Tras la Segunda Guerra Mundial, durante los años dorados de Hollywood, la ciudad californiana sufrió una de sus mayores tragedias: el misterioso y brutal asesinato de Elizabeth Short. Más de sesenta años después, su asesinato sigue impune…
escena del crimen
La autopsia determinó que “había muerto debido a una hemorragia producida por un fuerte golpe que le causó un severo traumatismo cerebral y por las laceraciones del rostro”. Había sido además sodomizada y sometida a todo tipo de abusos sexuales, aunque sin penetración y en su estómago se encontraron excrementos humanos. A pesar de los muchos años que llevaban ocupándose de diferentes asesinatos ni el forense ni los oficiales se habías enfrentado jamás a un caso de una brutalidad semejante. En busca de una identidad El lugar del macabro crimen pronto se llenó de periodistas y agentes de la ley.
La publicación de las fotos, a pesar de que fueron tomadas muchísimas imágenes por los reporteros, fue prohibida, debido a su brutalidad. La prioridad de los detectives asignados al caso, Harry Hansen y Finis Brown, fue desvelar la identidad de la víctima. En primer lugar, el FBI probó con las citadas huellas dactilares enviadas desde California, cruzando los dedos para que la víctima estuviera fichada. Los técnicos de dactiloscopia contrastaron las mismas con un archivo formado por 104 millones de huellas. Y… bingo.
La víctima respondía al nombre de Elizabeth Short, de 22 años de edad, cabello oscuro, ojos azules y considerable estatura. Sus huellas habían sido tomadas en dos ocasiones: cuando trabajaba en la cantina del cuartel de Camp Cook, durante los años de la Segunda Guerra Mundial y tras ser fichada por la policía por encontrarse ebria siendo menor de edad.
Debido a la estrecha relación de los agentes de la ley con la prensa en la América de los años 40, muy pocas horas después hubo una filtración, lo que provocó que algunos reporteros de Los Angeles Examiner usaran una treta poco ética, más bien bochornosa, para conseguir información sobre la misteriosa Short: telefonearon al domicilio de su madre, Phoebe Short, residente en Cambridge, Massachusetts, y le dijeron que su hija –entonces el FBI todavía no le había informado sobre el crimen– había ganado un concurso de belleza. Así obtuvieron numerosos datos sobre su vida, antes de comunicarle, en la misma conversación, que Elizabeth había sido brutalmente asesinada. Ética periodística…
"Los Angeles Examiner" recogió el crimen en primera página
Pronto los periódicos comenzaron a publicar informaciones sensacionalistas sobre el pasado de la víctima, mancillando su nombre y publicando los titulares más bochornosos sobre una joven que había dejado este mundo de forma tan escabrosa. Los periodistas pronto la tildaron de “borracha”, “prostituta”, “lesbiana”… La verdad es que la existencia de la joven Short, Betty para los amigos, no había sido precisamente un camino de rosas. Nacida en el seno de una familia acomodada, en Hyde Park –Massachusetts– el 29 de julio de 1924, su padre, Cleo Short, intentó suicidarse cuando su negocio se fue a la quiebra tras el Crack del 29, que dinamitó la economía de los estadounidenses. Tras el frustrado intento de quitarse de en medio, el cabeza de familia abandonó el hogar y Phoebe Short se quedó al cuidado de Elizabeth y sus otras cuatro hijas. Durante su juventud Bettie asistía asiduamente con su hermana más pequeña, a ver los grandes estrenos del Hollywood de los años 30. Admiraba los musicales de Fred Astaire y Ginger Rogers.
Fred Astaire
Pero Short no tuvo suerte. Comenzó a relacionarse con gente peligrosa, con aquél submundo de Tinseltown –como se conoce popularmente a Hollywood– rodeado de alcohol, drogas, prostitución y mafias al que tan dado eran los actores hollywoodienses y que inspiró mil y una historia de cine negro surgidas de la imaginación de personajes como Raymond Chandler. Pero la ficción no estaba tan alejada de la realidad y los crímenes, el sexo y el chantaje campaban a sus anchas a espaldas del glamour y la ostentación de la que hacían gala las fiestas de los grandes magnates.
Elizabeth entró en un círculo vicioso que acabó arrastrándola el cine erótico de serie B y rodeándola de malas compañías. Comenzó a hacer de acompañante de personajes relevantes, lo que pronto hizo que surgiera el rumor, probablemente real, de que ejercía la prostitución. Debido a que prácticamente siempre vestía de negro, a su oscuro cabello y a sus ojos color azabache, fue bautizada por la prensa, tras su asesinato, como la Dalia Negra, quizá emulando el título de una película perteneciente al género Noir y estrenada por aquél entonces: La Dalia Azul, protagonizada por Alan Ladd y Veronica Lake y con guión del anteriormente citado Raymond Chandler.
