces, en sus cartas, le había pedido que se suicidara por él, por su amor, para encontrarse en otra vida después de la muerte. Ahora, tendrían ocasión de morir juntos. El 15 de noviembre, fecha en que se había fijado la ejecución inicialmente, Vern Damico visitó a su sobrino. Ambos expresaron su arrepentimiento por antiguas disputas y olvidaron sus diferencias.



Vern e Ida Damico durante el juicio


Ese mismo día, algo más tarde, recibió una visita de Nicole. Había conseguido reunir setenta somníferos pidiéndoselos en pequeñas cantidades a diferentes médicos. Podía haber comprado más, pero temía que alguno de los doctores informara a la policía. Se quedó con la mitad de las píldoras e hizo llegar el resto a Gilmore escondiéndoselas en la vagina, eludiendo así los registros rutinarios. Mientras se abrazaban en la sala de visitas, ella le pasó las píldoras y desde ese momento permanecieron el resto del tiempo mirando por la ventana, besándose y cantando.



Nicole Baker (click en la imagen para ampliar)


Cuando llegó a casa, Nicole dejó por escrito su última voluntad con respecto a sus pertenencias y a su propio cadáver. A medianoche se tomó las pastillas y mientras le hacían efecto, se tumbó en un sofá a contemplar una foto de Gary. A la mañana siguiente un vecino la encontró y la llevó al hospital de Utah Valley. Estaba en coma y sus oportunidades de sobrevivir eran mínimas. A él lo encontraron aproximadamente a la misma hora y lo llevaron al hospital. Gilmore era casi dos veces más grande que su compañera, por lo que la dosis de somníferos no fue en absoluto letal. Al día siguiente, lo devolvieron a su celda.



Gary Gilmore atendido de urgencia tras su intento de suicidio


Nicole despertó del coma el 18 de noviembre. Cuando él se enteró de que no había muerto, exigió que le permitieran hablar con ella, y ante la negativa de las autoridades penitenciarias se puso en huelga de hambre. Unos días más tarde ingresaron a la joven en el Hospital Estatal, donde estuvo bajo la atención médica del doctor Woods, quien había testificado en el juicio. El personal y el resto de los internos recibieron instrucciones de evitar siquiera mencionar el nombre de Gilmore. El doble intento de suicidio asustó a Dennis Boaz y le hizo cambiar de opinión. No podía seguir trabajando para conseguir la muerte de una persona. Después de despedirlo, Gary le pidió a su tío que se ocupara de sus asuntos desde el exterior. No se trataba simplemente de conseguir representación legal: su fama se extendía rápidamente y podía sacar mucho dinero con su historia.



Entrevista con Gary Gilmore en la revista Playboy


Vern contactó con dos abogados locales, Bod Moody y Ron Stanger, para que defendieran los intereses de su sobrino y pudieran presentarle a Larry Schiller, el productor cinematográfico independiente. Este fingió ser asesor fiscal y consiguió entrar con los abogados en la prisión para conocer al célebre Gary Gilmore. Desde lo ocurrido con Nicole, no le permitían tener ningún contacto físico con las visitas. Se sentaba en una sala de seguridad y veía a sus visitantes por una pequeña ventana. Habían hablado previamente por teléfono y el preso accedió a vender su historia al productor. Por este motivo se las ingeniaron para firmar los contratos y demás documentos aquella misma noche. Al enterarse de lo ocurrido, el alcaide se puso furioso y echó a Schiller de allí.



Moody y Stanger (click en la imagen para ampliar)