Cartel de la película "La Dalia Azul"
Pero al margen de su azarosa existencia, Elizabeth se movía en un entorno al que muchas jóvenes acudían decepcionadas ante su falta de expectativas. Sin embargo, ninguna de ellas aparecía muerta… ¿Quién había asesinado entonces a Short? ¿Cuál era el móvil del crimen…?
En busca de un culpable
Mientras The Washington Post publicaba titulares tan sensacionalistas como el siguiente: “La policía busca a un loco pervertido por la muerte de una chica”, el departamento policial de Los Angeles –LAPD– desplegaba el mayor dispositivo de búsqueda de la historia de la ciudad californiana.
Doscientos cincuenta oficiales realizaron entrevistas puerta a puerta en los alrededores del solar donde fue hallado el cadáver, pero se encontraron con un callejón sin salida. Múltiples pistas falsas, confesiones confusas y llamadas de desconocidos convirtieron el ritmo de trabajo de la comisaría de Los Angeles en frenético, pero sin llegar a ningún resultado efectivo.
En más de una ocasión los detectives creían estar tras la pista correcta, muy cerca del asesino, pero el tiempo pasaba y el horrendo crimen seguía impune. Betty Bersinger, la mujer que encontró el cadáver, dijo haber visto pasar poco después el faro de un coche que había acelerado al oír su grito, aunque no recordaba ningún detalle del automóvil, por lo que su declaración sirvió de muy poco a los detectives. La última persona en ver a Short con vida, aparte de su asesino, había sido el portero del hotel Biltmore, la noche del 10 de enero de 1947, a las diez en punto, cuando la vio alejarse por Oliver Street, vestida como lo hacía habitualmente, con un sweater y pantalones negros.
Estado en que se encontraba el cuerpo cuando fue hallado en el solar
Todas las pistas resultaron ser falsas. Pocos días después de hallado el cadáver, dos oficiales de policía que discutieron sobre el caso en un restaurante fueron señalados como sospechosos por uno de los camareros del lugar; un astrólogo preguntó la hora y fecha exactas del nacimiento de Elizabeth en comisaría y prometió proporcionar el nombre del asesino en pocos días… cosa que nunca hizo. Asimismo, otra persona pidió que tomasen imágenes del globo ocular derecho de la víctima, pues éste podría haber “fotografiado” al asesino, según una creencia muy extendida entonces entre los círculos supercheriles según la cual el ojo registraba la última imagen con la que había entrado en contacto, a modo de una cámara fotográfica.
Anécdotas aparte, la policía angelina realizó uno de sus mayores despliegues hasta la fecha para detener al asesino. Cientos de personas fueron consideradas sospechosas y cientos interrogadas por los agentes. Alrededor de 60 hombres y otras tantas mujeres confesaron ser los autores del crimen, quizá ávidos por obtener fama y gloria, aunque todos ellos se contradecían a la hora de declarar, demostrando que los datos que aportaban los habían leído en los periódicos. Junto a “Red” Manley, otro de los sospechosos con más posibilidades a ojos de los detectives de ser el asesino respondía al nombre de Jack Anderson Wilson, alias Arnold Wilson, un ex convicto y alcohólico que al parecer mantuvo una relación sentimental con la víctima.
Red Manley, uno de los sospechosos del crimen
La célebre Hollywood Canteen
El detective Harry Hansen, encargado del caso
Se llegó incluso a afirmar que su asesinato podría haber sido consecuencia del rodaje de una “Snuff movie”, aunque hoy día esta hipótesis es considerada poco probable. El mayor misterio en torno al asesinato de la Dalia Negra tuvo lugar cuando nueve días después del atroz suceso, alguien –probablemente el asesino–, envió a la redacción de Los Angeles Examiner un paquete impregnado con gasolina probablemente para evitar que hallaran sus huellas en el envoltorio. En su interior se encontraban algunos objetos personales de la víctima: fotografías, su certificado de nacimiento, su tarjeta de la seguridad social y su obituario. Además, alguien que decía ser el asesino utilizó letras recortadas de los periódicos que hablaban del caso para enviarle mensajes a la policía en los que afirmaba que volvería a matar.
Pero ni siquiera este desafío del asesino sirvió a uno de los departamentos de policía por aquel entonces más adelantados y modernizados del mundo para dar con el culpable. Hoy su caso permanece en la memoria colectiva de los estadounidenses, junto a otros tan célebres como el de la Familia Manson o el del Carnicero de Milkwaukee, aunque sin resolverse…
Nadie ha podido hacer justicia y devolver la integridad a una persona, la joven Elizabeth Short, que lejos de hallar en el país de las oportunidades una vía para alcanzar su sueño, encontró la muerte, tan terrible, en las calles de una ciudad de celuloide castigada por el crimen, el alcohol y la falta de expectativas de sus habitantes. No se encendieron los focos ni se levantó el telón para dar la bienvenida a Elizabeth. Su última y horripilante visión fue probablemente el resplandor de un cuchillo afilado…
http://oscarherradon.wordpress.com/2009/03/17/la-dalia-negra-un-crimen-atroz-en-la/
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