Larry Schiller fue a Salt Lake City para negociar los derechos de una película basada en el Caso Gilmore en nombre de la cadena de televisión ABC. Cuando la ABC se retiró, él siguió adelante, obteniendo de Gilmore los derechos por $50,000.00 dólares y los de Nicole, por $25,000.00. De pequeño, Schiller escuchaba por radio los informes de accidentes de la policía de Nueva York, luego acudía al lugar en cuestión con su bicicleta y tornaba imágenes de la escena para vender las fotografías a las compañías de seguros. Siendo uno de los fotógrafos más jóvenes de la revista Life, hizo reportajes sobre las noticias más importantes de los años cincuenta y sesenta. Y en 1963 vendió a la revista Playboy una fotografía de Marilyn Monroe desnuda por la increíble cantidad de $25,000.00 dólares. A finales de la década de los sesenta publicó Minimatat, un trabajo que evidenciaba la existencia de mercurio tóxico en aguas japonesas, y llevó a cabo el montaje fotográfico de numerosas películas; entre ellas Butch Cassidy and The Sundance Kid. En los años setenta se convirtió en productor cinematográfico. Una de sus películas fue Marilyn, basada en un libro en el que sus fotografías de la actriz iban acompañadas por un texto de Norman Mailer; otra, El hombre que escaló el Monte Everest. A pesar de sus éxitos, tenía fama de embaucador y de periodista especializado en la muerte. Fue duramente criticado por los procedimientos empleados para conseguir entrevistas con Jack Ruby, el asesino de Lee Harvey Oswald, justo antes de su muerte.



El controvertido Larry Schiller


Cuando se reunió la Comisión de Indultos el 30 de noviembre, Gary Gilmore abogó por sí mismo y desafió a la ley para llevar a cabo su decisión. Richard Giauque, portavoz de la ACLU, afirmaba que la cuestión que se estaba tratando no era asunto del propio condenado o de la Comisión, sino del proceso legal. Se rechazó cualquier otro aplazamiento por una mayoría de tres a dos. La ejecución se fijó para el día 6 de diciembre. Pero la ACLU no se rindió. Giauque presentó una petición en nombre de la madre de Gilmore, Bessie, argumentando que el reciente intento de suicidio demostraba que estaba mentalmente enfermo y que por ello era incompetente para saber lo que le convenía. El Tribunal Supremo dio de plazo hasta el 7 de diciembre para preparar el caso y prometió que emitiría un fallo definitivo. Gary Gilmore se puso en huelga de hambre: exigía que lo ejecutaran y no se detendría hasta conseguirlo.



Gary Gilmore ante la Comisión de Indultos, pidiendo su ejecución


Todo lo que el reo deseaba era hablar con Nicole. Intentó persuadir a Schiller para que sobornara a un médico del hospital, y al no querer hacerlo, éste se negó a contestar a sus preguntas. Nicole, por su parte, también intentaba desesperadamente hablar con él. Su abogado le hacía llegar algunas cartas, pero los otros internos la tenían siempre vigilada. El 13 de diciembre, el Tribunal Supremo rechazó la petición de la ACLU, decidiendo por cinco votos a cuatro que Gilmore había hecho uso de sus derechos de forma consciente. La ejecución fue definitivamente fijada para el 17 de enero. El condenado puso fin a su huelga de hambre, después de 25 días de ayuno, y accedió a cooperar con Schiller de nuevo.



Dibujo realizado por Gary Gilmore en la prisión


El 15 de diciembre, tras un plan fallido para hablar con su compañera desde el teléfono del juzgado, tomó una sobredosis de fenobarbital pero sobrevivió. La ACLU intentó conseguir la ayuda de su madre, una vez más, pero después de mantener una conversación telefónica con su hijo, se negó a intervenir. El 11 de enero su hermano menor, Mikal, fue a visitarle a petición de la Asociación, pero estaba convencido de que Gilmore no quería que su familia se mezclara en el asunto. Aquel día Gary se despidió de él diciéndole una frase que se volvería célebre y sería, desde entonces, citada una y otra vez: “Nos veremos en el Infierno”.



La ejecución se había fijado para las 07:49 horas del lunes 17 de enero. Al atardecer del día anterior llegaron a la prisión estatal de Utah corresponsales de todo el mundo. Venían preparados para pasar la noche despiertos y atentos a cuanto pudiera suceder. El alcaide había anunciado que a partir de las 18:00 horas del 16 de enero nadie podría entrar en el recinto penitenciario. Se celebró una pequeña fiesta de despedida en honor del condenado en la sala de visitas del pabellón de máxima seguridad. Sus abogados, sus tíos y otros miembros de la familia estaban allí. Su madre, Bessie, no pudo hacer el viaje debido a su precario estado de salud y Brenda estaba en el hospital.



La prisión proporcionó comida y refrescos, pero Vern consiguió pasar pequeñas botellitas de licor gracias a que las autoridades hicieron la vista gorda. El ambiente era distendido e incluso alegre al principio. A Gilmore le permitieron tomar unas anfetaminas y usar el teléfono de la oficina de los guardianes. Llamó a numerosas emisoras de radio pidiendo las canciones preferidas de Nicole y a su ídolo, Johnny Cash. Después, se puso el abrigo de su tía Ida y fingió que se escapaba con semejante atuendo mientras el vigilante, escondido tras su chaleco antibalas, le miraba con indulgencia. Pero esta parodia era algo más que una broma inocente. Durante la tarde había hablado con Vern, Moody y Stanger e intentó convencerles de que cambiaran sus ropas con él. Estaba seguro de que si conseguía salir del edificio, podría correr hasta la verja, trepar los cinco metros de alambre de espino y desaparecer en la oscuridad. En ese rato pudo hablar por teléfono con su madre para despedirse.



Mientras tanto, la ACLU seguía intentando salvar su vida. A las 22:00 horas consiguieron una audiencia ante el juez Ritter con el pretexto de proteger los intereses de los contribuyentes: solicitaban un aplazamiento basándose en que la ejecución supondría una malversación de los fondos públicos. A la 01:00 de la madrugada, el juez concedió un aplazamiento y fijó una nueva vista para el 27 de enero. Cuando Gilmore se enteró, estaba hablando por teléfono con Schiller para dejar atados algunos cabos sueltos de su historia. Al principio no se lo creía, luego se deprimió y, por último, se puso tan furioso que dijo que pagaría los gastos de la ejecución de su propio bolsillo.



En el momento en que se supo que no moriría por la mañana, le denegaron el consumo de drogas y tuvo que prescindir de las anfetaminas. Sin embargo, el equipo del fiscal general no estaba vencido. Habían previsto la posibilidad de una jugada de última hora y tenían preparado un avión para atravesar las Montañas Rocosas y llevar el caso a Denver, la siguiente autoridad judicial en el escalafón para apelar contra la decisión del juez Ritter. Se convocó apresuradamente una vista que comenzó a las 06:50 de la mañana ante tres jueces. El Estado de Utah insistió en que los intereses de los contribuyentes eran sólo un pretexto, una maniobra desesperada para atrasar la ejecución, y en que la ACLU no tenía ningún derecho legal para actuar en nombre de Gilmore.



Las protestas de la ACLU contra la condena de Gilmore


Entretanto, en la prisión, el alcaide tenía instrucciones de seguir adelante con todos los preparativos de la ejecución. Los que no iban a presenciar el acto se despidieron a las 06:50, aunque eran pocos los que creían que aquello era realmente el final. En el exterior comenzaba a reflejarse una luz tenue en los campos cubiertos de nieve. La ejecución tendría lugar en una fábrica de conservas del interior del recinto penitenciario, lejos del pabellón en que estaban las celdas. Gilmore llevaba puestos unos pantalones blancos y una camiseta negra y apretaba entre sus manos una fotografía de Nicole que había recortado de una revista. Lo llevaron esposado hasta un furgón. El alcaide recibió entonces una llamada telefónica: el Tribunal de Denver había desestimado la decisión del juez Ritter a la 07:35. La ejecución seguiría adelante. La ACLU, desesperada, contactó con la Corte Suprema de los Estados Unidos pero, a las 08:03 de la mañana volvió a denegarse un aplazamiento. Los abogados ya no podían hacer nada.



La camioneta transportando a Gary Gilmore


El furgón llegó a la fábrica de conservas a las 07:55 horas. El condenado subió por unas escaleras de madera hasta una sala de grandes dimensiones completamente vacía. En un extremo caía desde el techo una cortina azul, tras la que esperaba el pelotón de fusilamiento, cinco voluntarios de la policía de Salt Lake City. Uno de los rifles estaba cargado con balas de salva.



En la cortina había unas aberturas y a través de ellas dispararían contra el reo, quien estaba ya sentado en una silla de madera, a seis metros de distancia, a la que le ataron los pies y las manos con unas correas. Entre la silla y el muro de piedra que tenía a su espalda habían puesto sacos de arena cubiertos por un colchón viejo.



Gilmore invitó a Nicole, pero no le permitieron asistir; también invitó a su tío Vern y a sus abogados. En total, había unos cuarenta testigos colocados tras una línea pintada en el suelo. Cuando lo iban a atar en la silla, Gilmore llamó a su tío y le entregó un reloj, parado a las 07:49, la hora que se fijó inicialmente para la ejecución. Era para Nicole.



El alcaide dio lectura a la notificación oficial de ajusticiamiento mientras el condenado se inclinaba de un lado a otro intentando ver a los verdugos, ocultos tras la cortina. Cuando le preguntaron si tenía algo que decir, respondió secamente: “¡Acaben de una vez!”



Después de que un capellán católico le diera la Santa Unción, le pusieron y ataron en la cabeza una capucha de lona. Un médico le prendió con alfileres un círculo blanco de papel sobre la camiseta, a la altura del corazón. Durante la cuenta atrás permaneció muy tranquilo.



Luego los cinco rifles dispararon al unísono con tal estruendo, que el sonido traspasó los tapones de algodón que llevaban puestos en los oídos todos los testigos. La cabeza de Gilmore cayó suavemente hacia delante y su mano derecha se levantó levemente.



La sangre goteó por sus pantalones blancos y empapó sus zapatillas de deporte dejando un charco en el suelo. Eran las 08:07 horas. El médico examinó el cuerpo y confirmó que Gary Gilmore estaba muerto.



El cadáver de Gary Gilmore


Mientras trasladaban el cadáver a Salt Lake City para hacer la autopsia de rigor, Vern, Schiller, Moody y Stanger reunían fuerzas para enfrentarse a una conferencia de prensa.



El cuerpo de Gilmore durante su traslado


Gilmore pidió que sus córneas sirvieran para alguien más, y fueron trasplantadas con éxito ese mismo día. Luego, el cuerpo de Gary Gilmore fue incinerado y sus cenizas esparcidas desde un avión, por Spanish Fork y otros lugares de Utah.



Los ojos de Gary Gilmore (click en la imagen para ampliar)


Bessie Gilmore, cada vez más paralizada por la artritis, murió, completamente sola, en 1980. Poco después de la ejecución, Ida Damico sufrió una apoplejía. El tío Vern tuvo que vender su zapatería para poder cuidarla.



Figura de cera representando a Gilmore


Nicole salió del hospital psiquiátrico a finales de enero de 1977. Se fue de viaje con su madre y los niños a expensas de Schiller, pero nunca regresaron a Utah. Su madre, Kathryne Baker, se trasladó a Reno, Nevada, y trabajó como camarera; Nicole cambió de nombre y se estableció en California con sus hijos. Después se mudó a Oregón.



Cronología del Caso Gilmore (click en la imagen para ampliar)


Tras la respuesta de los medios al Caso Gilmore, Larry Schiller propuso al novelista Norman Mailer que escribiera un libro basado en su historia, a partir de las numerosísimas entrevistas que había conseguido de todos los implicados. Mailer terminó el libro en quince meses y lo tituló La canción del verdugo (The executioner’s song). Fue publicado en 1979 y, gracias a él, Norman Mailer recibió el Premio Pulitzer en 1980. Mailer también escribió el guión cinematográfico de la película de Schiller, del mismo título.



Norman Mailer, autor de La canción del verdugo


Otra película rodada muchos años después, Un disparo en el corazón, narra los últimos días de Gilmore a través de los ojos de su hermano menor, Mikal Gilmore. El caso Gilmore también fue mencionado en un número de la historieta Punisher War Zone.



Gilmore en las páginas de Punisher


Por otro lado, la historia de su donación de córneas sirvió como tema para la canción “The Gary Gilmore eyes”, del grupo The Adverts.




Cartel musical y letra de la canción sobre los ojos de Gary Gilmore